Ese 'je ne sais pas quoi' de París

Catherine Villota, 15/12/2015

La periodista de moda y bloguera, Catherine Villota, viajó a París por un día para vivir la ciudad como toda una parisina. Aquí su historia sobre el eterno encanto de la capital francesa.

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Por: Catherine Villota

Recibí la invitación más seductora del mundo: queremos que vengas a París por un día y que la vivas como una parisina. La marca de calzado español, Castañer, me ofrecía este maravilloso convite y en un afanado ¡Sí, acepto! preparé mi viaje desde Madrid, en donde me encontraba asistiendo a una especializada feria de caballos de la mano de mi marido.

Las maletas estaba listas cuando de repente en la televisión empezaron a retumbar los reportes de que La Ciudad Luz era atacada por varios atentados terroristas. La posibilidad de nuestro viaje parecía truncarse. Sin embargo, Castañer, al igual que los parisinos, se negó a la opresión y al miedo y en homenaje a la ciudad del amor y la libertad, de la moda y la alegría de vivir, decidió continuar con la invitación especial de llevar a ocho mujeres de diferentes partes del mundo a vivir la ciudad por un día como unas autenticas francesas, visitar sus lugares más locales y especiales, y por supuesto, disfrutar de ese ‘Je ne sais quoi‘ que tiene la ciudad.

Una semana después, a las ocho y media de la noche, París me recibía lluviosa e iluminada. Ir en el taxi por las calles de la ciudad blanca fue enamorarse una y otra vez, ver pasar las pirámides de cristal del Museo Louvre para luego entrar en Saint Honoré y ver sus vitrinas llenas de maniquíes esplendorosos. Después cruzar en la calle Saint Roch y hospedarme en el Louvre Montana fue muy emocionante. Un petite ascenseur se abrió para subirme a la habitación 56, donde me esperaba una cama en impoluto blanco sobre un tapete gris plomo.


Fotos: Cortesía Catherine Villota y Castañer


La mañana siguiente el itinerario no se hizo esperar, a las 10:30 am me esperaban en el hotel Le Relais Saint Honoré para tomar el desayuno junto a Rafael Castañer, nuestro anfitrión. El día empezó con una visita a uno de los lugares más mágicos que he conocido, la Officine Universelle Buly, una tienda-fabrica de perfumes y cosméticos que nació en 1803 en la Rue Saint-Honoré, y que hoy se encuentra en la Rue Bonaparte. Buly se hizo famosa por sus especiales aromas, desde su Vinaigre de Bully, una loción aromática patentada para realizar abluciones y preservar el tono de piel, hasta sus afamados popurrís; su gran historia de belleza y perfumería se encuentra resumida en los escaparates llenos de frascos antiguos que guardan las esencias más tradicionales y exóticas. Cuando llegó mi turno para crear mi propio popurrí, decidí embriagarme con el olor de la naranja y la verbena mezcladas con el fuerte y suntuoso aroma del ámbar.

Luego salimos hacia el Angelina Café, otro espacio cargado de historia y magia parisiense: en 1903 el repostero Antoine Rumpelmayer creó Angelina, un salón de té lleno de sofisticación e indulgencia que desde sus inicios ha sido el lugar para la aristocracia francesa. Proust, Coco Chanel y cientos de personajes de la moda han tomado su famoso postre Mont-Blanc ahí. El interior fue diseñado por el arquitecto de la Belle Époque, Édouard-Jean Niermans, en el cual se mezclan la elegancia, el encanto y el refinamiento de aquella época. Además de los pastries, yo elegí el Tartare como plato fuerte: carne cruda, picada, condimentada con cebolla, pimienta, alcaparras y especias tradicionales, acompañada de un huevo crudo. No suena delicioso, pero estaba exquisito.

Ya a las 2:30 pm, París resplandecía bajo un cielo azul vibrante y caminamos de la 266 Rue de Rivoli, donde está Angelina, hasta la tienda de Castañer en la 264 Saint Honoré, un lugar pequeño que albergaba la ultima colección otoño/invierno 2015-2016, inspirada en el chic francés y las emblemáticas espadrilles o alpargatas Carina. La elección de llevarme alguna pieza de la colección no fue nada fácil, pero al final el bolso Denia color berenjena y las botines Rose en terciopelo azul definieron mi estilo. Después tuvimos tiempo libre para hacer lo que quisiéramos, por supuesto, ir a la tienda Colette y ver de cerca las ultimas colecciones de Gucci, Christopher Kane, entre otros, y las obras de arte de Jonathan Rosen inspiradas en la frase de Yoko Ono, I want to dream, resultaron imperdibles. Luego salir y caminar por todo Saint Honoré hasta la 31 Rue Cambon y no poder resistirme a una billetera de la serie Matelassé de Chanel, fue el final de mi tiempo libre.


Fotos: Cortesía Catherine Villota


La noche llegó con un poco de viento frío que con 10 grados centígrados se convirtió en el momento para cambiar de look y disfrutar de la ciudad luz, que de noche es todavía más mágica. Una copa de champaña en los corredores de La Cour Napoleón en Le Café Marly fue todo un privilegio, la magnifica vista a las pirámides de Leoh Ming Pei en Louvre fue el set perfecto para las fotos Street Style de Audrey. La cena en La Belle Époque, el lugar de la moda y las celebridades, fue aún más especial, pues según los locales, es el restaurante it del momento, y conseguir una mesa allí es tarea de titanes, pero gracias al equipo de Castañer no solo teníamos una mesa, sino dos, con botellas de vino en cada una y un menú selecto de ceviche, crema de zanahoria, pollo rostizado y pasta de trufa.

Aunque había sido un día largo y muchas tenían jet lag, la noche continuaba en Le Bains Club, un espacio para músicos y talentos que mezclan nuevos sonidos. Con una banda en vivo, una mesa con champaña y una piscina climatizada decidimos bailar y dejarnos contagiar por la joie de vivre.

Era ya el final de nuestro viaje. Haber estado en París, conocer sus lugares especiales a los que los turistas comunes no tienen fácil acceso, fue todo un privilegio. Finalmente, volví a casa con la promesa de Rafael Castañer de diseñar unos zapatos en honor a mi nombre: Catherine, que espero ver pronto en las tiendas de los Centros Comerciales Andino y Santafé.