Matthew McConaughey y la resurrección del vaquero

Revista FUCSIA, 2/3/2014

Dicen que su defecto es ser atractivo, pues se ha encasillado en 'cursis cintas comerciales'. Ahora, Matthew McConaughey se hace merecedor de un Óscar. El milagro se debe a su papel de texano homofóbico, enfermo de sida.

Matthew McConaughey - Foto:

¿Cuántos minutos aparece descamisado en cada una de sus películas? Es una pregunta con la que suelen molestar al actor en las entrevistas y cuya respuesta ha sido registrada en varios medios: el periódico The Sunday Times, por ejemplo, publicó cifras que van desde ochenta segundos hasta media hora.

Sin embargo, en su reciente filme, Dallas Buyers Club, el hombre que se hizo famoso por sus abdominales perfectos tiene poco cuerpo que mostrar. En esta oportunidad luce desgarbado y con casi veinte kilos menos, un reto que tuvo que asumir para encarnar a Ron Woodroof, un electricista texano, mujeriego y homofóbico, que al enfermar de sida en los años 80 se convirtió en un activista luchando por los derechos de personas en su misma situación.

Durante seis meses el seductor de oro, de 44 años, se sometió a una rigurosa dieta a base de pescado fresco. Su irreconocible figura fue objeto de polémica, pues llegó a decirse que estaba poniendo en riesgo su vida debido al trabajo. “No me estoy muriendo de hambre”, aclaró, argumentando que el proceso había sido monitoreado por nutricionistas que podían dar fe de su buen estado de salud.

Pero no solo se metió en la piel del personaje, sino también en su mente y alma: escuchó más de quince horas de entrevistas que había dado y hasta tuvo acceso a su diario: “Así fue como conocí sus secretos”. La técnica dio resultado al punto de que los propios familiares de Woodroof, que murió a los 42 años en septiembre de 1992, reconocen que les cuesta mirar las escenas de la cinta: “Está tan metido en él que me parece irreal”, confesó la hermana del difunto.

Matthew con su esposa Camila Alves/AP

Según el Daily Mail, desde hace algún tiempo le habían hecho a la hija de Woodroof propuestas para llevar su hazaña al cine con Brad Pitt y Ryan Gosling, pero solo se emocionó con McConaughey, quien por ser también de Texas no era ajeno al ambiente de fanfarronería característico de aquella época: “Conozco ese territorio..., ese humor, esa ignorancia”, expresó el protagonista.

De hecho, la idea tardó veinte años en materializarse: un mes antes de que el activista muriera. Craig Borten, guionista de la producción, lo contactó, pues sabía que tenía una historia que contar. Para ese momento, el enfermo terminal ya se había convertido en un símbolo local debido a su enfrentamiento con el sistema de salud que no ofrecía los medicamentos necesarios a los pacientes con VIH.

Aun así, en su pasado había estado lejos de ser compasivo: amante del mundo macho de los rodeos, sentía repulsión por todo lo relacionado con los homosexuales. Además, tenía cierto halo misógino, múltiples amoríos y problemas con la cocaína. Aunque no es claro cómo se contagió del virus, le comentó a Borten que en 1981 había tenido un encuentro sexual con una mujer que supuestamente se inyectaba drogas. Cuatro años más tarde le habrían diagnosticado el mal, augurándole un desalentador pronóstico de treinta días de vida. Su novia también resultó seropositiva, según el periódico The Dallas Morning News.

En lugar de aceptar la condena, Woodroof renunció a su trabajo como contratista eléctrico y se dedicó a estudiar con obsesión casi científica todo lo relacionado con su condición. Así confirmó que el AZT, fármaco insignia en los inicios de la pandemia, generaba cierta mejoría en un principio pero con el tiempo empeoraba el cuadro clínico de algunos infectados. Como los doctores le negaron la posibilidad de usar medicamentos experimentales, se las ingenió para conseguirlos por fuera de Estados Unidos, contrabandeando, incluso viajando hasta Japón.



 McConaughey encarnando a Woodroof

Visitó México alrededor de 300 veces, burlando los controles de seguridad a punta de sobornos y disfrazado de sacerdote, médico o policía, para regresar con el carro lleno de drogas alternativas: “No son ilegales, es solo que no están aprobadas”, fue su disculpa cuando la persecución en su contra comenzó debido a la creación de su Club de Compradores, un centro de distribución de drogas para pacientes que llegó a contar con 4000 “miembros” habituales.

La leyenda de este héroe relata que en una oportunidad se le ocurrió darles a las autoridades una lista falsa de sus clientes usando los apodos de jugadores de fútbol americano del equipo Dallas Cowboys. “Esto es obligatorio. No es cuestión de si debemos tomar el riesgo o no”, comentó alguna vez refiriéndose a su misión, por la cual fue llamado “el arrogante vaquero clandestino del sida”. Después de todo solía asegurar que él era su propio médico.

Con la misma confianza se enfrentó a la Agencia de Alimentos y Medicamentos norteamericana, FDA, luego de que le detuvieran un cargamento de Péptido T proveniente de Dinamarca. A pesar de que el fallo fue adverso, Woodroof marcó un precedente al llegar a un acuerdo para que le suministraran la droga. Y si bien perdió la guerra contra la enfermedad logró vivir siete años más de lo esperado y con un ideal.

En la película, Jennifer Garner hace el papel de la doctora Eve Saks, quien termina dándole una mano al temerario activista en su lucha. Borten ha explicado que si bien se trata de un personaje ficticio, resumió en esta caracterización al grupo de especialistas que libraron batallas similares. Lo mismo ocurre con el transexual Rayon, interpretado por el actor y músico Jared Leto, quien también tuvo una transformación extrema y adelgazó 15 kilos en solo un mes. Representa el cambio de mentalidad de Woodroof, quien se volvió tolerante y en su cruzada apoyó a los gais afectados por la enfermedad. 





“Solo cuando supo que era VIH positivo encontró un objetivo. A veces las adversidades nos dan un propósito para continuar”, reflexionó McConaughey en el diario USA Today.
Quizá lo sabe porque, al igual que su personaje, encontró un despertar cuando la crítica daba por sentado que se quedaría haciendo “cursis cintas comerciales de dudosa calidad”, y mostrando pecho.

“Ha estado en proyectos muy rentables en lo económico, como la mayoría de sus comedias románticas, pero poco apreciados por el público selectivo”, manifestó a FUCSIA Samuel Castro, miembro de la Online Film Critics Society.

Cintas populares del tipo How to Lose a Guy in 10 Days por lo general aseguraban cifras superiores a los 100 millones de dólares en taquilla. “Si uno ve Dazed and Confused, su primer largometraje (1993), ve a un talentoso joven, cuyo defecto es ser bien parecido. Tres años después, cuando asumió su primer protagónico en A Time to Kill, con Sandra Bullock y Samuel Jackson, descubrimos a un tipo lleno de carisma y de gracia. Y lo mismo pasó en Amistad. Pero una vida desordenada, de juerga nocturna, hace que sea mucho más fácil aceptar propuestas que no son exigentes en cuanto a la interpretación, y eso fue lo que pasó con él: se encasilló en proyectos en los que solo debía preocuparse por el largo de su pelo rubio. Había un talento desde el principio, que vivió un bache profesional”.


McConaughey ha admitido que estaba aburrido de las mismas ofertas. “Pensé que si estaba madurando en la vida real también era hora de crecer en mi carrera”. Por eso, se dedicó a decirles no y estuvo alejado de los sets de grabación desde 2009, durante dos años. Su rebelión dio resultado: directores como Martin Scorsese y Christopher Nolan quisieron ser testigos de la reinvención y ver cómo era capaz de presionarse “hasta llegar a tener miedo”, como él mismo habría reconocido. Con The Lincoln Lawyer marcó su regreso y, desde entonces, ha cimentado su credibilidad con ocho producciones más, entre ellas varias independientes. Hizo de gay en el clóset en The Paperboy, de sicario en Killer Joe y un papel de stripper en Magic Mike, del cineasta Steven Soderbergh, le valió el premio a mejor actor de reparto en los Independent Spirit Awards.

Pocas estrellas han protagonizado un giro de tantos grados en la mitad de su carrera. “Es similar a lo que hizo Robert De Niro, pero al revés y mucho mejor”, reseñó el crítico Jonathan Dean. Por eso muchos especialistas anticipaban su candidatura al Óscar, que recientemente obtuvo: “A Hollywood le seducen los actores que luego de ser exitosos quieren volverse serios”, agrega Castro. Le encantan esos finales felices.