ecología

Cargadas de historia

, 11/8/2009

Las mochilas, esos fabulosos objetos precolombinos que le han facilitado la vida a las comunidades indígenas desde épocas precolombinas, hacen furor en el mundo entero.

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Para los indígenas Arhuacos, esos míticos personajes que pueblan la Sierra Nevada de Santa Marta, la mochila es uno de los símbolos más libres de la creación de la vida: “el útero de la madre universal”. Por ello, la imagen de una mujer tejiendo mochilas está dotada de la fuerza y del espíritu de la fertilidad. Además, la manera de tejer la mochila se desarrolla en forma espiral, según el símbolo de la creación del mundo hecha por Kaku Serankwa. Cuando una muchacha termina de tejer su primera mochila, debe llevarla ante el mamu para que sea usada en los diversos rituales de iniciación que la insertan en la vida comunitaria; al momento de tener su primera menstruación. A su vez, la mochila a través de los colores y dibujos, identifica ante los demás miembros de la comunidad el tana o linaje familiar de aquel que la lleva. Es decir, es uno de los mecanismos de pertenencia a la sociedad arhuaca de cada individuo. Entre esos diseños se destacan el gamako, que es una estilización de la rana, símbolo de la fertilidad entre las culturas indígenas de la Sierra. El zikamu, representación del ciempiés; el aku, a semejanza de los grabados en la piel de la serpiente cascabel, símbolo del tiempo y del espacio. En los últimos años, la creatividad de las gwati (mujeres arhuacas) ha incorporado una extensa gama de diseños, algunos son variaciones de los diseños tradicionales o novedosos como flores, el uso de nombres en los tejidos o representaciones tomadas de los motivos de la orfebrería tayrona.
Así como esa, decenas de comunidades a lo largo y ancho del territorio colombiano han desarrollado sus propias mochilas cada una cargada de belleza, horas de trabajo, investigación natural y simbolismo. Para Gladys Tavera, una de las personas que más sabe en Colombia sobre tejidos desde tiempos precolombinos hasta hoy, asegura que cada mochila tiene una carga emocional difícil de entender y mucho menos de describir. “Cualquiera de ellas que uno coja en las manos es un tesoro. Si es una guambiana hecha en tejido de punto, una de Atanque en fique o una arhuaca en lana, nos enseñan puntadas, técnicas y procesos que son dignos de extensos estudios”. Una charla con esta maestra se convierte en una de esas cátedras que ojalá nunca terminaran. Ella, que dedicó su vida entera a estudiar en la Universidad de los Andes la historia de los tejidos y textiles colombianos y a enseñarles a las nuevas generaciones, en ese mismo plantel educativo el valor de los mismos, invita a la gente a usar este ‘accesorio’ con orgullo. Una invitación que para nadie es difícil de aceptar, pues sea cual sea el lugar del mundo al que se llegue con una de ellas, la sensación y revuelo que causan es tal, que los bolsos de las marcas más prestigiosas del mundo palidecen de envidia ante él.

Agradecimiento especial a Artesanías de Colombia y a la maestra Gladys Tavera.

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