Suzy Menkes se muda a Vogue

Revista Fucsia, 27/2/2014

Las críticas agudas como editora de estilo del International Herald Tribune se mudan a las 19 versiones digitales de esta importante revista de moda. Esta columnista, catalogada como el terror y la brújula para los diseñadores, cambia tras 25 años en el mismo cargo.

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El rumor con el que amanece el mundo de la moda y que nació en los pasillos de The New York Times, es que la famosa columnista de moda abandonará su lugar en el International Herald Tribune, el que ha ocupado desde 1988, para hacer parte de la prestigiosa publicación Vogue. Su nuevo trabajo será el de crítica de moda, con se en Londres, desde donde reportará para las 19 versiones de la publicación, incluyendo Francia, Italia, China y España, reseña la web especializada Style.com. "El cambio es bueno, de eso se trata la moda", dice la afamada critica.

Y es que la pregunta habitual entre quienes se mueven en el círculo de la moda es "¿Leíste a Suzy?". Así ha sido desde que una mujer con un peculiar rollo de pelo frontal, y con su pluma mordaz, se puso al frente de la sección de estilo del International Herald Tribune. Por esos rasgos característicos, a Suzy Menkes la han denominado “la samurái”, pues más allá de su peinado, no teme emitir juicios devastadores con un toque de gracia, ni merecidas alabanzas a las colecciones de los diseñadores, un derecho que ha ido forjando en sus más de cuarenta años en la industria.

“¿No hay ya suficiente agresión en el mundo sin necesidad de modelos que le gruñan a la audiencia?”, le reclamó alguna vez a John Galliano, entonces creativo de Dior, lo que ocasionó que el conglomerado de marcas de lujo LVHM amenazara con vetarla de sus exhibiciones (aunque la pataleta duró menos de una semana). Oscar de la Renta ha admitido que a veces ella hiere sus sentimientos “muy profundamente”, pero que su conocimiento es innegable.

También ha motivado una serie de rutinas. La frase “el show no comienza hasta que Suzy llegue” ya es parte de la tradición; si ella no está presente no vale la pena iniciarlo. Alber Elbaz, estrella de Lanvin, le confesó a The New Yorker que cuando diseña la invitación para una de sus pasarelas, escribe el nombre de la británica en la copia de prueba: “Si luce bien sé que puedo imprimir el resto”. Él reconoce haber sufrido de insomnio la noche siguiente a una presentación, porque no soporta tener que esperar hasta las seis de la mañana para leer la respectiva reseña. Pese a esa tortura, la describe como una especie de mamá: “Cuando hacemos una buena colección, Suzy se muestra feliz por nosotros, y cuando producimos una mala, parece que estuviera furiosa”.


Suzy Menkes en al desfile de St Lauren en la Semana de la Moda de París 2014

En 2007 la editora lanzó su sable contra Marc Jacobs en la Semana de la Moda de Nueva York: “con dos horas de retraso y demasiado bombo, simboliza todo lo que está mal en el mundo de la moda”, escribió. En su siguiente espectáculo, para congraciarse, él dejó en el asiento reservado para Menkes en la primera fila, una camiseta estampada con una caricatura de ambos. (Lee: 'El adiós de Marc Jacobs').

Después de haber sido nombrada Oficial de la Orden del Imperio Británico y condecorada con la Legión de Honor francesa, en los pasados British Fashion Awards, esta autora de varios libros y ensayos recibió un reconocimiento especial por sus aportes al periodismo. Uno de tantos es recordarles a las marcas que el propósito central de hacer ropa es crear prendas que la gente quiera usar, con objetivos tan sencillos como “cubrir el cuerpo, dar satisfacción y hacer sentir bien, sin que tenga que haber una gran aspiración intelectual”, explicó a Another Magazine.

Tampoco cree en las pretensiones de la elegancia: “Jacqueline Kennedy siempre lucía fabulosa, incluso con cosas simples”. Lo que sí advierte es que la moda funciona como una lección de historia, pues es un reflejo de los tiempos, “como en los años veinte cuando las mujeres se cortaron el pelo y le quitaron longitud a sus faldas por primera vez... Algo estaba pasando en el mundo”. “Suzy Menkes nos ha enseñado que la moda debe ser tratada como cualquier tema periodístico, como la política y la economía, con profundidad e investigación. Le ha otorgado seriedad y credibilidad a ese universo fugaz y superficial, entendiéndolo desde el contexto social y no simplemente a partir de una tendencia del color”, le comentó a FUCSIA la analista Catherine Villota, creadora de la página web Fashion Radicals. Para la profesora Janice Ellinwood, experta de la Marymount University, “ella ha sido elogiada por su ética, al promover, por ejemplo, la democracia en la integración de los shows en la Semana de la Moda de París. Su perspectiva fue global antes de que ‘global’ fuera un concepto popular”.

El mantra de Menkes como crítica sostiene que “algo no es bueno porque te guste, te gusta porque es bueno. Mis juicios no tienen que ver con la ropa que me pongo, sino con cómo una colección se ubica dentro del léxico de un diseñador”. Porque si bien se califica de maximalista consumada, amante del color y no del negro, valora las creaciones de minimalistas del tipo Armani y Céline, “aunque no las use”. Y es que su resonancia contrasta con su ausente aire de diva, propio de colegas como la editora de Vogue, Anna Wintour. “Trágicamente, ningún gran jefe de marcas de lujo me pregunta mi opinión. Tal vez van donde Anna, pero creo que acá no se acercan porque les diría lo que pienso de verdad”, bromeó alguna vez. Lo cierto es que su opinión tiene la capacidad de cambiar el valor de las acciones de una firma.

Su excéntrico peinado, más que ser la creación de una identidad que acompañe su estatus, nació de la practicidad, pues no podía escribir con el pelo en la cara. No se trata de una necesidad menor, si se tiene en cuenta que ella es responsable de más de 300.000 palabras al año en sus columnas y con tal de entregar a tiempo un texto, no es raro que use como escritorio el asiento de una moto parqueada a la salida de un desfile. “En cada show siempre está totalmente concentrada en su labor, no espera ser fotografiada. Lo habitual es verla mecanografiar como loca esas reseñas en las que otros colegas se inspiran y que los diseñadores esperan nerviosos”, expresó a esta revista Noreen Flanagan, directora de Elle Canadá. Por eso su constante crítica a la parafernalia en torno a las pasarelas, “al circo de celebridades famosas por ser famosas, que son conocidas por sus páginas de Facebook y blogs”, a los exhibicionistas que quieren robarse el protagonismo y que no se avergüenzan al anunciar que aceptaron el regalo de un diseñador, “léase soborno”, como escribió recientemente. Si las marcas le envían un obsequio, ella lo devuelve con una escueta nota: “Fui criada para pensar que las mujeres no deben aceptar más que flores y chocolates”.

Sus genes son, según Menkes, los responsables de tal obsesión por la moda. Su padre, un oficial belga que murió en la guerra antes de que ella naciera, en combate “solo cargaba con un par de medias de seda. De ahí viene mi amor por ese lujo que uno puede sentir y hasta oler”. También la marcó el hecho de que pese a los aprietos económicos, nunca vio a su mamá desarreglada. El flechazo final se lo dio París, una ciudad de la que se enamoró en su adolescencia cuando hizo un curso de costura. “La clave está en los taxistas. Uno británico te hablará de deportes. En Nueva York se preocupará por el número de cuadras que le tomará llevarte; a un parisino le interesa saber cómo le está yendo a John Galliano”. Allí, su inicio en el mundo de las pasarelas fue con escoba en mano y una pañoleta amarrada a la cabeza: Fingía ser una aseadora y llegaba al lugar del evento a las cinco de la mañana para camuflarse luego entre los asistentes.

Para cuando ganó una beca en Cambridge, donde se graduó en historia y literatura, ya sabía hacerse su ropa, pues no tenía dinero para darse gusto. Gracias al talento que demostró escribiendo en el periódico universitario llegó al Times de Londres; en 1978 se convirtió en su editora de moda, y una década más tarde estaba al mando de la sección en el Tribune, cuya sede está en su ciudad favorita.

Desde entonces estima que ha llegado a asistir a 600 desfiles al año, una maratónica carrera que no le ha impedido estar cerca de sus tres hijos, al punto de que hoy la nieta mayor está siguiendo sus pasos y confecciona sus propios vestidos. “La moda es global, y no la puedes seguir a menos de que veas todo”. Pero sí acusa al acelerado ritmo actual, que obliga a los diseñadores a presentar diez colecciones anuales sin posibilidad de trabajar lo suficiente en la inspiración, del declive de figuras como Galliano, y de afectar a los talentos emergentes que ella suele respaldar, en busca de “momentos de epifanía”. Un precio demasiado alto a pagar en nombre de la “novedad interminable”.

“No podemos cambiar el mundo, para qué decir que nos gustaría seguir moviéndonos en carroza y no en auto”, aclaró al diario ABC. Sin embargo, considera que la mayor prueba “de la belleza de la ropa bien diseñada” es que siga vigente, así como ella sigue siéndolo a sus 70 años, en una industria en la que todo suele ser efímero. De hecho, en meses pasados la editora decidió subastar su guardarropa y hasta Naomi Campbell la llamó para adquirir sus vestidos sesenteros Ossie Clark, de seda.

Al ver su colección completa, Suzy Menkes fue consciente de que las prendas hablan de sus dueños. Las de ella, con las “jugosas combinaciones de estampados” que no ha temido repetir en varias ocasiones mezclándolas con diversos accesorios, expresan mucho de su goce por la vida. En cuanto a los zapatos, ella sentencia que hubo poco que mostrar: “nunca han estado preparados para trabajar tan duro como yo, y después de un par de años, solo unos cuantos sobreviven para contar mi propia historia de la moda”.