Los 5 objetos más sexualizados de la moda: cinturas extremas

Revista FUCSIA, 15/2/2015

Hacemos un recorrido por los cinco objetos que se han vuelto fetiches, y las razones por las que el sexo se ha valido y sigue valiéndose de esas prendas clásicas de la moda para desplegar sus encantos.

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Calificar el corsé como una prenda que ha dominado a las mujeres ha sido una verdad que los teóricos de la moda, como Valerie Steele, empiezan a revaluar ante la evidencia de que eran las mujeres, por voluntad propia, las que optaban por usar los incómodos armatostes para aligerar la cintura. Los hombres, al contrario de lo que se ha creído, levantaban constantes quejas ante la irracionalidad del vestido femenino, sobre todo al momento de la intimidad.

Claro, la evidencia también dice que las mujeres optaron durante siglos por llevar esos aparatos para radicalizar las diferencias entre la cintura y la cadera, una condición considerada como un indicador de juventud, voluptuosidad y sensualidad ante la mirada masculina. Al leer estas historias se puede pensar que, en realidad, el corsé estuvo más en las fantasías o pesadillas de las mujeres que en las de los hombres.

Sin embargo, en el siglo XIX apareció un fenómeno editorial llamado The Gibson Girls (las chicas Gibson), que eran ilustraciones que salían en los periódicos y que recreaban la vida cotidiana de las mujeres que iban al teatro o estaban en la calle. Los hombres empezaron a colectar esas imágenes, a guardarlas calladamente como una forma de fantasear con la cercanía de esa extraña que había sido dibujada. En ese mundo ilusorio la curvatura en forma de “s” que proporcionaba al cuerpo de la mujer el corsé, una vez que empujaba el busto para adelante y la cola para atrás, se convirtió en uno de esos rasgo apetecidos de la belleza femenina entre los pelotones masculinos.

Algo muy similar sucedió unas décadas después cuando el siglo XX se desbocó hacia la guerra. Ante la ausencia de mujeres en los batallones, se crearon unas estampas coleccionables con figuras idílicas de mujeres que los soldados pegaban en sus paredes y que les permitían lidiar con tanto deseo reprimido.

Estas imágenes resaltaban los atributos femeninos: busto prominente, piernas delgadas y estrechísimas cinturas, y en esa versión sublime, las mujeres fueron bautizadas pin up girls (pin up denota, en inglés, el acto de poner sobre un corcho una foto con un alfiler). Así, la cintura estrecha y llevada hasta sus límites imposibles dibujado en estas imágenes, pronto empezó a ser una estética real que modelos como Betty Page imitaron con exageración, de tal forma que la fotografía y el cine erótico empezaron a echar mano de las cinturas amarradas como signo de excitación.

El corsé, esa armadura secreta, sin embargo, había permanecido hasta ahora en la intimidad. Con el punk a finales de los setenta –que volvió un acto de rebeldía llevar los corsés afuera– y luego con la apuesta del diseñador Jean Paul Gaultier de vestir a Madonna para su Blond Ambition Tour con un corsé de copas cónicas, esta prenda firmó su afiliación eterna al mundo de los objetos de la moda que el fetichismo ha usurpado.

Lee los cuatro objetos sexualizados restantes de la moda:

1. Pieles desnudas

2. Guantes, la segunda piel

3. Tacones inocentes

4. Piernas veladas