Propósitos para el 2016: Cambio de trabajo

Claudia Martínez Ochoa, 15/12/2015

Tres 'life-coaches' (entrenadores de vida) asesoraron a 3 mujeres en el amor, el trabajo y el dinero. Así le fue a Claudia Martínez en el tema laboral.

Imagen: Ingimage - Foto:

Cuando estaba en la década de mis veinte, medía mi vida en períodos cortos de tiempo basados en cada una de las etapas que había trazado de ante mano, como si tuviera un mapa o una guía de instrucciones. Las decisiones me parecían fáciles porque tenía metas muy claras, y así el número de variables a ser consideradas eran limitadas. Estos años pasaron en un abrir y cerrar de ojos entre el pregrado, la maestría y mi entrada al mundo laboral sin mayores angustias ni preocupaciones existenciales.

Sin embargo, a medida que fue pasando el tiempo sentí cómo la toma de decisiones se fue complicando porque el camino dejó de estar trazado y las metas ya no eran ni tan claras ni tan concretas. A los 31 años caí en cuenta de que había dejado mi mapa de vida tiempo atrás y que no tenía claro hacia dónde estaba yendo.

Tenía metas abstractas como “ser feliz”, o “tener una carrera que me apasione”, pero después de 6 años en un trabajo fantástico con un equipo maravilloso me surgieron preguntas, ¿Y ahora qué sigue?, ¿estoy en el lugar correcto?. Dicen que la generación del milenio está constantemente buscando nuevos desafíos intelectuales.

No sé si esto sea cierto o no, solo sé que un día, efectivamente, sentí que necesitaba un nuevo desafío y aprender algo nuevo. La simple pregunta de, ¿Y ahora qué?, si bien suena inofensiva, a mí me pareció profundamente asustadora porque no tenía la respuesta.

Pasé los siguientes 9 meses pensando todos los días en esta pregunta, y lo único que logré fue confirmar que era tiempo de hacer un gran cambio. Sin embargo, aun tenía una infinidad de variables por decidir, y entre más reflexionaba, más abrumada me sentía con miles de preguntas sin respuesta. Fue en ese momento cuando, por casualidad, me encontré con la coach Vanessa Defournier, me dio curiosidad el tema y decidí reunirme con ella para entender de qué se trataba el coaching.

El primer dictamen de Vanessa fue explicarme que lo que sentía era normal, porque por primera vez me enfrentaba ante circunstancias desconocidas con miles de posibilidades, lo que me había llevado a una “parálisis en la toma de decisiones”. Para sacudir esa parálisis, lo primero que tenía que hacer era bajar el nivel de ansiedad; lo segundo era entender cuáles eran mis prioridades y mi plan de vida a largo plazo, y de ahí ver qué decisiones de corto plazo tenían sentido.

La primera tarea fue responder a un largo cuestionario con preguntas sobre mi personalidad, mi familia, los momentos claves de mi vida y las metas concretas que quería para los próximos 12 meses. Las metas no eran solamente en términos de trabajo, sino también a nivel personal, porque la vida y el trabajo están íntimamente ligados y las decisiones de carrera no se pueden tomar en un vacío sin considerar el contexto completo. Me pareció desafiante este ejercicio, porque no estamos acostumbrados a hacer este tipo de introspección.

Para bajar la ansiedad hicimos, entre las dos, un calendario semanal para hacer deporte y la primera semana me comprometí a hacer deporte todos los días y después 3 a 4 días por semana. El objetivo era encontrar un espacio para mí, para dejar de pensar y poder relajarme y bajar el estrés. La mente no puede estar a mil revoluciones 24 horas al día, y se requieren espacios de pausa, calma y tranquilidad.

Cada semana tiene tareas concretas, por ejemplo, mis tareas incluían tener que responder a preguntas como, “¿Cuáles son las tres cosas concretas y medibles que quisieras en 2016?”, o “Descríbeme la vida que quisieras tener en 10 años pero no de forma genérica, dime, específicamente, dónde quisieras vivir, qué tipo de trabajo quisieras tener (qué tipo de responsabilidad, salario, equilibrio vida-trabajo), quisieras o no tener hijos, estar o no casada, etc.”, “Prepara una lista de las ciudades donde pudieras vivir en 10 años, y la lista de las ciudades donde jamás quisieras vivir”, o “Prepara una lista de las empresas para las cuales quisieras trabajar y por qué”.

Las preguntas a largo plazo son muy interesantes, porque el objetivo fue entender cómo a veces estaba dispuesta a contemplar muchas decisiones en el corto plazo (1 a 3 años) sin darme cuenta de que no eran compatibles con mis planes de largo plazo.

Todos tenemos una tendencia a seguir con la ilusión de los veinte años, dónde las repercusiones de nuestras decisiones (o falta de decisiones) solo afectan el corto plazo y por ende creemos que en el último momento podremos enderezar el barco para llegar a nuestro destino final. En realidad, a los treinta todas las decisiones (o la falta de ellas) nos acercan o nos alejan del camino a donde queremos llegar.

Es decir, el barco siempre avanza, la pregunta es hacia dónde queremos que vaya. En los treinta, el corto plazo se vuelve el largo plazo en un abrir y cerrar de ojos, y si no pensamos de manera estratégica sobre lo que queremos, corremos el riesgo de dejar pasar la vida que queremos (una oportunidad de trabajo única y/o perder una pareja ideal).

A primera instancia, las preguntas sobre los planes de vida u objetivos suenan fáciles, pero en el momento de responderlas a consciencia uno se da cuenta de lo difíciles que son, justamente porque nadie nos enseñó a hacer altos en el camino para reflexionar sobre cuál, cómo, dónde y con quién es la vida que quisiéramos construir, y qué decisiones deberíamos tomar para llegar allá.

Somos víctimas de la rutina y de la falta de tiempo, al punto de que los días y los años pasan sin que reflexionemos un solo día sobre nuestra vida. Generalmente, la gente suele tener momentos de reflexión solo cuando entra en una crisis existencial y cae en la cuenta de que no está donde quisiera estar, y que posiblemente ya es demasiado tarde para cambiar de rumbo.

Para mí no hay nada peor que sentirse víctima de las circunstancias sin tener control alguno de su propia vida, como un barco que flota sin rumbo. Cada día tiene que ser un producto de nuestras propias decisiones, por más difíciles que sean. En el proceso de coaching aprendí que las decisiones como adulto son muy complejas y no son blanco o negro, sino más bien una gran matriz de decisiones que tenemos que construir basadas en nuestras prioridades.

Cada decisión implica algún ajuste, sacrificio, o cambio, es decir, no existe el mundo perfecto, ni el trabajo perfecto. Lo que tenemos que mantener siempre a la vista es cuáles son nuestros must haves (lo mínimo que necesitamos para una vida plena) y evitar nuestros deal breakers (lo que bajo ninguna circunstancia estamos dispuestos a aceptar). Por ejemplo, si mi objetivo es ser gerente de una empresa, tengo que ser consiente de lo que eso implica, y qué estoy dispuesta, o no, a sacrificar para lograr esta meta (ej. grandes responsabilidades implican menos tiempo libre, y el ejercicio es entender cuál es ese equilibrio que nos funciona a cada uno).

Para mí, el coaching ha sido un espacio clave de introspección profunda con alguien neutro de confianza que me cuestiona, que me obliga a ser honesta conmigo misma, que me ayuda a enfocarme, a organizar mis ideas y que me mantiene disciplinada con respecto a mis metas. El proceso de coaching no tiene nada que ver con un psicólogo, no se trata de entender la raíz de sus problemas, de si uno tuvo, o no, traumas de infancia, de si los papás le dieron a uno A o B, se trata de poder mirar hacia el futuro y avanzar hacia adelante.

Se trata de preguntarnos hacia dónde queremos ir, cómo tomar decisiones adultas a conciencia y de manera responsable para llegar hasta allá. En enero de 2016 empiezo una nueva vida, una nueva ciudad en un nuevo país, con la tranquilidad de que cada paso que dé será porque lo quise dar.

La coach: Vanessa Defournier
Global Leadership Coach
1(202)-213-7107



Global Coach en liderazgo y nacida en Panamá, ha vivido y trabajado en Francia, Reino Unido, Brasil, Perú, México, Argentina y Estados Unidos. Posee una maestría en gerencia del desarrollo (MSc) de la London School of Economics, y una maestría en asuntos internacionales (MS) de Sciences Po Paris, donde también obtuvo su pregrado en ciencias políticas. Está certificada en leadership coaching por la Universidad de Georgetown, EE.UU., y trabaja en francés, español, portugués e inglés.