Quiénes ponen los cachos

Revista FUCSIA, 26/12/2013

¿Se puede hablar de monogamia en estos tiempos? Para algunos resulta casi imposible practicarla debido a su personalidad. Los expertos explican cuáles son esos rasgos de temperamento que impulsan a la infidelidad.

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La culpa de que algunas personas no puedan ser fieles la tiene una variante del gen DRD4 vinculado a la liberación de dopamina, el neurotransmisor de la búsqueda del placer. Así lo explicó hace algún tiempo la ciencia en su afán por desentrañar el histórico misterio de por qué hay quienes no soportan tener una intimidad exclusiva con su pareja.

En la indagación acerca de la misma respuesta también se han señalado el alelo 334, receptor de la vasopresina, la cantidad de testosterona en los hombres, y los niveles de estrógenos en las mujeres. “No soy yo, está en mi naturaleza”, podría ser la coartada de los que fueran pillados in fraganti. De hecho, hay expertos que bajo un enfoque evolucionista tildan a la monogamia de ser una construcción cultural impuesta. Sin embargo, los estudios demuestran que no hay que esperar a tener un certificado genético para predecir la infidelidad. Bastaría conocer el carácter del ser amado para saber a qué se está exponiendo cada quien en una relación.

La sicóloga norteamericana Abby Rosen bautizó con el nombre de “trastorno de personalidad narcisista, crítica, controladora y dominante”, al mal que afectaría a los adúlteros. Este combo incluye rasgos de egocentrismo, el deseo excesivo de ser el centro de atención y despertar la admiración de los demás. Quienes lo padecen suelen ser encantadores y carismáticos, y en sus constantes coqueteos encontrarían esa reafirmación, aunque en el fondo buscan llenar vacíos emocionales de la infancia, pues por lo general vienen de hogares con exigencias insostenibles. Por ejemplo, las actividades libidinosas de figuras como John F. Kennedy y Bill Clinton han sido ampliamente registradas. Es entonces cuando entra en juego la variable del poder: uno de los grandes afrodisíacos. Y es que los altos niveles de estrés en distintos aspectos de la vida como el trabajo podrían conducir a desahogos adictivos como el desenfreno sexual.

Suele decirse que el género masculino es más propenso a engañar que el femenino, pero la brecha ha ido cerrándose no solo porque en el mundo moderno, gracias a las redes sociales y a los mensajes de texto, todos tienen igualdad de oportunidades para vivir una aventura, sino también porque hoy hay más mujeres en altas posiciones. La diferencia radicaría en las motivaciones de cada sexo: las encuestas han mostrado que ellos caen en otros brazos por curiosidad o porque, como bien lo expresa el dicho, “la ocasión hace al ladrón”, “aunque afirmen estar felices en su matrimonio. Ellas, entre tanto lo hacen por insatisfacción, cuando no se sienten valoradas. Al menos eso es lo que manifiestan, aunque es cierto que puede ser una manera de disculpar su conducta”, comentó a FUCSIA el terapeuta de pareja José Alonso Peña. Algunas teorías sostienen que el exceso de confianza establece el nexo más fuerte entre poder e infidelidad.

Así mismo, la gente atractiva, por simple ley de oferta, encuentra un ambiente propicio para la promiscuidad. Lo paradójico es que las más recientes investigaciones han demostrado que son los inseguros los que encabezan la lista de las personalidades con menor tendencia a la fidelidad.

Un experto nos explica en video los tipos de personalidades más propensas a poner los cachos.

 
Los ansiosos peligrosos

No siempre hacen evidentes sus nervios y necesidades. Pero en el fondo se mueren del susto de ser abandonados. Tienden a interpretar cualquier gesto como una amenaza a su vínculo y en esa medida su mecanismo de defensa sería asegurarse buscando varias opciones en compañeros alternativos, pese a que no resultan buenos para ponerles fin a sus compromisos porque les atemoriza la soledad. “Las personas con un apego ansioso responden fácilmente a quienes muestran interés en ellos”, explicó a esta publicación el profesor Phillip Shaver, autor de varios libros sobre relaciones sociales y emociones.

Por lo general, es difícil satisfacer sus expectativas y aun estando casados “consideran que su matrimonio no tiene el nivel de intimidad y cercanía que ven en otras parejas”, de acuerdo con la revista Psychology Today. Se ha observado que hombres que ganan menos que sus esposas se sienten inferiores y caen en un comportamiento compensatorio. Los estudiosos del tema coinciden en que su proceder guarda conexión con haber sido criados por padres de personalidades extremas: sobreprotectores, que no les dieron herramientas para manejar las separaciones, o negligentes.

“Lo que a veces engaña es que pueden esconder sus miedos detrás de un escudo de fortaleza de que nada les importa. Por eso pertenecen a esta categoría tanto el que se muestra renuente a adquirir un compromiso como el que hace inversiones emocionales muy pronto y a las dos semanas ya está diciendo que te ama y se siente con todos los derechos sobre ti”.

Peña agrega que al ansioso se le puede reconocer porque sale con frases como “admiras demasiado a ese tipo” o “no me cae bien tu mejor amigo”, porque está alerta de posibles riesgos. “Peor aún es que la inseguridad se pega o genera repulsión, y cuando en una pareja alguno de los dos tiene estos patrones de comportamiento ambos pueden buscar refugio en distintas personas”. Curiosamente quienes temen que su desempeño en la cama no sea el mejor son más propensos a meterse en muchas camas. Después de todo, si una cita sale mal no hay razón para acordar la siguiente. Todos los demás perfiles de infieles en potencia tienen un rasgo de ansiedad.



Los celosos

“El que las hace se las imagina”, dice un sabio refrán y esa es la paradoja del celoso infiel: “tiene una necesidad de control enorme y a esto se suma que cree que todos los seres humanos practican las mismas conductas. Por si fuera poco, carga con una dinámica de culpa inconsciente que le hace pensar que lo que haga se va a devolver en su contra”, describe el psicólogo Peña, para quien este tipo de sujetos “proviene de familias muy posesivas o de aquellas en las que, por el contrario, los vínculos no son fuertes y también teme ser dejado”. Según el especialista, los que forman parte de este club se caracterizan por ser ordenados en exceso, y no les gusta que les cambien los planes.

Los compromiso-fóbicos

Pese a que suene contradictorio, quienes le huyen a tener un vínculo estrecho pueden hacer parte de relaciones de largo aliento. “Lo que pasa es que son reacios a una excesiva intimidad y dependencia de una sola persona. Hay muchas formas de lograr este objetivo, como negarse a manifestar sus sentimientos, y ser infieles es una de ellas”, sugiere el profesor Shaver. Son los que se erizan con la sola idea de ser presentados ante sus suegros y de que en las redes sociales aparezca mucha evidencia fotográfica de su compromiso. Para ellos lo mejor son los planes “cada uno por su lado”. En su interior temen hacer inversiones emocionales.

Los megalómanos

Son narcisistas, egocéntricos, a veces celosos y se creen el centro del universo. Peña comenta que “hacen lo que se les antoja porque sienten que no necesitan dar explicaciones a nadie”. Es habitual que sus “víctimas” alimenten su delirio de grandeza poniéndolos en un pedestal. Como sucede con los machistas, que aplauden la virilidad, estos engreídos reafirman su poder con cada conquista.


Los aventureros inconscientes

No anticipan los riesgos, es más... les fascinan. Su cabeza no piensa en las consecuencias de tener múltiples parejas sexuales, solo en la diversión que les depara cada encuentro. Se sienten vivos con el cambio, son aficionados a los deportes extremos, los viajes exóticos, pasan de una religión a otra, y no suelen aguantarse el trabajo de oficina. “Siempre tienen un dato curioso y son encantadores. Su lema es probar de todo y como resultan muy atractivos, eso aumenta sus posibilidades de éxito”, concluye Peña.

Aunque el panorama no parezca alentador, el especialista advierte que detectar estos patrones es una oportunidad para fortalecer la inteligencia emocional. “Las parejas tienen que hablar del tema, preguntarse, aunque parezca obvio, qué entienden por fidelidad y hacer acuerdos al respecto. Eso sí, nadie debe negociar en su contra”. Pero no está de más prender las alarmas al oír frases del tipo “sin ti no soy feliz”. Porque detrás de esa promesa que suena a amor puro puede esconderse una gran inseguridad.

Tras las pistas

Según Kate Figes, autora del libro Our Cheating Hearts, la popular marca de pintalabios en el cuello de la camisa no es la única señal de infidelidad. Puede ser un indicador si su pareja...

No suelta el celular ni para ir al baño.

Cambia repentinamente su forma de vestir y su apariencia.

Muestra una transformación en su deseo sexual (técnicas innovadoras en la cama o se niega a la intimidad).

Adquiere intereses y gustos hacia nuevas actividades.

Olvida fechas importantes. Es más dramático aun si le cambia a usted el nombre.

Cifras fieles de los infieles


En Estados Unidos, en el 41% de los matrimonios, uno o dos de los esposos admite haber sido infiel física o emocionalmente. Hombres y mujeres tienen índices de infidelidad similares. Un estudio determinó que el de ellos es 23% y el de ellas 19%.Ante la posibilidad de no ser pillados, 71% de hombres manifiestan que tendrían una aventura, frente a un 68% de mujeres.36% de las personas reconocen haber tenido un affaire con un colega.31% de matrimonios siguen juntos luego de que se descubre una infidelidad.El 66% de los jóvenes entre 18 y 34 años ven pornografía y así aumentan sus expectativas de “sexo grandioso”.El 70% de los que se casan con un amante se divorcian. Según la Universidad de Oxford, 44% de los esposos revisan los mensajes de texto de su cónyuge.