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¿El sexo alarga la vida?

Arnoldo Mutis, 19/4/2010

No está demostrado que las relaciones sexuales incidan directamente sobre la edad. Sin embargo el sexo logra atenuar algunas enfermadades.

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La búsqueda de la eterna juventud, de la longevidad o de la vida sin fin, son perennes obsesiones de la humanidad y en ello el sexo ha sido postulado a menudo como una alternativa por los secretos que todavía esconde. Al respecto, han surgido opiniones encontradas a lo largo de los siglos. En la más remota antigüedad, la sexualidad estaba ineluctablemente ligada a los dioses y espíritus iluminados que donaban la cópula a los mortales como vía de liberación, salud y larga permanencia en el mundo. Luego, filósofos como Aristóteles conceptuaron que cada orgasmo significaba una reducción de la expectativa de vida, aunque los primeros médicos de Occidente intuyeron los beneficios de las relaciones íntimas en la salud.
 
 Con el auge de la tradición judeo-cristiana, la utilidad del sexo quedó reducida a la reproducción, hasta que en la Edad Media se recuperaron teorías de los galenos de la época clásica, de acuerdo con las cuales el coito era muy bueno para el óptimo funcionamiento del organismo. Así lo dejaba claro el Speculum al joder, un libro de prácticas sexuales originario de Cataluña, de acuerdo con el cual la cohabitación del hombre y la mujer servía para liberar humores y secreciones tóxicos para el cuerpo, entre otras bondades. Pero nunca nadie se atrevió a afirmar categóricamente que los placeres de la carne prolongaran la supervivencia. Hoy, tras décadas de tantos avances científicos, tampoco es posible hacer una contundente afirmación al respecto, de acuerdo con expertos de las más disímiles disciplinas, a pesar de que muchos medios cada tanto se explayan en grandiosos titulares: “El sexo rejuvenece”, “El sexo borra las arrugas”, “Hacer el amor alarga la vida”, en fin.

En realidad, son relativamente pocos los estudios encaminados en todo el mundo a buscar la relación directa entre sexo y edad, rejuvenecimiento o atenuación del envejecimiento. Sólo hasta hace dos años, como lo reportó la revista Nature, se demostró el vínculo entre feromonas sexuales y alargamiento de la vida en el Instituto Boyce Thompson de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos. Pero el hallazgo es apenas un tímido inicio, si se tiene en cuenta que la observación se realizó en lombrices.

En realidad, eso que muchos medios de comunicación venden como si hacer el amor tuviera un influjo mágico sobre los temidos años, como una especie de panacea, es en realidad una extensión de los provechos que el sexo le reporta a la salud de los seres humanos, lo cual tampoco es una verdad categóricamente aceptada. “La clara relación de causa y efecto entre salud y sexo aún no ha sido establecida”, dice en su libro The Health Benefits of Sexual Expression la enfermera Beverly Whipple, quien hace tres décadas puso de moda el punto G de la mujer. En últimas, toda esa serie de estudios que se publican acerca de los milagros que el sexo opera en el bienestar, provienen de una regla básica: el cuerpo es un todo cuyas partes se benefician o se afectan entre sí. Si todas sus funciones andan bien, incluida la sexual, entonces, habrá una mejor calidad de vida y menos posibilidad de afecciones que le resten fortaleza y años al paciente.

Entre 1979 y 1983, por ejemplo, la Universidad de Bristol estudió la relación entre frecuencia del orgasmo y mortalidad entre 918 hombres de entre 45 y 59 años. En últimas, el riesgo de muerte fue 50 por ciento más bajo en el grupo de mayor frecuencia, con un mínimo de 100 clímax al año, en especial en el caso de las enfermedades coronarias. Pero ello no es una rareza de la naturaleza, sino que uno de las grandes favores que le hace el sexo a la vida sana es que actúa sobre los factores que con el tiempo le abren el camino al infarto y otras afecciones cardiovasculares: De acuerdo con el médico estadounidense Eric Plasker, autor del libro The 100 Year Lifestyle, una especie de guía para vivir muchos años, el orgasmo mejora la respuesta al estrés, gracias a las endorfinas presentes en esa especie de coctel de hormonas que libera en el cuerpo. Así mismo, el sexo incrementa el flujo sanguíneo, el cual, como lo explica Plasker, necesariamente mejora el funcionamiento tanto del corazón como del cerebro.

De otra parte, ciertos aspectos del sistema inmunológico, lo que comúnmente se llaman defensas, también se ve reforzado por el sexo y ello supone otra posibilidad de vivir más. Para la muestra, un estudio realizado por la Universidad Wilkes, en Pennsylvania, probó que quienes tienen sexo una o dos veces a la semana incrementan en un 30 por ciento sus niveles de un anticuerpo llamado inmunoglobulina A, que robustece este sistema.
El ejercicio, por su parte, figura hoy en todos los planes de salud como la clave para prevenir toda suerte de dolencias. Pues bien, como lo subraya el doctor Plasker, el acto sexual no es otra cosa que ejercicio. Estudios han demostrado que en un ajetreado encuentro íntimo se pueden quemar entre 150 y 200 calorías, las mismas que se destruyen con 15 minutos de rutina en el gimnasio o un partido de squash. Además, el corazón de una persona excitada presenta entre 70 y 150 pulsaciones por minuto, lo mismo que un atleta en un alto esfuerzo.

Desde el punto de vista sicológico, también hay buenas expectativas. De acuerdo con el doctor Mark Stibich, de la Universidad John Hopkins, el sexo frecuente no sólo puede evitar la depresión, sino que las caricias que implica son bastante provechosas: “La manera en que el tacto impacta la salud es un misterio, pero trabaja en diversos niveles: tocarse crea lazos afectivos que proveen un vital soporte social, el cual, a su vez, está ligado a la alta expectativa de vida”, afirma.

Para las mujeres en particular, las posibles relaciones entre sexo frecuente y longevidad están menos documentadas en comparación con los hombres, de acuerdo con la Web inmortalhumans.com. Empero, su anatomía sí se beneficia de este aspecto de varias maneras, que a la postre contribuyen a tener una vida mejor y acaso más larga. Por el lado de la vanidad, por ejemplo, un estudio del Hospital Real de Edimburgo concluyó que aquellas que tienen sexo más de cuatro veces a la semana pueden aparentar menos edad de la que tienen. ¿La razón? Las complacencias del amor elevan sus niveles de estrógenos, hormonas que ayudan a tener un cabello reluciente y una piel lozana y flexible. De otro lado, una serie de estudios dirigidos por la endocrinóloga Winnifred Cutler en las universidades de Stanford y Columbia, halló que las mujeres que tienen coito al menos una vez a la semana tienen ciclos menstruales más regulares. De igual modo, las relaciones con penetración ayudan a ejercitar y fortalecer los músculos del piso pélvico, una condición vital para prevenir la incontinencia de orina en el futuro, explica Cutler.

En fin, se trata de estudios alentadores, sí, pero fragmentarios y sin la suficiente documentación en todos los grupos humanos. Por el momento, entonces, sólo es posible decir que el sexo puede alargar los años o conferir un espíritu más vital y juvenil en la medida en que haga parte de un estilo de vida saludable, al lado de prácticas como comer muchas frutas y verduras, hacer ejercicio, controlar el peso, evitar el estrés y no fumar, entre otras.