La venganza de la ex

, 16/10/2014

Duró solo 18 meses en el papel de primera dama de Francia, pero su condición de despechada bastó para que en 320 páginas Valérie Trierweiler revelara todo tipo de intimidades del presidente François Hollande, a quien describe como un infame.

- Foto:

Hasta hace poco la prensa en Francia operaba bajo una regla de oro: “La información llega hasta la puerta del dormitorio”, modo de proceder que establecía una estricta división entre la vida política y la privada. Se trata de la misma sociedad de antaño en la que las amantes, llamadas maîtresses (de maestra, “persona con poder”), ocupaban puestos de honor en la corte real y hasta llegaban a ser más importantes que las reinas.

Por ejemplo, Madame de Pompadour, la célebre cortesana de Luis XV, fue quien orquestó la modificación del Palacio del Elíseo, cuyas paredes habían escondido las intimidades de los mandatarios galos. Bajo aquella ley de silencio, François Mitterrand se permitió tener una segunda familia, que solamente salió a la luz durante su funeral. Llegó el turno de Nicolas Sarkozy, con un estilo menos discreto, casado con Carla Bruni, diva del mundo del entretenimiento, que le valió ganar el apodo de “el americano”. Su anterior esposa, Cecilia Attias, hizo de las suyas al publicar sus memorias, solo que tuvo la cortesía de hacerlo cuando ya su gobierno había terminado.

François Hollande no tuvo la misma suerte. Ahora, con Merci Pour Ce Moment (Gracias por este momento), el venenoso libro escrito por Valérie Trierweiler, su novia y primera dama durante año y medio, se arruinó por completo la tradición. Lo peor del asunto es que tal andanada llega cuando el jefe de Estado acaba de romper otro infeliz récord histórico: su popularidad escasamente alcanza el 13 por ciento debido a la crisis económica y política, a la que ahora se suma la del corazón. El best seller ha sido calificado de “pornografía sentimental” y “golpe a la dignidad presidencial del partido socialista y de la democracia”. “Los franceses debemos reclamar el derecho a no saber qué pasa en los baños del Elíseo”, protestó un comentarista en Le Nouvel Observateur.

Si bien es cierto que en sus más de 300 páginas la autora queda como una celosa que sufre de una baja autoestima e instintos suicidas, su despecho ha resultado rentable: le habría generado dos millones de euros. Y es que los 200000 ejemplares del primer tiraje, realizado en secreto en Alemania, se vendieron como pan caliente, mucho más rápido que el popular libro 50 sombras de Grey. Por eso, el experto en cultura de las celebridades Ellis Cashmore comenta que las razones para que se produjera esta andanada “son en su orden, dinero, dinero, dinero… y detrás, la venganza. El bono extra es la fama momentánea”.

A sus 49 años, en su calidad de veterana periodista que ha trabajado en televisión en entrevistas políticas y en la revista Paris Match, Trierweiler sabe que un novelón se construye mezclando romance, infidelidad y política. La anécdota que más ampollas ha generado es la que acusa al presidente de repudiar a los pobres: “Hollande se presenta como alguien a quien no le gustan los ricos. En realidad no le gustan los pobres. Él, hombre de izquierda, los llama en privado ‘desdentados’, orgulloso de su sentido del humor”. Bajo la exitosa etiqueta #lessansdents han surgido amenazas en Twitter: “En 1793 (cuando Luis XVI fue llevado a la guillotina) estaban los sans-culottes (desarrapados). En 2014 están los sans-dents. Cuidado pierdes la cabeza François”. Según ella, ese que se hizo llamar un “presidente normal” es más bien un elitista.

Aunque el romance entre Hollande y Trierweiler se conoció en 2007, la periodista cuenta que comenzó con un episodio que ella denomina “el beso de Limoges”, el 14 de abril de 2005. Ese día, luego de su primer encuentro amoroso, Valérie puso punto final a su matrimonio con Denis Trierweiler, su segundo esposo y padre de sus tres niños.

Por su parte, Hollande estaba casado con la dirigente socialista Ségolène Royal, de quien se separó después de 29 años juntos. Precisamente esa antecesora fue el mayor de los tormentos para Trierweiler, así como sus cuatro hijos, que se rehusaban a estar en el mismo lugar que la “amante” del padre. Valérie no podía soportar que, pese a las circunstancias, ellos siguieran compartiendo eventos y aparecieran cogidos de la mano.

Para demostrarle al mandatario lo difícil que era soportar el perfil mediático de su ex, en una oportunidad llenó las paredes de su residencia con fotos de su anterior marido. En 2012 su odio hacia Ségolène, la política, la llevó a apoyar públicamente a uno de sus rivales, aunque Hollande la respaldaba. Fue entonces cuando un sector de franceses hizo popular la imagen de Trierweiler como “Rottweiler”.

Además de culpar a Royal de la ruptura, Valérie acusa al grupo de consejeros del gobernante de alejarlo de ella: “La fiebre guerrera lo atrapa y poco a poco pierde su fogosidad amorosa”. Agrega que hasta su baño se convirtió en “una sala de reuniones”. Los de protocolo del palacio acrecentaban su sentimiento de ilegitimidad, pues era una primera dama que no estaba casada con el presidente, una circunstancia que hacía sufrir a los encargados de esa misma labor en los países extranjeros que no sabían qué tratamiento darle.

El propio Hollande solía menospreciarla. Durante el funeral de la madre de este, años atrás, le aclaró a su novia en la iglesia: “La familia va en el ala izquierda, tú vas al otro lado”. Un día, mientras Valérie se arreglaba para una comida de Estado, él le preguntó: “¿Te toma mucho tiempo ponerte así de bella?”. Cuando ella respondió afirmativamente él le dijo con frialdad: “Después de todo no se te pide nada más”. Además, se burlaba de su origen modesto y prefería cenar con “sus sofisticados amigos” que con los Massonneau (el apellido de soltera de Trierweiler) a quienes criticaba por “no ser bonitos”; “pero no pudo esperar conocer a los ricos Gayet y su castillo del siglo XVII”, señaló en referencia a la mujer por la que la reemplazó.

Se trata de la actriz de 42 años Julie Gayet, cuyo affaire con Hollande fue descubierto a partir de unas fotos de él cuando llegaba a visitarla en moto. Hasta el final el mandatario negó categóricamente esta relación. Incluso Valérie habría confrontado a la “otra”, quien aseguró que su abogado preparaba una demanda para enfrentar los rumores. Cuando la noticia se destapó Valérie corrió a refugiarse en sus pastillas para dormir, que él se apresuró a arrebatarle.

“Las píldoras se riegan y consigo recuperar unas cuantas. Trago las que puedo. Quiero dormir”. Estuvo hospitalizada una semana debido a ese ataque de estrés, pero en su libro sostiene que fue dopada con tranquilizantes que la mantuvieron temporalmente fuera de circulación. El pasado enero, “el hombre que amé rompió conmigo por medio de un comunicado de 18 palabras que él mismo le dictó a la AFP”. Sin embargo, pretendió sacarse el clavo al revelar que en agosto Hollande, en plena celebración de sus 60 años y en medio del supuesto sonido de campanas de boda con Gayet, la bombardeó con mensajes de texto para reconquistarla.

“Debí comprender que ese nuevo mundo no era para mí. Soy espontánea, crecí en un medio en el que no se disimula, y evidentemente la política es todo lo contrario. Solo hay hipocresía y golpes bajos”, concluye Valérie Trierweiler. Golpes que ella aprendió a devolver muy bien.