Editorial: la cara del odio

Fucsia.co, 15/4/2014

Los ataques con ácido continúan asolando Colombia, uno de los países que más crimenes de este tipo suma a nivel mundial al año. El último caso perpetrado contra Natalia Ponce ha vuelto a a poner en la mira pública este grave problema al que se enfrenta la solciedad colombiana en su conjunto.

Foto: © Paloma Villamil/13 - Foto:

No conozco a Natalia Ponce de León, ni a las otras colombianas que han sido atacadas con ácido, golpeadas por sus compañeros o asesinadas. No me importa si se trata de una mujer del norte o del sur de Bogotá, o de otras regiones de nuestro país. Ya sé lo que se dice por ahí, que uno reacciona ante este horror solamente cuando se trata de una persona rica. Para empezar, Natalia es una mujer que vive de su trabajo y si los lectores pudieron escuchar en la radio a su mamá habrán concluido que su familia tiene un buen pasar. Pero este hecho no es disculpa, tampoco existe justificación alguna para ataques como estos cuando se dan contra una niña consentida o millonaria. Me cansé de leer en el periódico que encontraron una modelo asesinada dentro de una maleta. De escuchar la historia de Sorleny Pulgarín en La W. Me deprime saber que una vecina suya la atacó con ácido porque no le gustaba que estuviera casada con un policía. Y me avergüenza enterarme de que, en el caso de Natalia, todo se refiere a un hombre al que ella no le prestaba atención y entonces decidió arruinarle la vida.

Podría aludirse, si es que hubiera atenuantes en estos casos, que los dos atacantes son unos seres asociales, unos enfermos mentales, pero ni siquiera eso debería justificarlos, pues realmente son unos delincuentes que han planeado fríamente un ataque. ¿O será que uno puede guardar en su casa una botella de ácido y en un ataque de ira e intenso dolor resuelve destruir la vida de otra persona, desfigurándola? Estas agresiones constituyen a todas luces un crimen, y tanto la policía como las personas que están cerca de las lesionadas lo tienen que ver así. Las mujeres estamos indignadas de oír, como oímos con frecuencia ante una violación, la reacción primaria de que “es culpa de ella, que iba vestida de una manera provocativa y se lo buscó”. O que le produjo celos al novio, amante o marido y por eso merece que la castiguen.

La ley está en mora de ser lo suficientemente severa frente a esta conducta oprobiosa, pero al mismo tiempo debemos ser conscientes de que es urgente, perentorio, implementar todo un sistema de educación que apunte a formar mejores personas. Los niños deben crecer entendiendo el concepto del respeto por la vida y por los demás, y ese concepto incluye no dañar a las personas y, desde luego, la genuina actitud de respetarse a sí mismos. No entiendo cómo estos criminales pueden dormir una sola noche, ¿cómo se puede entender ese grado de maldad?

No me resta sino decir que el equipo de FUCSIA se siente solidario con Natalia, Sorleny y los hombres y mujeres que han visto su vida truncada por esta sorda violencia. En consecuencia, esta no será una campaña de un solo día sino una actitud permanente.