Mercedez Salazar, la joyera con sentido social

Revista FUCSIA, 15/7/2015

Mercedes Salazar ha hecho de su trabajo como joyera una obra social que impacta a diferentes comunidades. En esta edición de aniversario, la joyera celebró los 15 años de FUCSIA con un diseño de un carro de guerra que dispara corazones.

Foto: Paloma Villamil - Foto:

En febrero del 2000 Colombia sufrió una de las peores matanzas efectuadas por los paramilitares: la masacre de El Salado. En la conmemoración de los diez años, la periodista Claudia García, de Publicaciones Semana, hizo un llamado a la comunidad para que se uniera a la campaña que pretendía regresar a quienes habían sido desplazados y que el pueblo pudiera ser reconstruido.

La joyera Mercedes Salazar decidió sumarse a la causa diseñando una pulsera azul de reconciliación para recordar lo que sucedió y, con la venta de ellas, recoger fondos.

"Le ayudé a Claudia a encontrar un símbolo para poder unir a más personas con la labor que ellos estaban llevando a cabo. Se hicieron trescientas mil unidades de pulseras de hombrecitos cogidos de la mano", dice Mercedes, quien se ha vuelto un referente de bisutería por su capacidad para innovar en las técnicas artesanales.

Lo cierto es que ese amor por el oficio ha estado acompañado de una serie de proyectos sociales, como el de El Salado, donde más allá de ser una empresaria, la joyera se convierte en una promotora del saber artesanal. Actualmente, por ejemplo, realiza dos talleres en la cárcel La Picota cada quince días. Uno es con niños de la unidad terapéutica que deciden por su propia voluntad dejar las adicciones y entrar a formar parte del programa de rehabilitación.


La joyera Mercedes Salazar. Foto. Paloma Villamil


Allí, Mercedes les lleva la materia prima y las herramientas para que se encarguen de hacer ciertas partes de collares y pulseras. "No los pongo a hacer todo el proceso, sino algunas partes. Ahora con ellos estoy montando un taller de joyería con herramientas más serias para que dos joyeros de Mercedes Salazar Joyería les enseñen las diferentes técnicas y puedan manipular los metales, pulirlos, soldarlos, martillarlos y transformarlos en pequeños tesoros. Ese programa piloto me va a permitir ampliar el número de presos a los que les puedo dar trabajo constante". El trabajo, que es voluntario, rebaja la pena y es remunerado.

Proyecto Peligro
, por su parte, es el otro programa que está implementando la bogotana y que nace de querer lograr una materia prima contundente para que la gente se replantee el rechazo y el miedo que ocasiona la cárcel. Bolsas de playa, carteras para la noche, pufs para la sala y enormes canastos son tejidos por los presos con el fin de venderlos y que el proyecto educativo se mantenga a flote.

"A mí me parece que el miedo hace que uno no se involucre, que uno sienta que no es con uno y eso se está volviendo una constante en nuestra sociedad con todo, con el calentamiento global, el desperdicio del agua, la matanza de los elefantes… Esa manera de pensar es muy peligrosa", explica la joyera, quien añade: "Este proyecto partió de preguntarme qué es lo que es peligroso. Lo peligroso no es acercarse a la cárcel a ayudarle a un preso a mejorar un poquito su calidad de vida o a darle trabajo. Lo peligroso es tener la capacidad de ayudar a la gente y no ayudarla, tener una buena idea y no compartirla, es olvidarse de los oficios que se hacen a mano".

Mercedes Salazar, quien es madre de tres hijos –Lorenza, Antonio y María Perla– y a quien le preocupa el comportamiento apático que se ha generado en las sociedades, en parte por la aparición de los smartphones que hacen a las personas más ensimismadas, siempre ha querido que sus creaciones cuenten una historia, que hablen del otro, que hablen de sí misma.

Así pasó la vez que lanzó su colección La Guerra del Amor, en la que soldados disparaban corazones y flores, y a los vaqueros les salían esmeraldas y piedras semipreciosas. "Lo que mostraba es que al final esos elementos son juguetes y la única posibilidad real para una paz factible es que disparen amor y buenos sentimientos". Así pasó también con las familias del Putumayo, La Guajira, Nariño, Chocó, Cauca y Córdoba a las que ha involucrado en la cadena productiva para que mantengan sus tradiciones, pero también para que puedan competir en el mercado de hoy.


Mercedes Salazar durante las charlas TEDxCárcelElBuenPastor. Foto: León Darío Peláez/Semana.com


"Los diseñadores, arquitectos y artistas tenemos un compromiso con la artesanía de Colombia, con mantenerla viva y vigente. Pienso que la manera de uno involucrarse es salvando la técnica, pero aportando en materiales, color y forma, y ayudarles con el diseño contemporáneo porque el comercio está pidiendo piezas únicas y diferentes. Lo que a mí me gusta es mostrarles que se pueden hacer otras cosas para que ellos entiendan el camino. Abrirles los ojos. No hay necesidad de quedarse bordando siempre el mismo paisaje en la misma lana. Con comunidades que hacen canastos he metido un montón de materiales nuevos como cables de teléfono, tendederos, plásticos de colores, cuero, metal y alambre, y a los que hacen guerre guerre los convencí para mezclarlos con hilos metálicos en baño de oro. Ellos lo reciben positivamente porque son conscientes de que están desapareciendo los oficios que se hacían a mano en el país y a mí este ejercicio me permite encontrar mi raíz, mi ser, me ayuda a entender quién soy", concluye Salazar.