Tener sexo no es la moneda de cambio para el amor

, 30/3/2014

Puede ser que el uso de condones y de anticonceptivos se haya vuelto habitual, pero eso no significa que las mujeres no tengan que pagar cara esta conducta. Tener múltiples parejas no es bueno para el cuerpo ni para el alma.

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Por Lila Ochoa

La lucha de las mujeres por ocupar su lugar, de igual a igual, frente a los hombres, empezó hace miles de años y hoy, veintiún siglos después de Cristo, todavía no lo hemos logrado. Hace menos de cincuenta años adquirimos el derecho a votar. Hasta los años setenta era imposible separarse de un marido violento, pues no existía el divorcio, y todavía hoy, en Colombia, las mujeres ganamos mucho menos que los hombres.

Valga este preámbulo para observar que después de cuarenta años de feminismo nuestras hijas, que deberían estar seguras de que tienen total derecho a elegir, y saberse valiosas y únicas, ahora, más que nunca, se sienten inseguras. Y es que la belleza se ha vuelto una obsesión. Las mujeres perciben que son evaluadas por sus atractivos físicos y piensan que deben complacer a todo el mundo, como si se tratara de una salsa de tomate o un carro deportivo que hay que ensayar antes de comprar.

El tema de la sexualización empieza desde la más tierna edad. A los 4 años las niñas ya están jugando a las princesas, aprenden a maquillarse y, sin pensarlo, adoptan actitudes de seductoras, todo ello como un juego que los grandes les celebramos. No es nada nuevo, pero en realidad no hemos creado conciencia acerca de lo que esta actitud puede producir en una niña más adelante. No hay que irse a los extremos, pero según los expertos, el proceso de madurar lo desarrollan los seres humanos por sí mismos, y para asumirlo no necesitan interferencia paterna, pues al llegar a la pubertad la naturaleza se encarga de hacer que así suceda.

Como me decía mi abuelo: “no hay que madurarse biche”. Y yo agregaría que hay un ritmo natural de maduración personal que hay que respetar.
Es fácil culpar al cine, a las revistas, al mundo que nos rodea, que evoluciona y no siempre de la mejor manera, de acelerar la llegada de la pubertad. Sin embargo, en estas cosas no se trata de volverse extremistas, de desconectar la televisión y quemar las revistas, como cierto procurador pretende. Pero como padres tenemos que permanecer alerta para que cuando llegue el momento en que las niñas inician una relación, esta no termine en llanto y confusión.

Para empezar, lo de los “amigos con derechos” se ha institucionalizado, pero en detrimento de las mujeres. Si para los muchachos esta es la situación ideal, para las jóvenes puede resultar realmente destructiva. El primer amor es un asunto de explorar, confiar y entender la atracción, el deseo y el sexo. Pero cuando una joven no puede confiar en que su “amigo con derechos” no representa para ella una relación exclusiva, puesto que es “amigo” de algunas más, y desaparece cualquier día porque ve “horizontes” mejores, la experiencia termina por dejarle a ella una huella ingrata e imborrable.

Pero lo peor sucede cuando una jovencita decide jugar ateniéndose a las mismas reglas. Según un estudio de la Universidad de Melbourne, el porcentaje de niñas que tiene parejas múltiples ha pasado de un 4 por ciento a un 20 por ciento en tan solo seis años. Y así como no es bueno para el cuerpo eso de tener múltiples parejas, tampoco lo es para el alma. Puede ser que el uso de condones y de anticonceptivos se haya vuelto habitual, pero eso no significa que las mujeres no tengan que pagar cara esta conducta. A la larga, la píldora trae complicaciones en lo que tiene que ver con la fertilidad, además de que la incidencia de infecciones como el sida no se puede dar por descartada. De modo que “ser muy sexy” antes de tiempo no resulta una buena idea, y la de los amigos con derechos tampoco.

Para concluir, no es cierto que la belleza sea lo más importante en una mujer, como tampoco lo es que tener sexo sea la moneda de cambio para conseguir amor. La mentira más grande es creer que tener relaciones sexuales con un extraño o con alguien que ni siquiera le gusta a uno sea válido. Pienso que una familia unida y amorosa es el mejor antídoto contra estas actitudes erróneas y perjudiciales, siempre y cuando reine el respeto dentro de ella. Porque las niñas que crecen a su abrigo maduran lentamente, para que después puedan ser libres a la hora de escoger.