Endulzantes

¿Para endulzar la vida?

, 21/7/2012

Nuevos reportes indican que la batalla entre el azúcar y los edulcorantes artificiales tiene un lado amargo.

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La ecuación parece sencilla. Se habla de una epidemia de obesidad en varios países. Las calorías de más engordan. Para bajar de peso hay que consumir menos calorías y el azúcar las aporta. Entonces, para no quitarle el dulce sabor a la vida están los endulzantes artificiales. Se trata de la sucralosa, la sacarina y el aspartame, entre otros, sustancias con poco o ningún contenido calórico, pero cuya dulzura es superior a la del azúcar común de mesa, de manera que se pueden consumir en poca cantidad para que logren su cometido. Detrás de estos hay una industria que mueve en Estados Unidos 1.500 millones de dólares al año en medio de los llamados de alerta para que la gente no siga sumando kilos.

Pero la decisión a favor de estos compuestos no es en realidad tan automática y merece una revisión más seria, pues faltan estudios para determinar posibles riesgos de su consumo en el largo plazo. Aunque la FDA norteamericana (Food and Drugs Administration) ha ubicado a la mayoría de edulcorantes en la misma categoría de “generalmente reconocidos como seguros”, las dudas persisten. Después de todo, “es interesante tener en mente que si fumas cigarrillos, el cáncer de pulmón puede aparecer 30 años después. Muchos efectos no se ven sino después de varias décadas”, expresó al diario The New York Times el doctor Walter Willet, director del Departamento de Nutrición de Harvard. Agregó como ejemplo que las grasas trans se utilizaron desde 1900 y que no se prendieron las alarmas sobre sus peligros sino hasta los 90.

La discusión sobre lo bueno, lo malo y lo feo de los edulcorantes empieza necesariamente con la sucrosa, mejor conocida como azúcar, por muchos considerada el villano de la historia. En lugar de ser un químico tóxico, es un disacárido compuesto de glucosa y fructosa, extraído de manera natural de la caña. Pero, si es natural, ¿por qué se habla tan negativamente de ésta? De hecho, si se busca en Internet “riesgos del azúcar” aparecen más de 180 millones de resultados.

De cucharada en cucharada
Lo primero que hay que tener en cuenta, como explica el Center for Science in the Public Interest (CSPI) es que ‘natural’ no significa necesariamente ‘seguro’. Se habla principalmente de que el azúcar engorda. Sin embargo, “el problema no es el azúcar en sí, sino la manera como se abusa de su consumo”, advierte el doctor Álvaro Rojas Esmeral, especialista en cirugía bariátrica. “Aproximadamente se deben consumir 30 kilocalorías por kilogramo de peso, eso quiere decir que una persona de 50 kilos debe consumir 1.500 para desarrollar sus actividades diarias. Si consume más y tiene una vida sedentaria, no quemará esas calorías y el organismo las convertirá en grasa”. El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos habla de un máximo de 10 cucharaditas de lo que llama “azúcar añadida”, es decir, todo tipo de azúcar que los alimentos no contengan en su estado natural y que no proporciona ningún valor nutricional, solo calorías. Eso equivale a una gaseosa de 12 onzas.

Según los estudios, los norteamericanos se han convertido en una especie de adictos al azúcar, pues consumen casi 20% más diariamente que en 1970. “Si uno come o bebe ingentes cantidades de sucrosa, está ingiriendo mucha fructosa. Normalmente la consumimos con las frutas, pero si comemos tortas, galletas, sodas y jugos de frutas puede haber problemas, porque la fructosa solo puede ser digerida por el hígado, de modo que su exceso le pone mucha carga a este órgano y esto genera enfermedades”, le señaló a FUCSIA el doctor Paul Breslin, investigador de Rutgers University Department of Nutricional Sciences y del Monell Chemical Senses Center.

De un consumo exagerado que conduce a la obesidad se derivan enfermedades como la diabetes, problemas del corazón, presión alta, colesterol e incluso cáncer. También se habla de problemas dentales, osteoporosis y deficiencias de vitaminas y minerales cuando se reemplaza una alimentación balanceada por comer tanto dulce. Bebidas azucaradas como las gaseosas y jugos contribuyen particularmente al aumento de peso, pues “el sistema digestivo humano parece pasar por alto las calorías líquidas”, explica un reporte del Times. Esto quiere decir que de manera inconsciente las personas no cuentan esas calorías y por eso consumen otras tantas.

Cuando se tiene sobrepeso o se sufre de diabetes, la opción suelen ser los edulcorantes artificiales. Aunque estas sustancias generan una respuesta en los mismos receptores que lo hace el azúcar, algunas personas detectan al ‘impostor’, porque les deja un cierto sabor distinto. Es por eso que se usan en diferentes alimentos, según sus propiedades, por ejemplo, algunos en la preparación del yogur porque pueden sobrevivir en un ambiente ácido. Pero el sabor es lo de menos cuando aún se cuestionan sus efectos secundarios y abundan foros en Internet que los acusan de causar cáncer y hasta daño cerebral, y se mencionan teorías conspirativas que involucran a los productores de tal o cual compuesto. Incluso los culpan de engordar, pues provocarían ansiedad debido a más dulce.

Posibles culpables

Según el CSPI, faltan todavía más investigaciones y la FDA debería estar más alerta a posibles riesgos. Pero en su veredicto los mejor librados son la sucralosa y el neotame, pues los estudios en animales y humanos no habrían arrojado resultados negativos. A pesar de este beneplácito, la página web MedicineNet.com no se confía: de la primera sustancia, conocida como Splenda, dice que despierta sospechas de que haya sido descubierta cuando se trataba de crear un nuevo insecticida. Uno de sus componentes es el cloro, considerado un carcinógeno. Asegura que cantar victoria en cuanto a la ausencia de efectos colaterales es prematuro y que se le puede asociar con problemas gastrointestinales, tos, irritación de la piel, ansiedad y depresión. En cuanto al neotame, la página expresa su preocupación porque no existan estudios a largo plazo a disposición del público, o lo relacionan con el aspartame, porque tiene una composición similar.

De esta sustancia, el CSPI comenta que es probablemente segura. Conocido como NutraSweet, explica que hay personas con una extraña condición que no les permite metabolizar uno de sus componentes, el aminoácido fenilalanina. Advierte que no está claro si el neotame causa dolor de cabeza, como algunos usuarios señalan. Los cargos más graves en su contra es que podría aumentar el riesgo de cáncer, Alzheimer y esclerosis múltiple, lo que hasta el momento no ha sido probado.

En la lista también están los alcoholes de azúcar y la tagatosa, que aunque no presentarían mayores problemas, si se excede la cantidad óptima pueden causar diarrea y flatulencia. Y en último lugar, quizá por ser los más controvertidos, aparecen el acesulfamo de potasio, la stevia y la sacarina: de los dos primeros no se sabe si son seguros o no, pues tampoco hay suficientes investigaciones. Se ha dicho que el primero tiene una relación dudosa con el cáncer, pues en algunos estudios con ratones hubo aparición de tumores. “La FDA se negó a requerir más análisis de seguridad”, se queja el centro. De la stevia asegura que no por ser natural está libre de consecuencias adversas y que en estudios con ratas hubo indicios de riesgo de infertilidad.

Pero el endulzante más controvertido parece ser la sacarina. En 1977 la FDA trató de prohibir su consumo, pues los estudios en animales mostraron relación con cáncer de vejiga, útero y ovarios. El Congreso intervino y mantuvo en el mercado este químico que para entonces era el único edulcorante artificial, aunque agregó una advertencia en su etiqueta. Sin embargo, en el 2000 la sacarina desapareció de la lista de cancerígenos. Recientemente, el National Cancer Institute determinó de acuerdo con sus investigaciones que existe evidencia de un aumento en el riesgo de cáncer de vejiga en quienes más consumen este endulzante.

Hay quienes opinan que ante la duda hay que abstenerse. Otros, como el doctor Rojas, consideran que lo más importante es la supervisión de un especialista y consumirlos de manera discontinua. “Si la persona no tiene problemas para consumir azúcar, que lo haga pero que tenga en cuenta hacer ejercicio. Hay gente que se come una hamburguesa doble carne con una gaseosa dietética y le echa la culpa a la bebida por subir de peso”. Por su parte, Breslin cree que la mejor opción para endulzar es el jarabe de glucosa, que es “menos dulce que la sucrosa, pero mucho más saludable, porque no tiene fructosa”. Hay que considerar al hígado: “En personas sedentarias, ingerir grandes cantidades de fructosa se ha asociado con el desarrollo de un desorden conocido como ‘hígado graso’. Esa condición puede reducir la habilidad del organismo de responder a la insulina, hormona que ayuda a controlar el azúcar en la sangre. Pacientes con hígado graso a menudo desarrollan resistencia a la insulina, lo que deriva casi inexorablemente en diabetes tipo 2”, asegura The New York Times.

De acuerdo con el artículo, el ejercicio sería la respuesta al ayudar a revertir este proceso, pues una rutina moderada contribuiría al control de los niveles de azúcar en la sangre y a disminuir la cantidad de grasa en el hígado. Y también están los que consideran que ante la certeza de los riesgos del azúcar el voto debe ser, por ahora, por las dudas sin esclarecer de los edulcorantes artificiales.