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El dilema de la eyaculación femenina

Arnoldo Mutis, 11/8/2009

Los científicos no se ponen de acuerdo con respecto de la expulsión de líquido que viven algunas mujeres antes o durante el orgasmo.

El diccionario define eyaculación como: “Emisión rápida y violenta de un líquido, especialmente de semen”. - Foto:

El diccionario define eyaculación como: “Emisión rápida y violenta de un líquido, especialmente de semen”, por lo cual, tradicionalmente se ha visto como una función netamente masculina. Así las cosas, suponer la posibilidad de una eyaculación femenina se consideró por años como una barbaridad o, al menos, una distorsión propia del cine porno. Ciertamente, es frecuente en esas películas la escena en que la protagonista expulsa por sus genitales una impresionante cantidad de fluido en pleno clímax, para deleite de los hombres que tienen en ello su mayor fantasía erótica.

La verdad es que no se trata de un truco visual ni de una invención. Entre 6 y 36 por ciento de las mujeres experimentan estas emisiones, de las cuales se sabe desde antaño. En la Antigüedad, Aristóteles las estudió al igual que Hipócrates y Galeno, los padres de la medicina. También da cuenta de ello el milenario Kama Sutra, el libro de aprendizaje de amor y sexo de India. En el siglo XVII, cuando Gaspar Bartholin hizo importantes hallazgos sobre la anatomía de la mujer, el tema volvió a la palestra. En el siglo XIX, el asunto fue visto como señal de perversión, un estigma que Sigmund Freud reafirmó a su manera, al señalar, en su libro Dora, que los llamados “jugos del amor” femeninos eran otra manifestación de la histeria.
 
Desde los años 40 del siglo XX, los estudiosos del sexo hicieron nuevas aproximaciones, hasta que en 1981 la doctora Beverly Whipple y compañía publicaron sus estudios confirmatorios del Punto G, la proverbial fuente del ardor femenino. La revolución del Punto G, a cuyo estímulo se deberían las emisiones, llevó a retomar el tema, pero a la fecha prevalecen las lagunas y escasean las claridades que las rodean en pleno auge de los estudios sexuales. Su naturaleza permanece tan confusa, que ni siquiera existe un nombre generalmente aceptado para designarlas. Hay quienes admiten que se trata de una eyaculación femenina, mientras que otros se oponen a ello, bajo la razón de que el líquido que expele la mujer no tiene propiedades reproductivas como el semen.

En Francia, uno de los países donde más han surgido estudios al respecto, mentes moderadas optaron por pasar de la discusión sobre si es eyaculación o no, para más bien atacar otros aspectos de la materia, como los sicológicos, que han permanecido descuidados por las investigaciones. Su primera tarea fue, entonces, buscarle un nombre al objeto de su estudio y se decidieron por una alternativa que, además de poética, no se mete en los terrenos de los puristas. Así, resolvieron llamar ‘mujeres manantial’ a las integrantes de esta especial minoría que se debate entre las delicias de un placer que definen como indescriptible y la desazón de sentirse ‘bichos raros’.

Sobre esto último, de entrada, es clave clarificar que no se trata de seres anormales, superdotados o desviados. Una acotación que resulta propicia cuando se descubre que, a lo largo de la historia, como todo lo que se sale de la norma o escapa a la comprensión inmediata, las ‘mujeres manantial’ ha sido vistas como diosas, pero también como brujas o demonios. “Anatómicamente, las ‘mujeres manantial’ no tienen nada que las diferencie de las otras”, recalca el ginecólogo francés Sylvain Mimoun, quien dilucida el tema en su reciente libro Ce que les Femmes Préférent (Lo que las mujeres prefieren).
 
En ese texto, él también explica que la condición de ‘mujer manantial’ no es definitiva ni se guía por características fijas. Así, mientras que unas descubren que lo son desde su primera relación sexual, otras lo hacen muy tarde. Hay quienes experimentan emisiones en todas sus relaciones, contra las que las tienen ocasionalmente o una sola vez en sus vidas.

Lo que sí tienen en común todas las ‘mujeres manantial’, es la vergüenza y la sensación de suciedad que sintieron la primera vez que, por sorpresa, además, experimentaron su particular flujo, de acuerdo con una encuesta realizada por la revista francesa Psychologies. Una explicación al respecto la dio en esa misma publicación el terapeuta sexual Alain Héril, quien asegura que por la falta de información sobre la cuestión, ellas creyeron que se estaban orinando. Lo malo es que no pocas retienen en adelante la expulsión, lo que, a su vez, las priva de sentir placer. Muchas veces, de otra parte, las ‘mujeres manantial’ no hablan con nadie de lo que les pasa, con lo cual, refuerzan el tabú del que son objeto.

Sin embargo, cuenta Héril, también hay ‘mujeres manantial’ que adoptan una actitud positiva y serena cuando descubren su condición sobre si no son muy sensibles a los tabúes. Ello llevará a algunas a buscar que la experiencia se repita en sus siguientes encuentros sexuales. Otra clase de mujer, que el experto califica como ‘más fálica’, amará poder manifestar su placer como un hombre.

Y a propósito de los hombres: ¿cómo ven ellos a las ‘mujeres manantial’? Para comprender sus diversas reacciones, hay que recordar que de acuerdo con las representaciones colectivas relativas al género, el hombre es el que penetra y expulsa, mientras que la líbido femenina es misteriosa e interior. De repente, con la eyaculación femenina, un término y una función hasta ahora reservada al varón, se le atribuye al sexo opuesto, frente a lo cual Héril agrega: “Las ‘mujeres manantial’ fascinan y perturban, porque con ellas las fronteras de género se vuelven confusas”. En ese orden de ideas, ciertos hombres le tienen miedo a esa sexualidad desbordada, bruta, casi animal. No son raros los que las toman a mal, porque les parece que los están despojando de una parte de su virilidad. Otros, en cambio, ven las emisiones de las ‘mujeres manantial’ como una recompensa, y se alegran de ver a su pareja expresar tal placer.

Un placer que, al decir de una ‘mujer manantial’ entrevistada por Psychologies “es una plenitud absoluta, una sensación que no se parece en nada a todo lo que yo había sentido antes”. En efecto, para Sylvain Mimoun, es muy probable que el placer arrecie en la eyaculación femenina, porque a las sensaciones físicas se agrega la felicidad de experimentarlas y compartirlas con la pareja.

La tardanza con que se le reconoció a la mujer su derecho al placer, es una de las causas por las cuales las ‘mujeres manantial’ son aún una minoría, pero, de acuerdo con Héril, todas pueden llegar a serlo. En ese campo, una de las propuestas más exitosas es la de la periodista y feminista Deborah Sundahl, autora del best-seller y video didáctico Todo sobre el Punto G y la eyaculación femenina, en los cuales enseña ejercicios de la zona pélvica y técnicas de relajación para llegar a estas emisiones. Antes de hacerlo, Héril advierte la importancia de tomarlo como una búsqueda de autoconocimiento y de renovación de las fuentes del disfrute, mas no como una obligación o un entrenamiento para una carrera de sexo. “No hay una jerarquía del orgasmo. Uno no es mejor que otro. Lo que cuenta es estar conectadas con las propias emociones”, concluye.