¿Salir de la tusa en un 2 x 3?

Revista FUCSIA, 18/9/2014

Hay que vivir la tristeza para empezar a sanar. La coach Carolina Alonso opina que lo realmente dañino es evadir este sentimiento: “Su primera tarea es comprender sus emociones para no quedar atascada en ellas”.

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Los remedios populares enseñan que las penas se ahogan en alcohol y que un clavo saca a otro clavo. Hablar mal del otro hasta el cansancio y refugiarse en el trabajo también forman parte del recetario. “Sin embargo, estos son solo comportamientos adictivos, estrategias para posponer el difícil compromiso con nuestra verdadera sanación”, explica Carolina Alonso, especialista en comunicación y coach ontológico.

Y, aunque suene poco alentador, aclara que la tusa no es el duelo: “Es solamente el estado inicial, posterior a la terminación de la relación, una reacción emocional en la que no se vislumbra todavía ninguna forma de sanación; en algunos casos, ni siquiera se percibe la terminación como una pérdida. Salir de la tusa implica darle lugar al duelo, es decir, que no es el final del dolor sino el comienzo del proceso. Si no damos este paso, podemos quedar cautivos en el mix emocional”.

Para lograrlo, Alonso invita a las entusadas a iniciar el trabajo en un 2 x 3: dos etapas que incluyen cada una tres pasos. “No es fácil darlos, pero tampoco lo es quedarse atrapado en el sufrimiento o perderse en alguna estrategia inútil de evasión”.

La etapa 1 está relacionada con identificar qué se siente. Las emociones que generan sufrimiento son la expresión de una necesidad no satisfecha. Por eso, en esta situación, la primera responsabilidad es distinguir la forma del dolor, es decir, las distintas emociones que se mezclan en ese estado pantanoso que es la tusa, para estar en capacidad de recibir lo que en realidad se requiere.

Estos son algunos pasos que resultan útiles en esta etapa:

Paso 1: recuerda una escena que represente el fin de la relación (puede ser la última –el cierre– o cualquier otra que condense para ti el deterioro del vínculo de pareja). Obsérvala desde afuera, como si se tratara de una película y tú fueras una espectadora que tiene el deseo de comprender. Es lo único que deseas: comprender.

Paso 2: cada vez que veas a tu personaje, haz un cambio en su postura o en tus gestos, detén la cinta. Realiza una intervención en la escena y pregúntate: ¿Qué sientes ahora?, y escucha la respuesta.

Paso 3: después pregúntale: “¿Qué necesitas ahora?”, y escucha la respuesta. Reanuda la película y repite los pasos 2 y 3 cuantas veces sea necesario.

Al finalizar este ejercicio tú tendrás una lista de emociones acompañadas de sus respectivas necesidades, por ejemplo, rabia –“quiero que mi expareja reconozca que se equivocó”–; desconfianza –“esperaría que me dijera lo que en verdad piensa”–; miedo –“necesito sentir seguridad”–.

También es útil imaginar una escena, como la continuación de la película, en la que le preguntas a tu ex qué siente, qué piensa de verdad… siempre desde la perspectiva de un auténtico deseo de comprender. Es muy probable que en la realidad no recibas lo que esperas del otro. Por eso, escenificar esa conversación ayuda a lograr tranquilidad porque el cerebro emocional no solo responde a hechos reales.

La etapa 2 consiste en asumir tu responsabilidad y recuperar tu poder. Se trata de un proceso individual. Cuando tu felicidad depende de otro, esa persona tiene poder sobre ti. Solamente al asumir tu responsabilidad podrás entender lo que necesitas aprender y sentir que tu vida está en tus manos. Por eso debes hacerte una serie de preguntas: “¿Cómo contribuí con lo que hice al deterioro de la relación?”. “Dada mi forma de actuar, ¿qué necesito aprender a hacer mejor o diferente para no repetir esta historia?”. “Y de esto que veo, ¿qué debo aprender?, ¿qué puedo hacer en mi relación conmigo misma ahora?”.

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Esos interrogantes pueden ser respondidos, por ejemplo, así: “Me quedé callada cuando algunas cosas que mi pareja hacía no me gustaban”. “Necesito aprender a decir lo que pienso y a afrontar los conflictos que esto pueda generar”. “Cuando sienta que algo de lo que yo hago no me gusta, voy a decírmelo con claridad y actuaré en forma coherente con aquello en lo que creo y valoro”.

Una vez realizado este proceso llegará la claridad y será más fácil elaborar la pérdida. El error más frecuente consiste en ponerle máscaras a la tristeza: es común llorar por orgullo, rabia o viejas heridas, cuando en realidad la única manera de sanar es admitir con franqueza que lo que más duele es que el otro se haya ido.