Quemar calorías bajo las sábanas, ¿mito o realidad?

Arnoldo Mutis, 13/3/2014

El sexo como rutina de entrenamiento físico se reinventa y empieza a ganar por fin el ansiado aval de la ciencia médica.

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Por: Arnoldo Mutis

Muchos hombres y mujeres no logran engancharse con una rutina de ejercicio que les garantice una vida más sana, a causa de una pereza invencible (por algo será la madre de todos los vicios), falta de tiempo o porque creen que ya es muy tarde para volverse atléticos. El sexo, en cambio, en condiciones normales, es del agrado de todo el mundo, no suele tener en su contra a la flojera y es fácil aficionarse a él hasta volverse un amante cumplido y disciplinado. Así las cosas, ¿por qué no aprovechar sus bondades más allá del placer para estar en forma?

Eso fue lo que se preguntaron, a mediados de los años ochenta, médicos y expertos en entrenamiento físico como la pionera Faye Rice, y en respuesta lanzaron lo que se llamó sexercise (mezcla entre las palabras sex y exercise, en inglés), una serie de técnicas que conciben las relaciones sexuales como una forma de hacer ejercicio, pero también el uso de este para mejorar las habilidades amatorias.

Desde entonces, han circulado libros, videos y manuales como The Great Sex Guide, de Anne Hooper; Fearless Sex, de Joy Davidson, o The Ultimate Sex Diet, de Kerry McCloskey, que merecieron la acogida de una nada despreciable audiencia atraída por la idea de reemplazar el tedio de asistir al gimnasio por el gusto de entrenarse no solo en casa, sino en la cama. El sexercise, además, permite olvidarse del entrenador y convertir a la pareja en la compañía perfecta para los diversos ejercicios. Es, así mismo, para los amantes, una manera de estar juntos y de compartir, prodigándose no solo caricias, sino además prácticas saludables.

No obstante, todo ello siempre se encontró con un gran problema, como era el escaso asidero científico de esta mezcla. Así, como había expertos que defendían la teoría de que el sexo ayuda a quemar calorías y a fortalecer y tonificar los músculos, otros tantos calificaban todo aquello de pamplinas, un mero embeleco comercial que se aprovechaba de una premisa muy cierta: el sexo siempre vende, y muy bien.

Toda aquella mala prensa nunca derrotó al sexercise, entre otras cosas porque hasta cierto punto está basado en técnicas cuya efectividad fue comprobada hace mucho tiempo y sigue vigente, como los ejercicios Kegel, que se usan para fortalecer los músculos del piso pélvico. De igual modo, pesaron los testimonios cada vez más frecuentes de mujeres que afirman que suelen alcanzar el orgasmo mientras entrenan, en especial cuando la actividad se concentra en el área del tronco.

Ahora, estas técnicas empiezan a reinventarse y a cobrar un nuevo auge, gracias a estudios que han terminado por darles la razón a los primeros promotores que las enunciaron hace tres décadas. La más reciente pesquisa fue realizada en la sede de la Universidad de Quebec, en Montreal (Canadá), y determinó que una hora de ajetreo en la cama puede ayudar a quemar casi tantas calorías como las que se consumen al correr durante treinta minutos. Específicamente, los hombres pueden quemar hasta 120 calorías en media hora y las mujeres 90, en el mismo lapso, concluyó el estudio, titulado 'Energy Expenditure During Sexual Activity In Young Healthy Couples'.

Para la investigación se reclutó a 20 parejas heterosexuales entre los 18 y los 35 años y se les pidió que tuvieran relaciones sexuales una vez a la semana durante un mes, y que se entrenaran en una cinta de correr por media hora. Con la ayuda de un aparato llamado SenseWear, que ellos podían llevarse a casa, fue posible medir el comportamiento de su organismo en el momento de sus intimidades y concluir que “la actividad sexual puede ser considerada como un ejercicio significativo, a partir de ciertas condiciones”, según la página de la organización Public Library of Science, que publicó los resultados del estudio canadiense.

El sexercise se ha remozado entonces como tendencia, pero para beneficiarse de él hay que entender que si bien involucra el goce sexual, conlleva las exigencias propias del adiestramiento físico. Según uno de sus grandes promotores en todo el mundo, el canadiense Charles Moffat, la práctica sexual tiene que ser vigorosa para que pueda llamarse sexercise. El experto también aclara que no necesariamente tiene que involucrar el coito, sino que puede limitarse a otras expresiones sensuales.

Como en cualquier actividad deportiva, asegura Moffat, hay que estirar y calentar los músculos previamente. En términos de relaciones amatorias eso podría equivaler a los juegos preliminares, los cuales deben implicar cierto grado de exigencia a través, por ejemplo, de una especie de sesión de lucha entre los dos cuerpos, que así se verán obligados a halar, empujar, estirar, rodar y hacer otro tipo de esfuerzos.

Moffat recuerda, así mismo, que los buenos resultados se obtienen si la pareja procura mover todas las partes de su anatomía y cambia de posición constantemente. Un aspecto clave es también mantener una buena postura, pues ello comporta de por sí un trabajo físico que ayuda al buen desarrollo de los músculos y a quemar calorías. Al igual que en el gimnasio, estas prácticas exigen hidratarse antes, durante y después de ser realizadas.

A pesar de lo bien que todo esto suena, son muchos los que se preguntan cómo es posible concentrarse en el placer y en el ejercicio al mismo tiempo. Pese a estas dudas, se logra con un poco de imaginación y disciplina, y teniendo presente que a las bondades como la relajación, la subida de la autoestima y fortalecimiento de la pareja que brinda el sexo, se sumarán los beneficios del ejercicio para el corazón, la circulación, el sueño y la prevención del cáncer, entre otros.



Sexercise
puro y duro


Kerry McCloskey recomienda estos ejercicios durante el coito en su exitoso libro The Ultimate Sex Diet:

-Sacudida sexual
: la mujer se sienta a horcajadas y con las piernas al aire sobre el hombre, quien también permanece sentado. Ella se aferra a su cuello con sus manos, mientras que él maniobra fuertemente su espalda y sus caderas. Esta posición ayuda a fortalecer el abdomen, las piernas y los brazos de la mujer. Él, por su parte, tonificará sus brazos mientras mueve el cuerpo de su compañera y robustecerá sus piernas, debido al soporte que le provee a ella.

-Instinto animal: es una posición similar al estilo llamado doggy (perrito) con sutiles variaciones. Luego de que el hombre penetra a la mujer situándose a sus espaldas, ella soporta su propio peso en sus codos y no en sus dos manos y rodillas como se acostumbra. Mientras, el hombre lleva adelante una de sus piernas, ligeramente arqueada, en vez de arrodillarse en ambas rodillas.

Este estilo provee mucho placer a la mujer porque permite que el pene presione directamente el punto G. Ella, además, puede controlar la penetración arqueando ligeramente su espalda o levantándose un poco, por lo cual él sentirá extraordinarias sensaciones en su pene. Como resultado, ella fortalecerá sus tríceps, al tiempo que él hará lo propio con sus muslos.

-Sentadilla frenética: para fortalecer el abdomen y el derriere, McCloskey recomienda a la mujer que se acueste bocarriba con las piernas suspendidas en forma recta en el aire y ligeramente separadas, con la pelvis despegada del piso. El hombre se agacha en una sentadilla para penetrarla, trabajando así sus cuádriceps. Al usar sus brazos para sostenerla, ejercitará además sus tríceps. El tigre y el dragón: la mujer realiza una atrevida sentadilla sobre la cadera del hombre. McCloskey afirma que esta es para ella la oportunidad perfecta para usar sus músculos pubocoxígeos (del pubis y el coxis), que al contraerse “atraparán” el pene del hombre en la vagina, la cual lo asirá estrechamente.

Entonces, la mujer se apoyará con sus manos como le resulte más cómodo y se moverá de arriba abajo, lo que le permitirá controlar la profundidad de la penetración y alcanzar sensaciones muy distintas a las que experimentaría si se moviera de adelante hacia atrás. Así, ella trabajará la parte interna de sus muslos y sus pantorrillas. Él, por su parte, deberá levantar su cabeza y contraer sus abdominales, lo que además de una buena visión de lo que ella hace, le ayudará a trabajar el famoso six pack.