columna

El lenguaje de lo que no se dice

Odette Chahín, 19/4/2010

Muchas veces decimos más con nuestro cuerpo que con nuestra boca. ¿Será que por fin aprenderemos a comunicar lo que queremos?

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El otro día, en un restaurante, mientras esperaba a que mi amiga regresara del ladies room, me quedé observando a la pareja que tenía a mi lado. Ella hablaba de estados financieros y valoraciones, y él le contestaba con un revés aun más soporífero, dando cifras y hablando de bursatilidad. En realidad, esa conversación me producía bostezos por docenas, me estaba arrullando más que una canción de cuna. Sin embargo, la manera como se miraban y la forma como él se agarraba el pie por debajo de la mesa y ella jugaba con su pelo me mantenían expectante, era obvio que a pesar de su ladrilluda conversación, lo que querían era echarse mano.

A veces no somos conscientes de que los gestos, poses, movimientos y miradas que hacemos son los puntos y comas de otro lenguaje que sale a flote, porque puede ser que tengamos a nuestra boca algo domesticada para decir sólo lo que queremos, pero el resto de nosotros todavía se manda solo y va por su cuenta, haciendo de las suyas. De hecho, el 93% de nuestra comunicación es no verbal, lo que quiere decir que nuestro lenguaje corporal dice más que lo que sale de nuestras boquillas. 

Tengo una amiga que se cree experta en lenguaje corporal, una de esas kinésicas amateur. Según ella, cuando un tipo le toca a uno el pelo (de la cabeza, claro está) es porque quiere un beso. No estoy muy convencida de sus teorías, pero me encantaría tener un diccionario Larousse Ilustrado de lenguaje corporal para salir de dudas acerca de lo que nos quieren decir los hombres y buscar, por ejemplo, lo que significa “apretón de cintura“: Véase “admiración por sus curvas“, comportamiento previo a una invitación de tipo sexual, espere tres días a que la invite a salir (ojalá que así fuera). Por desgracia, el lenguaje corporal no tiene un significado único e inequívoco, por el contrario, no se puede generalizar, ya que está condicionado por la cultura, el sexo y la edad. Pero existen ciertos parámetros que se pueden usar para leer entre gestos, por ejemplo, hay tres áreas básicas en la manera como las personas observan a los demás, que reflejan su posición ante ellos. Si una persona mira primero a los ojos y luego a la frente, es señal de que está tomando una posición autoritativa, así debe mirar Chávez a todo el mundo. Si miran primero a los ojos y luego a la nariz es sinónimo de que están clavadísimos en la conversación, algo que vemos hacer a Sandra Bullock con todos sus galanes en las comedias románticas.

Finalmente, cuando uno mira primero a los ojos y luego baja la mirada a los labios, es una indicación de que ahí hay algo, una fuerte atracción, creo que ésta la usan mucho en las películas porno, seguida de un lenguaje corporal bastante explícito. 

Muchas veces estamos hambrientas de atención, afecto o, simplemente, aburridos, y damos significados casi surrealistas a señales que tal vez no los tienen. Pensamos que si el compañero nos rozó el trasero es porque nos desea, y no por mera torpeza. O que si alguien nos golpea con el codo es odio y no simple miopía. Existen algunas mujeres ‘bipolares’ que encuentran significado en todo: si las tocan es porque las quieren y si no las tocan es porque las desean tanto, que ellos quieren fingir que no es así. 
La atracción sexual también tiene su lenguaje, los cangrejos mueven sus tenazas para atraer a las cangrejas, las jirafas presionan sus cuellos juntos cuando se sienten atraídos unos por los otros; nosotros en cambio, parecemos epilépticos cuando nos gusta alguien: rotamos la pelvis, giramos la cabeza, cruzamos las piernas, se nos dilata la pupila, las mujeres menean y tocan su pelo y los hombres se suben las medias como locos.

Ojalá que uno pudiera leer esas señales con la facilidad con el que un catcher y un pitcher de béisbol se comunican, pero estamos a merced de nuestra imaginación, que teje guiones almodovarescos ante cualquier señal. Aunque a veces el lenguaje corporal nos da pistas de cómo nos perciben las personas (nos odian, nos aman, les somos indiferentes, etc.) éstas son sólo suposiciones hasta que no se hablen directamente. No sé por qué la cobardía prevalece, y optamos por el suspenso en lugar de hablar. Ya quisiéramos que vendieran cojones en el supermercado, se venderían más que la leche. Cuando veo a mis amigas tratando de diseccionar cada minucia y señal de los tipos que les gustan, pienso que los chimpancés son más avanzados en su comunicación, ellos son ‘cero bullshit’… y eso que somos sus primos más evolucionados.