Joyera de otras latitudes

, 16/10/2014

Aysha Bilgrami retoma la tradición pakistaní que hace de las joyas algo casi místico. Juegos de tamaños, formas inesperadas y acabados simples hacen que sus piezas pongan lo ancestral a conversar con las formas más contemporáneas.

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De niña no dejaba de colgarse encima desde los más finos collares que extraía en secreto del joyero de su abuela, hasta juguetes que convertía en innovadores aretes. Los recuerdos fotográficos dejan clara una devoción que sintió desde pequeña por decorarse. Su familia paterna, proveniente de Pakistán, le inculcó a Aysha Bilgrami una visión diferente, casi mística, de lo que era una joya.

En principio, se fue a Italia a estudiar diseño de moda. Durante sus clases, sin embargo, salía siempre a flote esa convicción suya de que era la ornamentación, más que las prendas en sí mismas, la que verdaderamente develaba el carácter de quien las usaba. Sus profesores empezaron a insistir en que debía concentrarse en los accesorios, pero ella quiso insistir un poco más en crearse una idea amplia y compleja de la moda.



De regreso a Bogotá trabajó en diseño y en el styling para marcas como Leal Daccaret, pero una idea no dejaba de rondarle la cabeza: quería tener su propia marca, una de joyas reales que develara todo ese glamour exacerbado, lleno de los detalles rimbombantes y complejos propios de las mujeres pakistaníes, y mezclarlo con formas depuradas, simples, que hicieran que las colombianas se identificaran con ellas. “Quería que una marca local pudiera apostar por joyas de piedras y metales preciosos. Pretendía retar algunas de las verdades infundadas que las mujeres parecían repetir como reglas del estilo”. Para Bilgrami, el dorado y la plata, el cobre y el oro se conjugaban perfectamente, y nunca había suficiente brillo en una pieza.

Así nació su marca, cuya primera colección está inspirada en una pieza que no solo parece encarnar más profundamente la identidad de los indígenas locales, sino que además está también presente de forma determinante en las culturas ancestrales de Pakistán. “La colección, llamada Meraqui, palabra que significa ’poner un poquito de sí misma en el trabajo‘, está inspirada en las narigueras precolombinas, piezas presentes en una multiplicidad de culturas”.

En concordancia con la tendencia mundial, Aysha creó además interesantes joyas que decoran toda la extensión del lóbulo de la oreja y se inspiró en la tradición pakistaní de unir piezas pesadas que para ser lucidas se amarran con un hilo ordinario que circunda la oreja. “Quise partir de allí, sin pensar en cuán pesadas y grandes eras mis joyas, porque encontré en este método una bella manera de posar casi cualquier cosa sobre la oreja”.

Finos lapislázuli cortados en formas cónicas, amarrados de unas detalladas cadenas con baño de oro, fueron su interpretación de esta vieja costumbre. “También hay midirings, pequeños aros pensados para que se detengan en la parte media del dedo, y busqué también crear piezas que emitieran sonidos, como los anillos gita, que suenan a medida que se mueven las manos”, concluye Aysha Bilgrami, diseñadora de piezas entrañables que permanecen en exhibición y a la venta en 8424 Estudio y en www.ayshabilgrami.com.