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La Toya tiene planes

Laura Samper Blanco, 14/6/2011

Dice que no se quiere casar, pero que le gustaría compartir su futuro con su novio, Juan del Mar. La presentadora de El desafío nos contó en qué anda su vida.

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La Toya Montoya acaba de terminar de leer el libro Travesuras de la niña mala, de Mario Vargas Llosa: “Qué vieja mala…”, dice con su inconfundible acento costeño, samario, para ser exactos. Nació en Bogotá por accidente, pues su papá trabajaba por esa época en la capital y allí nacieron sus tres hijas, Carolina, Diana y María Victoria: “No soy cachaca”, dice sin ánimo de ofender, pero haciendo énfasis en que se considera una mujer ciento por ciento caribe, pues antes de cumplir un año ya vivía al lado del mar.
A los 8 años, su hermana Carolina la introdujo en el ski acuático y desde entonces no ha dejado de practicarlo. En el 2006, ésta fue una de las pruebas determinantes para que fuera elegida Reina de las Fiestas del Mar en Santa Marta. Tenía 18 y llevaba tres años sin darse golpes con ningún compañero de su salón, pues hasta los 15 le gustó jugar a la par con los niños. Su altura y pequeño busto hacía que ellos la vieran como un compinche más y la aceptaran en su juegos sin importar la brusquedad que éstos pudieran entrañar.


Ese es el encanto de La Toya, que no creció sintiéndose reina o modelo, sino jugando en el piso y en la arena. Sólo hay que cruzar un par de palabras con ella para darse cuenta de que es una niña como todas las demás. Estudió Publicidad en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, pero no ha podido ejercer porque el mundo de las pasarelas se le cruzó antes en el camino. Sin embargo, tiene claro que se quiere dedicar a esta actividad después del modelaje.

Viajes y presencias
La Toya es una mujer de 26 años que, como tantas otras, tiene un novio con el que le gusta compartir la mayoría de sus cosas. El de La Toya es Juan del Mar, un reconocido cartagenero al que conoce desde que tiene 7 años. Era amigo de su hermana mayor, pero sólo hasta que ella creció hubo un acercamiento. Desde hace dos años son novios y, aunque no tienen planes de casarse, María Victoria dice que se ve compartiendo un futuro con él, con hijos incluidos, en unos dos años. No habla de boda, ni de fiesta, es más, es categórica al decir que nunca haría un gran evento ese día. Es una mujer sencilla. Cuando habla de su anterior pareja no habla de Michel Brown, como si todo el mundo tuviera que saber que era novia del actor argentino, sino que dice “tuve un novio” como si se tratara de cualquiera de lo millones de novios desconocidos que existen en el mundo.

Uno de los planes preferidos de La Toya y Juan del Mar es viajar. El mes pasado estuvieron en Sevilla, en el bautizo de Atenea, la hija de Patricia Vásquez y el torero Sebastián Castella, buenos amigos de la pareja. Aprovecharon para ir a la Feria de Toros de Sevilla –Juan ha incursionado en el mundo del tauromaquia– y pasar unos días en las islas griegas.

Un plan muy diferente al que hizo La Toya durante más de cincuenta días en República Dominicana, donde se realizó el programa El desafío 2011: la lucha de las regiones. Es la segunda vez que lo presenta y la experiencia, aunque monótona a ratos, también es enriquecedora. Cuenta que Margarita Rosa de Francisco no es una diva como muchos piensan. Es la primera vez que trabaja con ella y le pareció una mujer tranquila a la que le encanta hacer deporte. Le impresionó la buena relación que tiene con su mamá, Mercedes Baquero, con la que siempre viaja porque, además, es la encargada de su vestuario. La Toya hizo una gran amistad con ella: “Los planes que había los hacíamos juntas”, dice.

Y aunque sigue firme frente a las propuestas de modelaje, lo que la hace feliz desde hace años es la Fundación Sonrisas con Futuro, que tiene con la actriz Viña Machado y tres amigos más de Santa Marta. Empezó como un proyecto de llevarles regalos de Navidad a los más necesitados y se convirtió en un comedor comunitario que ellos mismos adecuaron y pintaron, en el que los niños de 0 a 14 años cuentan con asistencia alimentaria. La idea es seguir creciendo e involucrar cada vez más gente y más regiones.
Parece ser que todavía hay Toya para rato. Mientras la maquillan para las fotos que aparecen en esta edición de FUCSIA, cuenta que tiene planes de todo tipo y que, por ahora, pasará más tiempo viajando que en Bogotá, debido a sus múltiples compromisos. A ella no le importa, a veces se aburre de la monotonía de Bogotá, como si esta urbe le quedara chiquita, como si le hiciera falta la sensación de infinidad que produce el mar.


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