Carta abierta a los hombres que amamos

Julia Londoño Bozzi, 11/6/2014

Para algunas mujeres la independencia no va en contravía del deseo de estar junto a hombres cuidadores y atentos.

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Los hombres están confundidos. Ya me lo había dicho mi terapeuta. El origen de esa confusión es el cambio vertiginoso de los roles femenino y masculino y por lo tanto nosotras, sus parejas, también estamos confundidas.

En conversaciones con amigas he notado que hay un grupo de mujeres de diversas generaciones que comparten una frustración en las relaciones amorosas: mientras reafirmamos nuestra independencia dejamos de sentirnos cuidadas por nuestra pareja.

Pero, de la otra cara de la moneda, he oído a algunos amigos decir que las mujeres quieren ser independientes hasta que les toca: “Hacen todo lo que quieren solas pero se ponen bravas si no pasamos a recogerlas o les decimos que tomen un taxi”.

¡Señores!, quisiera responderles por qué algunas veces les parecemos independientes y otra veces no.

Somos independientes para decidir qué estudiar, en qué trabajar y cómo gastarnos la plata, para elegir si queremos tener sexo y en qué contexto. Independientes para escoger las prioridades frente al trabajo, el amor y los hijos, si queremos tenerlos. Tal como ustedes deben serlo. Somos económicamente independientes, aprendimos que en algunos casos la dependencia económica es lo mismo que la emocional.

Pero, ¿independientes para bajarnos de últimas de un taxi tomado en la calle, de noche? ¿Independientes para encontrarnos en una fiesta si podemos ir juntos? ¿Independientes para cargar las maletas pesadas mientras ustedes nos miran? No cuenten con nuestra independencia si amenaza nuestra seguridad, ni la usen como excusa para su comodidad.

Queridos, tal vez los hemos confundido: las mujeres seguras, trabajadoras y que no esperan que las inviten a todo parecen autosuficientes y son una compañía cómoda. ¡No esperamos de ustedes ni la mitad de lo que sus mamás y abuelas reclamaban de sus papás y sus abuelos!

Tal vez se nos ha ido la mano intentando dejar claro que no los necesitamos aunque los queramos a nuestro lado.

Si esperamos que nos acompañen de noche no es porque no podamos tomar un taxi solas, sino porque otros hombres siguen creyendo que una mujer sola está ahí para lo que se les antoje. Independientemente del amor de ustedes, queridos, el mundo no es igual de cómodo ni seguro para los hombres que para las mujeres.

No todos los taxistas son violadores y a ustedes también los atracan, pero, ¿tienen idea de lo que es subirse a un taxi sintiéndose intimidada por el tipo que nos mira las piernas a través del espejo? ¿Saben lo que implica repetir la escena por mil en la vida diaria? Y no hablemos de Transmilenio.

Queridos novios y esposos, no queremos cobrarles lo que hacen mal otros hombres, que a veces nos incomodan solamente con esa mirada que dice que notan nuestros cuerpos y los desean, queremos librarnos de esas miradas teniéndolos a ustedes de nuestro lado.

No es que por culpa de ellos que a ustedes les toca llevarnos de la mano a la escuela, pero qué maravilla no sentirnos expuestas cuando estamos con hombres que pueden acompañarnos sin intimidarnos, porque así lo queremos.

Acompáñennos sin que se los pidamos, o precisamente porque lo hacemos, sin sentirse niñeros, padres o escoltas, sean conscientes de que lo que nos hace vulnerables no es haber nacido mujeres sino la idea que otros hombres tienen de las mujeres.

Señores, ser vulnerables en algunos contextos no es una cualidad intrínseca de nuestro género, como tener tetas, sino el resultado de miles de años en los que muchos han creído que pueden usar la fuerza para obtener lo que quieren. Esa es la razón por la cual no caminamos tan frescas como ustedes por la calle, al pasar frente a una construcción o subir a un taxi. Muchas mujeres y niñas ni siquiera se sienten seguras en su trabajo, su iglesia, su casa.

“Mi amor: esa es la razón por la cual alguien como yo, que lee, escribe, corre, estudia, trabaja y paga sus cuentas a tiempo, como tú, se siente más tranquila acompañada que sola. Cuando camino a tu lado sé que lo que me protege de cualquier peligro no es solo tu fisonomía sino el hecho de que me quieres y harías lo posible para que me sienta más segura en una situación incómoda”.