belleza

El regreso a lo Natural

, 11/8/2009

Una pregunta recurrente que se hacen los consumidores es:¿cómo reconocer los productos realmente ‘naturales’?.

Sabios eran estos consejos y se han reproducido oralmente a través de generaciones. - Foto:

Es apenas comprensible que en épocas en que el artificio es la norma, el término ‘natural’ llame la atención de los consumidores de productos de belleza, en su gran mayoría mujeres. Algunas se acuerdan, tal vez, de las mascarillas que sus madres y abuelas ‘machacaron’ para ellas cuando comenzaba su adolescencia: la de azúcar, un exfoliante ideal para la piel, y limón, un astringente natural, que deja el cutis terso; la de clara de un huevo, jugo de limón y avena, que mitiga los problemas causados por el cutis graso; la de yogur, clara de huevo y miel, que nutre la piel mixta, entre las incontables virtudes que se les atribuyen a éstas y a muchas otras hechas con componentes naturales.

Sabios eran estos consejos y se han reproducido oralmente a través de generaciones. Y aunque las mascarillas siguen siendo beneficiosas, las posibilidades de involucrar las plantas a la cosmética han hecho que se diversifique cada vez más la oferta de productos que aprovechan, entre otros, las frutas y sus beneficiosas vitaminas, las propiedades esenciales de las plantas y sus virtudes aromatizantes, curativas, emolientes, hidratantes, regenerativas y suavizantes, entre muchas otras.

Sandra Zapata, ingeniera de Producción Agroindustrial de la Universidad de La Sabana y gerenta de Investigación, Desarrollo e Innovación de la firma colombiana EcoFlora, se hizo acreedora recientemente a una de las becas de apoyo a mujeres científicas de Unesco-L’Oréal, para hacer un doctorado con énfasis en valoración de productos naturales. Ella afirma que “la tendencia hacia el uso de lo natural obedece también a la implementación de procesos amigables con el medio ambiente, y a la intención de agregar valor a productos de la biodiversidad y el trabajo comunitario. Lo mismo sucede con los cosméticos, industria que cada vez busca más alternativas naturales que reemplacen colorantes y formulaciones potencialmente tóxicas como los metales pesados, por ejemplo, comúnmente presentes en tinturas capilares, entre otros”.

EcoFlora es una empresa líder en la oferta de nuevos productos, servicios y aplicaciones orientados a contribuir con soluciones de alto impacto a problemas estructurales para la competitividad y el desarrollo más sostenible de los sectores agrícola, de alimentos y cosméticos en el país. Dentro de esta empresa, Sandra Zapata está llevando a cabo una investigación sobre la jagua o Genipa americana, una rubiácea de la misma familia del café y del borojó que, por sus propiedades, tiene potencial para usos cosméticos y alimentarios. El interés de Zapata por estos temas nació de su convicción de que “los científicos estamos llamados a jalonar procesos innovadores en respuesta a las necesidades y cambios del mercado. Con nuestro trabajo podemos contribuir a obtener procesos más eficaces en lo que toca al uso racional y sostenible de la biodiversidad, a buscar nuevas materias primas y aplicaciones, a interactuar con las comunidades para crear cadenas de valor donde todos se beneficien. De esta manera, estamos contribuyendo a aumentar la productividad y competitividad del país y en especial de mi región, Chocó”.

Volver a lo natural, pero, ¿cómo?
Justamente porque el término ‘natural’ está de moda, se puede convertir fácilmente en una noción confusa si no se apela al sentido común y se mantiene una precaución razonable ante tantos productos que prometen ser, algunas veces, cremas milagrosas que quitan las arrugas o champús que nutren el pelo de la raíz a la punta, y cuyos verdaderos ingredientes son en muchos casos subproductos de la petroquímica.

En contraposición a esta tendencia, el campo de la belleza ‘ecológica’ ha sido explotado por algunas firmas de cosmética de renombre internacional, con una responsabilidad que parte de que los productos que fabrican llevan un proceso de elaboración que respeta el entorno, que no causa daños a la naturaleza de la cual extrae los ingredientes, y que a su vez garantiza las virtudes que ofrecen dichos productos. Lo fundamental es entregarle al comprador consciente, que por lo general consume alimentos ecológicos, artículos cosméticos lo más naturales posible para su cuidado e higiene personal. La pregunta más importante es la de cómo pueden los consumidores confiar en cientos de productos que se ofrecen con el rótulo de naturales. Sandra Zapata asevera que “debido a la informalidad de los productos naturales, es difícil confiar en todos los que se ofrecen.
 
Por principio, se trata de hacerlo en los que tienen registro del Invima, pues el solo hecho de que un producto sea natural, no garantiza que sea bueno, por el contrario, existen algunos que aun siendo naturales son nocivos para la salud. Es importante que el consumidor verifique la seriedad y garantías que ofrece el fabricante, incluyendo certificaciones de calidad, respaldo científico y tecnológico, buenas prácticas de recolección, manejo y manufactura, y seguimiento de los principios de biocomercio, entre otros aspectos clave para asegurar que, además de natural, el producto es sostenible”.

Por otra parte, las empresas que ya llevan un buen tiempo en el mercado y que gozan de prestigio dentro de la actividad de la cosmética natural se agrupan con sus pares para establecer normas y sistemas de control que aseguran la buena calidad de sus productos.