La posibilidad de construir un nuevo cuerpo

Revista FUCSIA, 16/10/2014

Las transformaciones físicas que tienen que enfrentar las mujeres después de la mastectomía abren el camino para apropiarse del propio cuerpo e identificarse con nuevas formas y roles de belleza.

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“Lo primero que uno tiene que entender cuando se diagnostica el cáncer es que es una situación que amenaza la vida. Y el primer instinto es sobrevivir”, afirma Catalina Payán, psicóloga especialista en dolor y cuidados paliativos del Hospital Pablo Tobón Uribe. Lo que primero moviliza a una mujer que padece cáncer de seno es la pelea por la vida; antes que pensar en las consecuencias le espera una lucha por vencer una situación que afectará también a sus hijos y a sus seres queridos, porque debe hacerse cargo de una responsabilidad con la que no contaba y, al final, entregarse a lo que será un encuentro inexplorado con ella misma.

Pero lo cierto es que aunque es un desafío que a cambio de ser aceptado ofrece de nuevo la vida, solo el proceso dará el veredicto y atravesar esta situación no será un reto fácil. El tratamiento para el cáncer puede producir la caída del pelo, cambios en el color de la piel, dolores foráneos que confirman que el cuerpo lucha contra sí mismo, y alteraciones físicas que, como la pérdida parcial o total de los senos, cuestionan el significado de la feminidad. “La pérdida de uno o de ambos senos es una situación de dificultad para cualquier mujer –afirma Catherine Supelano, psicóloga oncóloga de la Clínica del Country–, no solo porque se pierde una parte del cuerpo, sino porque el seno tiene un significado de feminidad, maternidad, sensualidad y sexualidad, y por lo tanto, ante su pérdida se resignifican muchas cosas”. La mujer se encuentra frente a una inminente necesidad de hacerle un proceso de duelo a esa parte del cuerpo que la ha acompañado durante toda su vida. En esta etapa no hay que hacer balances ni banalizar la pérdida por el hecho de haber garantizado la vida: es necesario atravesar ese proceso doloroso para lograr un nuevo reconocimiento y buscar ayuda si se encuentran dificultades para adaptarse a la situación.

La palabra que vale rescatar a continuación es “resignificar”. Gracias al cáncer de seno y no a pesar de él, la mujer puede asumir el reto de ser nuevamente otra, de reconocerse y redescubrirse. Esta idea no proviene directamente de una mujer víctima de cáncer, pero sí de una que tuvo que reinventar su cuerpo a raíz de la pérdida de sus dos piernas. La modelo Aimee Mullins, quien tiene sus dos pantorrillas amputadas desde niña, se ha hecho famosa por reivindicar la belleza en la combinación enérgica de su cuerpo y sus piernas protésicas. Aimee ha sido celebrada desde la diferencia por el mundo de la moda: en 1999 desfiló para Alexander McQueen con un par de prótesis de madera tallada en forma de botas, diseñadas exclusivamente para ella. Tal diseño y la manera como se acomodaba a su cuerpo resultó tan armonioso que nadie notó la discapacidad. Luego Aimee apareció en la película de Matthew Barney 'The Cremaster Cycle', interpretando varios papeles, utilizando prótesis de cristal y ha hecho mundialmente reconocibles las “piernas de gacela” con las que ha competido como corredora.

En su famosa charla 'Mis 12 pares de piernas', Mullins afirma: “Mis piernas pueden ser esculturas”. Esto significa que sus prótesis no solo guardan apariencias, no solo son útiles, no solo llenan un vacío. Son adaptables, modifican su estatura, se convierten en ornamentos y en artefactos para saltar mucho más alto que si tuviera sus dos piernas. Su manera de celebrar el cuerpo y sus limitaciones hacen surgir preguntas sobre la belleza, la autonomía, la feminidad y la identidad. ¿Qué sucede cuando perdemos una parte de nuestro cuerpo? ¿Es realmente la ausencia lo que nos queda después de todo? Tal vez no, tal vez todos los cuerpos que han sufrido una pérdida tienen derecho a dar la última palabra, incluyendo las mujeres después de la mastectomía. Si bien existen muchas opciones para las mujeres con cáncer que han perdido parcial o totalmente sus senos, como la reconstrucción, no se trata de disimular la pérdida. “La reconstrucción no es para ‘disimular’, ni para llenar una ausencia, nunca va a ser igual que antes, es para asumir un cuerpo relativamente nuevo”, afirma Catalina Payán.

Para otras mujeres la reconstrucción no es una opción, ya sea por decisión propia o por las particularidades de su enfermedad. Para ellas se han creado proyectos como P.ink: Personal Ink, que incentiva a las mujeres a tatuarse el pecho a su gusto, a decorar sus cicatrices y embellecerlas, a crear a través de la imagen dibujada una nueva forma de sensualidad. Lo que se logra es resignificar una experiencia de pérdida hacia una acción de celebración, de reafirmación del cuerpo sin pensarlo en términos de ausencia, de falta o, como lo ejemplifica Mullins, de mera discapacidad. Con o sin reconstrucción, toda mujer sobreviviente tiene el derecho a adueñarse de las interpretaciones sobre su cuerpo, a percibirlo nuevamente como bello, deseable y atractivo, (solamente a la espera de ser reconocido sin temores), y a reconfigurar una experiencia en apariencia limitante, en una promesa para la transformación utilizando los recursos que necesite. “Las mujeres mastectomizadas siempre pueden adaptarse a su nueva condición y crecer a partir de este proceso, tanto de manera individual como en pareja. La vida íntima puede normalizarse e incluso ser mejor que antes”, dice Catherine Supelano.

Un ejemplo de adaptación es Lina Hinestroza, quien lidera la campaña de concientización para la detección del cáncer de seno Modo Rosa, apoyada por marcas como Éxito y Vélez, y quien cuenta que cuando le diagnosticaron un cáncer le dio la bienvenida a la caída del pelo. Su apariencia formó parte de un símbolo muy rápidamente identificable y siempre ha dicho con gracia que la caída del pelo no es una señal de su enfermedad sino de que el tratamiento está produciendo el efecto esperado. Mientras que un cuerpo ideal no siempre fortalece a una mujer, el poder de una sobreviviente de cáncer es la oportunidad de ser la creadora de una identidad femenina a su medida. (La invitación a reconsiderar las nociones de belleza siempre es un evento positivo.)

“Para mí el cáncer de seno es vida, crecimiento, fortalecimiento, descubrir muchos potenciales que si no hubiera sido por la enfermedad no hubiese encontrado. Solo descubrí esos talentos a partir de un momento de dolor y de dificultad, de incertidumbre”, afirma Claudia Urrego, presidenta de la Fundación Fundayama, para las mujeres con cáncer de seno en Medellín.

Tener un cuerpo con cicatrices y reconstrucciones es poseer un cuerpo que ha pasado por un proceso terapéutico y se ha salvado, es sinónimo de vida, no de pérdida. Al tener que resignificar la propia feminidad, la mujer sobreviviente de cáncer de seno ha tenido que experimentar el mundo de una manera más genuina, más propia, más suya, una reconfiguración que no es más que la consecuencia de volver a aprender a celebrar la vida. Se trata, sobre todo, de entender que lo que hace a una mujer hermosa no es lo que la asemeja a todas las demás, es lo que la identifica, lo que la hace diferente, otra, así sea frente a ella misma: frente a aquella persona que era antes de la enfermedad.