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Algodón una historia de familia

Revista Fucsia, 16/11/2008

En un inolvidable viaje a los campos de algodón en Fresno, California, FUCSIA entrevistó a una de las familias con más tradición algodonera en la zona, y aprovechó para presentar la colección de Julieta Suárez para COTTON USA.

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“Nacimos en medio de un campo de algodón”, es lo primero que responden los hermanos Jim y Bob Bertao cuando se les pregunta hace cuánto hacen parte de este negocio. No exageran. Al llegar a la casa en la que se criaron, en la zona de Dos Palos en Fresno, California, para el lado que se mire, no se ven más que interminables campos de estos copos blancos y luminosos.

Con la amabilidad y entusiasmo que caracteriza a la mayoría de los californianos, aclaran que, curiosamente, el hecho de que su apellido sea actualmente sinónimo de algodón fue una gran vuelta de las que da la vida, ya que su familia no comenzó con el tema del algodón, sino hasta cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, en 1949. En ese año, Tony, el padre de los Bertao, decidió abandonar el negocio lechero que tenía su padre, para incursionar en el cultivo de algodón que se hacía muy popular por esos días en la zona. “Él se percató de que los lácteos requerían mucho más trabajo. En pocas palabras: se dio cuenta de que manejar tractores era menos dispendioso que ordeñar vacas”, dice Jim.

Así, Tony Bertao, de la mano de su esposa Mary, se aventuró en esta nueva empresa que, después de los racionamientos de los años de guerra, prometía ser exitosa. “En esa época, el algodón se estaba haciendo muy popular en la zona de California por lo que no me pareció descabellado que Tony renunciara al legado de su padre para emprender un nuevo camino”, cuenta Mary mientras recuerda con nostalgia a su marido, quien falleció a principios de este año.

Comenzaron con 60 hectáreas y una casa en la que pocos años después nacieron Jim y Bob, sus dos hijos, quienes hoy continúan a la cabeza del legado familiar. Ahora, casi sesenta años más tarde, los Bertao tienen 600 hectáreas cultivadas de algodón y tres hermosas casas construidas en sus tierras. En una de ellas vive Mary, rodeada de un lindo jardín que colinda con los campos algodoneros, y en las otras dos, Jim y Bob con sus respectivas esposas, Kathy y María.

El cinturón del algodón
La idea de Tony Bertao de dedicarse a la siembra de algodón fue, probablemente, la más acertada, ya que es en California donde comienza el reconocido ‘cinturón del algodón’ americano, que se extiende hasta Virgina e incluye 21 estados del sur de Estados Unidos. Además, actualmente, California es el segundo productor de algodón más importante en ese país después de Texas.

La fibra californiana es primordialmente producida en siete condados diferentes, los cuales, en su totalidad, conforman el Valle de San Joaquín, en el norte de California. En el sur, el Valle Imperial y Palo Alto son las regiones algodoneras más reconocidas.
La razón por la cual California es hoy uno de los mejores productores de esta maravillosa fibra, se debe, en gran parte, al clima. Cuenta Mike Brueggemann, miembro representante del National Cotton Council, que las primaveras templadas, los veranos calientes, los otoños secos y los húmedos inviernos hacen que esta región tenga las condiciones perfectas para producir la calidad y cantidad de algodón perfectas por hectárea. Asimismo, y debido a las excelentes cualidades del tiempo, en el Valle de San Joaquín se dan muy bien las variedades de algodón más difíciles de producir: Pima y Upland Acala.
La especialidad de los cultivos de los Bertao es en ciento por ciento de Acala. Esta variedad es considerada como una de las mejores del mundo y sólo es producida en el ‘Estado Dorado’. Sus principales características son su alta calidad y sus fibras largas y resistentes. Sin embargo, los hermanos Bertao cuentan que aspiran a que el próximo año expandan la variedad y se dediquen a cultivar también el algodón Pima, extendiendo así el legado familiar.

En cuanto a la producción anual de algodón en el estado, afirma Brueggemann que varía según los precios y los deseos de cosechar de los cultivadores como los Bertao. Las inclemencias del clima también juegan un rol importante en determinar cuántas hectáreas son plantadas. Sin embargo, generalmente se recogen alrededor de 2 y 2,5 millones de fardos (pacas gigantes que pesan alrededor de 230 kilos) en 800 mil hectáreas, aproximadamente. En la zona se encuentran, según el último censo de agricultura, 1.654 fincas de algodón de unas 500 hectáreas cada una. En términos económicos, esto significa que nada más en California los cultivos de algodón ofrecen 28 mil trabajos al año.

Los Bertao son conscientes de la importancia de la empresa que tienen y, por eso, no cambian su negocio por ninguno en el mundo. Afirman que como materia prima es una de las más versátiles y resistentes que existen. “La mejor ganancia para nosotros es saber que el producto que producimos es de la mejor calidad, y que cuenta con todas las garantías desde su cosecha hasta su confección y venta en diversos lugares del planeta”, dice Bob orgulloso.

Todos los integrantes de esta familia, reconocida por su larga tradición algodonera, coinciden en afirmar que prefieren esta materia prima por los grandes beneficios que tiene. De nuevo, no mienten. Esta fibra natural que nadie sabe cuándo se usó por primera vez, pero que data de más de siete mil años atrás, se caracteriza porque sin problemas se puede teñir de cualquier color; también absorbe la humedad de una forma asombrosa y no se pega al cuerpo. Con ella se fabrican desde camisetas hasta sofisticados trajes espaciales. Uno de sus mayores beneficios es la facilidad en el lavado y en el planchado sin contar con que se arruga poco. A todas estas cualidades se le suma la ventaja de que al mezclarse con otros materiales varía su textura y elasticidad, lo que puede resultar en una tela más suave y absorbente, o hacer más fuertes y resistentes a otras.

Al igual que las interminables franjas de algodón que rodean las casas de esta familia, la lista es de no acabar. Ellos, que heredaron de su padre el amor por estos pequeños copos blancos, dicen, mientras observan el primer tractor que recorrió esas tierras y que hoy sirve como decoración, que su padre, sin lugar a dudas, tomó la decisión acertada.