Los 5 objetos más sexualizados de la moda: pieles desnudas

Revista FUCSIA, 15/2/2015

Hacemos un recorrido por los cinco objetos que se han vuelto fetiches, y las razones por las que el sexo se ha valido y sigue valiéndose de esas prendas clásicas de la moda para desplegar sus encantos.

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De tanto verla, esta imagen parece habitar en nuestra memoria colectiva: una dama bella, envuelta en un peludo abrigo, camina sola por calles oscuras y nubladas, sin conocer su destino. En su versión fantástica, no confesada, la escena tiene un elemento especial: debajo del abrigo no hay más que un cuerpo desnudo.

Por siglos, las pieles fueron una prenda exclusiva de la aristocracia, y su valor era directamente proporcional a la dificultad de cazar el animal del que se tomaba la piel para coser los suntuosos abrigos. Fue a finales del siglo XIX y hasta la entrada vertiginosa al XX que las mujeres extendidamente usaron pieles como señal no solo de alcurnia sino de excéntrico estilo. Cómo no pensar en la actriz y escritora alemana Anita Berber que se paseaba por las calles de Berlín cubierta solamente de su abrigo de marta, con un mico colgado en el cuello y un broche de plata que rebosaba en cocaína y que, tanto en las pantallas como en las calles, se convirtió en emblema de las nuevas fronteras públicas a las que asomaba el sexo.

Cómo dejar pasar a la italiana Luisa Casati, teatralmente extravagante, que solía pasearse por las noches con unos guepardos atados a unos collares engastados en diamante, serpientes vivas a modo de joyas y siempre desnuda debajo de su vestido de piel. Bien lo recordaba el famoso fotógrafo Helmut Newton como una de las imágenes más trastocadoras de su infancia: “Te encontrabas a las mujeres desnudas debajo de su abrigo”. Esa carga de erotismo que parece habitar en las entrañas de un abrigo peludo terminó por hacerse universal una vez que esas damas del cine de los años cuarenta, como Marlene Dietrich y Joan Crawford, envolvieron insistentemente su fragilidad y sensualidad, desnudas o vestidas de seda, siempre de mink.

Pero esa premisa casi obvia de que cada mujer que viste de piel recrea una diva desnuda, parece poderse rastrear no solo en el cine. En la famosa novela La Venus de las pieles, del escritor Leopold von Sacher-Masoch, la piel aparece como un elemento fundamental para cobijar el corazón yerto de la Venus que enamora a los hombres, y sentencia su fatalidad. Así lo escribe refiriéndose al cuadro la Venus, de Tiziano: “Más tarde, en la época del rococó algún experto le puso a esta dama el nombre de ’Venus y las pieles de la déspota‘, en las que la bella modelo de Tiziano sin duda se envolvió más por temor a resfriarse que por razones de pudicia, convirtiéronse en símbolo de la tiranía y crueldad que hay en la hembra y en su belleza (...), el cuadro tal cual es ahora se nos presenta como la más picante sátira de nuestro amor. En el abstracto norte, en el gélido mundo cristiano, Venus tiene que envolverse en un grande y pesado abrigo de pieles para no constiparse”.

Lee los cuatro objetos sexualizados restantes de la moda:

1. Guantes, la segunda piel

2. Tacones inocentes

3. Piernas veladas

4. Corsés