Dormir mal pasa cuenta de cobro

Revista FUCSIA, 19/6/2014

Si te cuesta despertar cada mañana, te sientes de mal humor durante el día y el café es el mejor aliado para mantenerte alerta, quizá el origen de los problemas está en la cama. Aunque no creas, dormir mal ha sido el origen de grandes tragedias.

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“Mis errores más graves los he cometido porque estaba muy cansado”, reconoció alguna vez Bill Clinton. Al parecer, el expresidente encontró la excusa perfecta, avalada por la ciencia, para su affaire con Monica Lewinsky: dormir escasas cinco horas, cuando el promedio aconsejado por los expertos es de dos o tres más.

La historia también apoya su teoría. Entre las causas de famosas catástrofes como la de Chernóbil estaría la falta de sueño. Sin ir muy lejos, un estudio realizado por el Center for Disease Control and Prevention en Estados Unidos, encontró que una de cada 25 personas admitía haberse adormecido el mes anterior mientras manejaba, lo que implica que entre el 15 y el 33 por ciento de los accidentes automovilísticos fatales podrían involucrar a un conductor somnoliento.

Razones suficientes para apoyar la perspectiva de la columnista Arianna Huffington, quien sostiene que “pasar derecho” y trabajar sin descanso no debe ser  un símbolo de virilidad: “Una vez cené con un hombre que se ufanaba de invertir tan solo cuatro horas en descansar. Tuve que aguantarme las ganas de decirle que nuestra conversación hubiera sido al menos más interesante si él permaneciera mayor tiempo en la cama”.

Russell Foster, neurocientífico de la University of Oxford y autor del libro Sleep, sostiene que el ser humano está siendo “arrogante” al ignorar la importancia del sueño: “En la actualidad estamos durmiendo una hora y media o dos menos que en la década del sesenta. Es un cambio drástico motivado por el afán de nuestra especie de controlarlo todo, hasta los ciclos de claridad y oscuridad, olvidándonos de que somos el producto de casi cuatro mil millones de años de evolución”.

El  profesor le explicó a FUCSIA que el reloj biológico interno ha perdido la sincronización y que los animales nocturnos son los que desarrollaron grandes orejas, ojos y quizá bigotes, adaptaciones inútiles en la luz. “Cada persona debería aprender a escuchar las necesidades de su cuerpo: si alguien se levanta cansado y toma mucho café o bebidas energizantes para sobrellevar el día, si se comporta de manera impulsiva y sus allegados le advierten que su genio ha cambiado, son señales de que no está durmiendo bien. Y empieza un círculo vicioso porque luego del exceso de estimulantes tomados, llega la noche y consume pastillas o alcohol con la idea de descansar”.

Con tales hábitos no es casualidad que haya un cierto resentimiento colectivo contra la almohada. La pregunta “How to sleep?” (¿cómo dormir?) era la expresión más buscada para 2012 en Google, que hoy arroja alrededor de mil millones de resultados al respecto.

Un reporte realizado accidentes automovilísticos fatales señaló que la mitad de los británicos tiene problemas para conciliar el sueño, y que de estos, el 93 por ciento mostraba bajos niveles de energía; el 83 por ciento se quejaba de cambios bruscos de ánimo; el 77, de falta de concentración; el 64, de ser menos productivos en el trabajo, y el 55, de enfrentar dificultades en su relación de pareja.

Otro dato que refleja la gravedad del asunto es que uno de cada cuatro estadounidenses toma medicamentos para dormir. Las investigaciones han establecido que las mujeres son más irritables y hostiles que los hombres cuando les falta el descanso, debido a un desbalance hormonal.

Ese espíritu soberbio del que habla el doctor Foster hace que muchos estén convencidos de que pueden recuperarse pasando más tiempo bajo las cobijas los fines de semana, pero un informe de la University of Texas concluyó que de esta manera solo se siguen alterando los patrones naturales, lo que lleva a que el lunes sea más difícil despertarse. Y si bien hay quienes aseguran haberse acostumbrado a tal ritmo, los resultados de sus exámenes para medir el desempeño mental van cuesta abajo.

Aunque la falta de sueño no es un mal exclusivo de esta época –si no, que les pregunten a los que siglos atrás tenían que dormir sobre colchones de pelo de caballo, en camas comunales y cuartos donde se resguardaban los animales–, la tecnología ha tenido un gran impacto. “La electricidad es menos costosa y facilita irrespetar la noche. Creemos que podemos estar activos las 24 horas de los siete días de la semana”, concluye el especialista.

Por su parte, la psicóloga Linda Blair, autora del libro The Key to Calm, agrega que las pantallas son las principales culpables: “La exposición a la luz de las tabletas, los computadores y teléfonos poco antes de dormir suprime la melatonina, una hormona que aumenta sus niveles en la oscuridad, de manera que es imposible relajarse pues el organismo piensa que es de día y prevalece el estado de alerta”.

Con los aparatos también se llevan los problemas a la cama, pues significa estar conectados sin tregua: el estrés laboral mantiene despiertos a un 46 por ciento de norteamericanos. Lo paradójico es que se estima que el insomnio le cuesta a su país 63.000 millones de dólares anuales en razón de la baja productividad.

Sin embargo, no se trata de mera cuestión de rendimiento. Dormir, como tomar agua y comer, es un asunto de vida: es un periodo en el que se eliminan toxinas y se procesa la información del día. Una mala noche significa perder varios puntos de coeficiente intelectual. Por eso a muchos estudiantes les diagnostican erróneamente  y cardiopatías. En últimas, según algunos estudios quienes duermen menos de cinco horas tienen un 15 por ciento más de riesgo de muerte.

Algunos científicos tildan de apocalíptica esta visión; consideran que la calidad es más importante que la cantidad de horas y que lo que de verdad hace daño es la exagerada preocupación en torno al sueño, evidente en una industria global valorada en cerca de 35.000 millones de dólares. Aun así, las personas cambian con mayor facilidad de televisor y de celular que de colchón. Y tal vez la solución al problema no requiera de pastillas, sino de invertir en una cama cómoda y unas buenas persianas.