decoración

Acentos campestres

, 5/5/2010

Los colores elegidos para estas propuestas decorativas, amarillos, verdes y blancos, vuelven a la naturaleza como origen y razón.

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Al fin y al cabo, el verde es el color de la naturaleza por excelencia. Donde ella esté presente, la mirada se pierde en ese color de intensidad variable que nos hace sentir que estamos vivos. Y, si de las ramas de los árboles brotan frutos que pueden tomar la forma de bayas o de otras especies ornamentales, el verde se mezcla con otros tonos para darnos el mejor regalo de vida. En el verde, el amarillo y el blanco se basó la decoración que planteó la empresa Cinco Sentidos, de Andrés Sastoque y Alfredo González, y que echa mano de algunos de los elementos característicos de la naturaleza para montar una especie de picnic en las mesas donde se lleva a cabo la celebración. En primer lugar, lo manteles fueron escogidos en una tela sintética que parece un prado verde oscuro, y sobre éstos se dispusieron unos individuales blancos de madera, sobre los cuales descansan los cubiertos, una servilleta amarilla de algodón y sobre ésta un frasquito de mermelada casera que lleva una tapa de tela de cuadros blanco y amarillo y una etiqueta con las iniciales de los novios, C & P. Una botella de agua, también con la tapa forrada en tela y la misma etiqueta, complementa la decoración de los puestos individuales.
Los centros de mesa son grandes canastas de mimbre forradas en lona color crudo e identificadas con los elementos de la naturaleza (en el caso de la foto, ‘Aire’) y llenas de manzanas verdes, hortalizas, pan y flores blancas, entre ellas, estrellitas de Belén que salen del gollete de una botella de vino. Las margaritas son una constante en la decoración, están regadas por toda la mesa y también marcan el contorno de ésta. Las sillas de madera oscura con espaldar de tejido de una variedad de bejuco, llevan igualmente unas margaritas ensartadas que hacen el escenario aun más bucólico.
En contraste, la propuesta de Adriana Satizábal (en las páginas siguientes) hace uso de unos pocos elementos que, aunque proceden de la naturaleza, se han hecho un poco más urbanos. La mesas dejan la madera a la vista y sobre éstas hay individuales tejidos en mimbre, un plato de borde dorado, cubiertos de mango color crudo, sobre el plato una servilleta color café, una orquídea y una manzana verde. Las flores elegidas son orquídeas que se entrelazan con otras flores a través de unas ramazones de chamizos. Como detalle para los invitados, están unas velas planas que reposan en medio de un ‘nido’ de cabuya rodeado de hiedra, y frascos de aceite de oliva cuya tapa está forrada en papel de empacar. Imposible no ver la naturaleza en todo su esplendor.

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