Un viaje a la alta costura de Chanel

Angélica Gallón, 28/10/2015

Durante la semana de la moda de Nueva York, FUCSIA tuvo la oportunidad de conocer de primera mano los detalles que hicieron de la colección otoño-invierno 2015/16 de la casa francesa, una de las más revolucionarias que jamás tejió.

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Después de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres, desesperadas por la triste austeridad que había gobernado los tiempos de conflicto, buscaron refugiar sus esperanzas de una posible mejor vida en vestidos exuberantes que dieran rienda suelta a un renacer de las cinturas finas, las faldas de amplio vuelo, los adornos y los sombreros.

Sin embargo, cuando los años cincuenta empezaron a asomarse, las mujeres y la industria misma reclamaban algo diferente; esperaban con ansias que llegara alguien a sacudir la hegemonía de las líneas tipo reloj de arena que empezaban a tornarse tan oficiales y aburridas. 

Gabrielle Chanel, que había estado exiliada un tiempo en Suiza y que había padecido los avatares de la guerra, decidió volver al ruedo en París en 1954 y estremecer el mundo, como siempre lo había hecho, con unas siluetas que vestirían a un nuevo tipo de mujer. Las líneas rectas, que desaparecían cualquier alusión a la cintura, volvieron a surgir como un sacudón en sus diseños, y las piezas que celebraban la verdadera libertad de movimiento de la mujer volvieron a ser su mandato. Por esos días esta diseñadora crearía uno de sus emblemas: la chaqueta. 

Inspirada en el tweed que había conocido en Escocia en sus viajes con el duque de Westminster, y obsesionada con los cortes limpios y prácticos de la chaqueta masculina, Chanel crearía una pieza inmortal que tendría como uno de sus grandes secretos una cadenita dorada pegada en su ruedo, para lograr una caída excepcional. “Hay tres prendas inmortales: los jeans, la camiseta blanca y la chaqueta Chanel”, confesó alguna vez Karl Lagerfeld, quien desde los años ochenta fue, justamente, el encargado de darle nuevas versiones y vitalidades a esa prenda indispensable en el clóset de cualquier mujer.

En parte, una de las razones por las que el mito de la chaqueta Chanel sigue vivo es gracias a que, con los años, esta pieza se ha transformado y acogido los espíritus de las diferentes épocas sin despegarse de esos elementos esenciales que le dio su creadora. La colección de alta costura otoño-invierno 2015/16 presentada en París el pasado mes de julio, y a la que tuvo acceso FUCSIA en su paso por la Semana de la moda de Nueva York, es la evidencia de que esta chaqueta tiene tanta ferocidad como el león que tanto inspiró a Chanel.

Esta vez no se trata de una modificación de color o de largos, se trata de explorar una nueva manera de hacer ropa, de llevar la tejeduría tradicional a conversar con los desarrollos más extraordinarios de la tecnología. Las petits mains de la alta costura le abren espacio a unas insospechadas compañeras.

“La idea era tomar la chaqueta más icónica del siglo XX y transformarla en su versión del siglo XXI”,
explica Lagerfeld. Combinando nuevas tecnologías junto con el arte del bordado, el traje 3D es fabricado sin costuras, es decir es impreso como una sola pieza en una textura flexible. La técnica utilizada se llama Sinterización selectiva por láser (SLS, por sus siglas en inglés), en la cual se emplea un láser muy poderoso para sinterizar los materiales en polvo, posicionándolo en puntos definidos por un modelo 3D. En vez de usar tela y puntadas, el traje se moldea completamente. 

Así, cuando se aprecian de cerca las chaquetas azules con visos rojos, la del blanco imperante, o la negra que deja entrever los brillos del dorado, se puede notar como entre acolchados y tweeds que sirven de lienzo, se va tejiendo, o mas bien imprimiendo, una trama que va cobrando formas orgánicas y que va haciendo que, de repente, la tela gane unos volúmenes imposibles. Es como si cada chaqueta fuera una invitación a no solo mirar lo aparente, sino a que el ojo viaje al interior de ese entramado sintético y descubra las sorpresas que contiene en su fondo.

Hay piezas que no están hechas completamente de estos paneles, pero esas ostentan con insolencia en sus puños, ruedos y en bolsillos, pequeñas piezas sintéticas cuadradas e impresas que terminan por darle otro peso y estructura. Y así el tweed de múltiples brillos de repente cobra una estructura como de armadura.

De esta manera, queda claro que la alta costura encarna la primera vocación de Chanel, y que además de estar profundamente ligada a su historia, es a la vez un vibrante laboratorio de ideas y creatividad, un poderoso generador de sueños para llevar puestos.