Personajes

“Soy Dios”

Fucsia.co, 13/6/2016

Kanye West se considera la estrella más grande, un genio creativo, una deidad. ¿Megalomanía o confianza en sí mismo? El cantante responde con una pregunta: “Cómo podría ser yo y querer ser otra persona?”.

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"Soy lo más cerca que ha estado el hip-hop de Dios. En algún sentido, soy como el papa del gueto”. Al parecer esa descripción hecha sobre sí mismo terminó pareciéndole demasiado modesta a Kanye West. “Cuando alguien llega y dice algo como: ‘Soy Dios’, todo el mundo piensa: ‘¿Quién se cree que es?’”, manifestó tiempo atrás respecto al título de su canción I am a God. “Pues ya les he respondido quién me creo. Soy un dios. Les hubiera gustado escuchar que soy un negro o un gánster, ¿cierto?”. No es casualidad que el artista haya inspirado una comunidad religiosa online llamada Yeezianity, creada en honor al título de su sexto y penúltimo álbum, Yeezus (una combinación entre su apodo ‘Ye’ y Jesús). El principal mandamiento de la congregación: creer que su divinidad los conducirá a una nueva era de la humanidad llena de creatividad.

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En una visión más terrenal y menos superlativa, Kanye ha comparado su influencia con la de Shakespeare, Walt Disney, Picasso, Steve Jobs y hasta la de Google. “Soy cultura. El rap es el nuevo rock and roll y yo soy lo que antes eran las estrellas del rock. El artista más grande de todos. El número 1”. ¿Tal arrogancia tiene algún respaldo que no sea su gran ego? Es cierto que en la industria del entretenimiento a veces se celebra la fama sobre el talento y él tiene el cercano testimonio de su esposa, Kim Kardashian, a quien defiende argumentando que es “una mente brillante para los negocios y que debería tener una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood”. Sin embargo, aunque afirma que no le interesan los Premios Grammy, sino las estadísticas, ya lleva más de 20 gramófonos que lo posicionan como uno de los cantantes más galardonados de todos los tiempos. Entre discos y descargas digitales ronda las 90 millones de copias vendidas.

“Frente a Kanye existen dos puntos de vista opuestos. Un lado lo presenta como un megalomaníaco que en el mejor de los casos es un rapero promedio, mientras el otro lo ve como un genio incomprendido. Este debate presenta una falsa dicotomía porque si alguien desafía las categorizaciones es él. Sabe cómo reinventarse y salirse de los límites estrechos que es donde se encuentra la acción. Está claro que busca la chispa creativa en ser indomable y al no dejarse frenar por las definiciones convencionales”, dijo a FUCSIA Charis E. Kubrin, profesora de criminología, derecho y sociedad de la Universidad de California y experta en la relación entre los contenidos del género musical urbano y los medios.

A West lo veneran o lo odian. Él mismo asegura que no siempre tiene una “relación romántica” con el público, que es una especie de “anticelebridad” y que precisamente desde lo “anti” surge su música. Sus defensores dicen que amplió el statu quo del rap, que tradicionalmente se negaba a recibir a un intérprete como él de clase media que no se ajustaba al estilo “gangsta”, imperante. De hecho, varias disqueras rechazaron sus propuestas. West le ha cantado a su fe cristiana, y le gusta innovar en cada apuesta a ritmo de soul, disco, house y rock. Una leyenda cuenta que su tenacidad lo impulsó a grabar su primer sencillo con la mandíbula recién reconstruida y llena de costuras, debido a un accidente automovilístico que tuvo en 2002. Su álbum debut, The College Dropout, fue calificado por la revista Rolling Stone como uno de los 10 mejores de esa década.

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No podía esperarse otra cosa de alguien cuyo nombre significa “solo uno”. En la biografía Raising Kanye, escrita por su mamá, Donda West, ella misma reconoció que como profesora, la primera lección que le dio a su hijo fue amarse a sí mismo. Además relató que desde niño le aprendió a su padre, quien perteneció a la organización revolucionaria Panteras Negras, la impaciencia frente a las injusticias. Quizá a eso se deba que en pleno acto televisado en favor de las víctimas del huracán Katrina se haya atrevido a gritar que a George W. Bush no le importaba la gente de su raza. O quizá a su “falta de filtro”, como alguna vez comentó Madonna. En 2004 protestó porque lo habían robado cuando no recibió el premio a Artista Revelación en los American Music Awards. Dos años más tarde, interrumpió la ceremonia de los MTV europeos para decir que si no ganaba “el evento perdería credibilidad”. Le hizo lo mismo a Taylor Swift cuando intentaba dar su discurso de agradecimiento por haber sido galardonada en la categoría de mejor video, pues él consideraba que Beyoncé debía ser la vencedora. No en vano ha confesado asistir a terapias para el manejo de la ira.

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Entre sus múltiples pataletas se ha quejado de que la industria musical suele favorecer a los blancos, y de que el hip-hop discrimina a los homosexuales. Y ahora que se ha convertido en diseñador de modas reclama que en ese mundo se siente desplazado por no ser gay. Aun así ha realizado colaboraciones con Nike, Adidas y Louis Vuitton, y se atrevió a decir que su colección de ropa deportiva Yeezy era como “la nueva Roma”: hay un “antes de Yeezy” y un “después de Yeezy”. Según un artículo del The New York Times, West es un “excepcional creador de tendencias”, no solo en la música sino en temas de estilo; por esto, no sería del todo pretencioso que se jactara de haber impuesto los pantalones ajustados en lugar de los anchos tradicionales en la silueta rapera, y de hacer de los looks atléticos algo glamuroso. “No hay nada de lo que yo quisiera hacer en la vida en lo que no consiguiera ser realmente bueno”, es su mantra. Por eso, podría ser más que una broma el hecho de que expresara su deseo de lanzarse a las elecciones presidenciales de 2020.

Su mejor estrategia es saber cómo provocar, consciente de que no importa que hablen mal de él mientras hablen. Incluso motivó a una doctora, la psicóloga Rachel Kitson, a escribir un análisis de su personalidad. El diagnóstico: padecía de desorden narcisista, búsqueda de atención y, lo que ya se sabe… complejo de Dios. “El mayor dolor de mi vida es tener la certeza de que nunca podré verme a mí mismo actuando en vivo y en directo”.