Mi amigo Argemiro, el ‘tuitero’

Por Samuel Giraldo, 13/7/2010

En la década de los 90 estuvo de moda en las escuelas de sociología y antropología de todo el mundo armar tribus urbanas con base en sus hábitos de consumo, creencias religiosas o manifestaciones culturales. Hoy, en plena época de ‘tuiteros’ y ‘feisbuceros’, el panorama ha cambiado radicalmente y todos se ponen el antifaz del anonimato que les brinda Internet.

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Ya les había comentado que no me gusta Facebook porque todos sus protagonistas buscan las fotos más rebuscadas para atraer más amigos extraños o íntimos a su red social que está abierta a cualquier morboso. Las hembras ponen las fotos más exuberantes en donde muestren sus “carnes” o sus ojos llenos de ternura, mientras que los machos alfa se parapetan en fotos de lugares ignotos, en motocicletas, caballos y otras bestias indomables.
¿Por qué a la gente del Facebook le da por poner una foto con una camiseta con la leyenda “I Love Sydney” si vive en Palmira, o con la pirámide de Keops como fondo si fue hace 20 años? Eso lo entiendo y veo con satisfacción: han entendido la esencia de la comunidad más exitosa de la red de redes. Mostrar todos sus anhelos y/o frustraciones, y poco a poco, generalizar más seguidores a sus vidas solitarias. ¿Cómo se puede tener mil amigos en Facebook? Es una cosa de locos… Habrá gente que maneja bien el cuento de “libro de caras” y le servirá para hacer algo productivo, pero la mayoría entra una vez y se retira.
Pero han aparecido con gran fuerza los ‘twiteros’, o ‘tuireros’, que en nada se parecen a los ‘feisbuceros’ tradicionales. Estos son unos personajes que son como hormigas, frente a los seguidores de Facebook que más bien actúan como arañas recolectoras de bichos en sus redes. La tribu de los ‘tuiteros’ son anarquistas consumados que adoptan causas como propias sin convencimientos (léase movimiento verde en Colombia). Hoy van por Greenpeace, pero mañana fácilmente pueden ser metálicos en Rock al Parque. Como bien lo expresa la filosofía de Twitter, son como “parloteadores” modernos que repiten cosas como pequeños loritos en la Web. No son tipos con cuento, no posan con fotos rebuscadas, sólo son cajas de resonancia de la actividad más llamativa en la Red.
Y ya hay ‘tuiteros-feisbuceros’, es decir, ciberactivos personajes que combinan sus formas de comunicación y pueden ser altamente nocivos para una empresa. Tienen dos y tres perfiles entre los que se cruzan información y enredan a nuevos miembros con un sinfín de mensajes sin sentido como, “ya me levanté… ¿qué hay por allá?”; y otro le responde “la misma canción @#pink”. Y así llenan sus buzones hasta que deciden mirar que hay por Facebook y se dan cuenta de que alguien ha cambiado de estado marital, lo que les da comienzo a otra ola de mensajes cortos, sin sentido y con mucha adicción.
Obviamente, lo que menos quiero es posar de docto haciendo análisis generacionales, ni mucho menos antropológicos. Tal vez, la moraleja del asunto es que “dime si ‘tuiteas’ o ‘feisbuceas’ y te diré quién eres”.
Tengo un amigo que se llama Argemiro, tal vez sea la única persona menor de 40 años con ese nombre. Es el hombre más silencioso del mundo, más parco, más introvertido y más tímido que exista. Pero hay que ver su actividad en Facebook y Twitter. Tiene más de 400 amigos y nunca lo he visto tomando una cerveza con nadie ni tiene novia y ya ha enviado más de 12 mil tweets; sigue a 380 ‘tuiteros’ y lo siguen 190, muchas chicas entre ellos. ¿Qué fuera de la vida de ‘Miro’ sin las redes ni con las páginas de parloteo? =