Las razones equivocadas para enamorarse

Adolfo Zableh Durán, 19/4/2016

"Muchas veces el amor es sólo miedo a estar solos, por eso a veces agarramos lo primero que se nos cruza".

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Por Adolfo Zableh. 

Cuando estamos mal, creemos que la solución es meterles cosas a nuestras vidas. Lo que sea. Estamos mal y nos peleamos con medio mundo; estamos mal y bebemos. Mucho más agradable: estamos mal y nos vamos de compras. Es un placebo que a veces sirve, hay males menores que se alivian con un par de zapatos o un sofá nuevo. 

Pasa también que estamos mal y nos vamos de viaje. Cuando viajamos para escapar, no importa el avión que tomemos ni el país que elijamos, nunca encontraremos alivio porque estaremos buscando algo que no está allí. La única manera de hallar sosiego es encontrándonos y reconciliándonos, no huyendo de nosotros mismos. Si estás mal, no importa dónde aterrices, no te va a gustar lo que veas y saldrás corriendo al siguiente destino con la esperanza de haberte burlado. Por eso la gente arma viajes maratónicos de tres semanas y 12 ciudades. Cree que lo hace para echarse el paseo de una vez y ahorrarse aviones y tiempo, pero en realidad lo arma para ver si en alguno de los lugares se queda esa parte de la vida que no le gusta.

Uno está mal y sube más fotos a Instagram, abre Tinder y hasta se mete a grupos de Facebook. Estamos mal y compramos un perro. Creemos que es por amor, pero muchas veces lo hacemos porque buscamos que otro ser dependa de nosotros. La gente está jodida y cree que la solución es meterle otra vida a la propia vida. Si lo del perro no funciona, le mete una pareja; si el noviazgo anda mal, se casa, y si el matrimonio amenaza con fracasar, le encima un hijo. Al revés, cuando uno está mal, asume que debe sacar cosas de la vida, cortar las distracciones y mirarse al espejo a ver qué es lo que no marcha. 

Yo una vez que estuve tan mal compré una planta y, claro, se me murió a los 15 días porque ni para regarla daba. Por eso hay tantas personas disfuncionales, porque en vez de arreglarse prefieren traer hijos al mundo, a ver si por un golpe de suerte ellos sí salen bien, les dan las alegrías que ellas no pueden darse, cumplen sus sueños frustrados y hasta reivindican el apellido. 

Uno puede pelearse con el mundo, y beber, y comprar cosas, y viajar, y tener mascota, y abrir instagram, y enamorarse y tener una familia, pero no puede ser que hagamos todo eso porque toca, por chulear requisitos o por escapar, y no por la felicidad propia y la de los demás. Si vamos a hacer algo, que sea porque estamos listos para subir al siguiente escalón, no por descarte.  

Está el que se evade por medio del trabajo. Muchos buscan trabajo porque quieren plata y no le ponen atención al oficio, y la plata es una razón equivocada para trabajar. Por otro lado, sobran los que trabajan como locos para evadirse, de ahí que no me suene mucho la glorificación del trabajo. Eso de estar todo el tiempo ocupado, aunque admirable para muchos, me parece que tiene bastante de cobardía. Por lo general, esos profesionales exitosos tienen una vida personal bien coja.

Hace poco una amiga con novio nuevo me contó que era tan especial con ella, que hasta la acompañaba de compras, plan que tiene fama de no gustarnos a los hombres. "Es que me ama demasiado", me dijo. Yo, sin ánimo de dañarle la fantasía, le dije que era porque estaban estrenando relación, que esperara unos meses a ver qué pasaba. Luego pensé otra cosa que no fui capaz de decirle: muchas veces el amor es sólo miedo a estar solos, por eso a veces agarramos lo primero que se nos cruza. Y aunque no debería ser el caso de mi amiga, que podría tener casi al hombre que quisiera, una vez los vi juntos y me pareció que, por lo menos de él hacia ella, mucho amor no había.  

Hay que abrir los ojos y cuestionarnos las cosas que damos por sentadas. A veces, ese amor que sentimos no es amor. El apego, como el demonio, toma muchas formas.