Los 5 mitos sobre la generación del milenio

LILA OCHOA, 5/11/2014

Sobre los jóvenes nacidos entre 1978 y el 2000 se dice mucho: que son dispersos, no les interesa la política, viven en casa de sus padres hasta muy grandes y más. Nuestra directora, Lila Ochoa, desmiente -o afirma-, varias de esas creencias.

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Por: Lila Ochoa, directora Revista Fucsia

Mucho se ha hablado de los jóvenes nacidos entre los años 1978 y 2000. Se dice que son adictos a Facebook, pero que prefieren “postear” su estatus social antes que compartir en qué va su trabajo. Prefieren la cohabitación al matrimonio y regresan a la casa de sus padres después de terminar la universidad.

Aunque a primera vista estas parecen verdades incontrovertibles, las estadísticas dicen otra cosa:

Primer mito: esta generación se demora en ser independiente. El número de jóvenes que viven con sus padres parece enorme; sin embargo, comparado con el de los años sesenta no lo es tanto. Los papás alegan que les han dado un apoyo económico mil veces mayor que el que a su vez recibieron. Sí, es verdad que hoy en día el costo de la matrícula de una universidad es mucho mayor y, desde luego, el costo de vida también. La competencia para entrar a una buena universidad es heroica y hay que estudiar por lo menos un máster e, inclusive, un doctorado para poder independizarse y mantener un buen pasar.

Por otra parte, encontrar trabajo es una cosa y obtener un sueldo que les permita independizarse, otra. Los jóvenes que salen a buscar su primer empleo están en desventaja dentro de la economía de hoy, que no logra recuperarse. Según cifras del periódico The Wall Street Journal, el desempleo en los jóvenes es de un 4 por ciento más que la cifra promedio de ese índice en cualquier país.

Segundo mito:
es la generación del “yo”. Según una portada de la revista Time de hace algún tiempo, no solo representan esta condición sino que son perezosos, narcisistas, absortos en sí mismos. Es posible que esto sea verdad, pero también lo es que los jóvenes se ocupan de los demás de una manera más seria que en décadas anteriores.

Muchos buscan un tipo de trabajo que realmente ejerza una influencia en la sociedad, antes que obtener un buen sueldo. Creen firmemente en su aporte para que las cosas cambien. Se preocupan por el medio ambiente y son conscientes del desastre ecológico que están dejando las generaciones anteriores. Valoran la familia como institución y, más que nunca en la historia, se hacen responsables de sus padres durante la vejez.

Tercer mito: no les interesa casarse. En este punto hay una distorsión, pues aunque aparentemente quieren vivir en pareja, sin las responsabilidades del matrimonio, en realidad lo que no quieren es seguir el ejemplo de sus padres divorciándose. Creen que hay que conocer realmente a la pareja, pues entre sus prioridades está tener un matrimonio bien avenido y ser buenos padres. La verdad es que se casan más tarde y viven juntos primero para asegurarse de que eligieron a la persona correcta.

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Cuarto mito: son indiferentes ante la política. Es una realidad, la mayoría no quiere saber de esta. Ese mundo idealizado de hombres y mujeres que querían salvar el universo y construir una sociedad mejor para sus congéneres ya no existe. Están desilusionados de la corrupción rampante, de la ambición sin límites en pos del poder y la celebridad. Ya no importa si la derecha o la izquierda gana, las ideologías desaparecieron y a ellos parecería que les da lo mismo.

Quinto mito: sufren de déficit de atención. Producto de la tecnología, los “milenios” se volvieron adictos a los teléfonos inteligentes, a los computadores y a cuanto aparato se inventa. Hijos de su tiempo, se comunican de otra manera. Son multifuncionales, hacen varias cosas al tiempo. Las redes sociales se volvieron el medio para expresar lo bueno y lo malo. Sí, ya no escriben cartas, no leen libros y no compran suscripciones de periódicos. El mundo cambió y ellos representan estos cambios. Lo normal es ver, en una reunión, a la gente chateando en lugar de ocuparse conversando.

Soy la primera en afirmar que la mayoría de las veces no entiendo la música actual, así como mi papá no entendía a The Beatles. Aprendí a usar computador por necesidad, no puedo vivir sin este y, como les digo a mis amigos, ya no tengo cabeza sino teléfono, antes usaba una libreta donde anotar. No estoy en Facebook y se me olvida “trinar”.

Entiendo que con los años uno critique a los jóvenes y piense que son ellos quienes están equivocados, pero en la historia de la humanidad siempre ha sido así y por eso hemos seguido evolucionando. La responsabilidad de las nuevas generaciones es tratar de arreglar los errores que la anterior cometió y soñar con que son capaces de hacer de este mundo algo mejor.