La película del liberador de las mujeres

Revista FUCSIA, 19/6/2014

La cinta Yves Saint Laurent se adentra en la vida del modisto francés desde su ingreso en Dior hasta su emblemática colección Rusa en 1976. La película pone en evidencia las peripecias estilísticas de un hombre tímido que padeció su triunfo.

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Las modelos lo miraban algo desconcertadas. Christian Dior, el maestro, no tenía ningún problema en presionarlas, exigiéndoles en riguroso tono que estuvieran a la altura de sus clientas. Su tímido e inesperado reemplazo, el joven Yves Saint Laurent, de apenas 21 años, parecía no ser capaz, ni siquiera, de mirarlas a los ojos. “Era como si tuviera la lengua cosida”, recuerdan las modelos de la época. Esa reserva que ocultaba, en realidad, una verdadera genialidad, los picos emocionales que tuvo que vivir en sus tres años al frente de una de las casas de moda más determinantes de París, sus aventuras creando su propia marca, YSL, y sus amores encarnados todos en su compañero eterno, Pierre Bergé, son material por estos días de Yves Saint Laurent, una película biográfica, lanzada mundialmente y que llegará el segundo semestre de este año a Colombia. El director y actor francés Jalil Lespert hace que el público comulgue con el expuesto y atormentado corazón de este diseñador, pero más importante aún, pone de manifiesto las ideas y el carácter del hombre que transformó la moda de la segunda mitad el siglo XX.

Cuando el gran creador parisino Christian Dior presentaba ante el mundo su silueta New Look, en 1948, en un intento desesperado por rehabilitar la golpeada moda europea que había sucumbido a los desgastes de la guerra, Yves Saint Laurent no era más que un niño de 12 años vilipendiado en el colegio por no demostrar interés más que por la ópera y las páginas de la revista Vogue. Su temprana pasión lo llevó a dejar su casa en Argelia e irse a estudiar a la Escuela del Sindicato de la Moda de París, con la suerte de que fue contratado para trabajar en la casa de modas que le daba un nuevo cuerpo a las mujeres de la posguerra, confrontación de la que había sido testigo durante tantas horas de su infancia. “En 1955, el joven Yves Saint Laurent llamó inmediatamente la atención de Christian Dior, una vez que le mostró unos bocetos en los que presentaba una silueta en A, muy similares a los que estaba trabajando la casa por esos días. Dior creía tanto en Saint Laurent que le dio la posibilidad de diseñar importantes piezas para sus colecciones venideras, las que pronto le hicieron vaticinar que él sería quien lo reemplazaría”, le explicó a FUCSIA Michelle Guazzone, profesor de la escuela de Moda en Milán del Instituto Europeo de Diseño.

Nadie sabe si en realidad Christian Dior habría hecho de su pupilo el líder de su marca, porque fueron las circunstancias las que terminaron por tomar las decisiones. Tras la repentina muerte de Dior, en 1957, se tomó la resolución casi inmediata de que sería Laurent el que se encargaría de la colección que había que presentar en enero de 1958. La película de Jalil Lespert explora inicialmente esos tres cortos años en los que Yves Saint Laurent se muestra al mundo como director creativo de Dior, periodo en el que también se sientan los primeros precedentes de sus desequilibrios emocionales. En su primera colección, el muchachito tímido que apenas pudo ver el show asomado por un intersticio de las cortinas, lanzó el vestido tipo trapecio, un modelo vanguardista para la época que ajustaba levemente el busto y que se abría en una amplísima y rotonda falda. Los recuerdos son diversos, las críticas fueron halagadoras y devastadoras; estas últimas hicieron más mella en su alma sensible.

Pero como si el director de cine fuera en realidad un experto en moda, su film deja diluir esos años para prestarle verdadera atención a lo que vino después de que Yves Saint Laurent tuviera que dejar la casa Dior en 1960 para irse a las filas del ejército adonde fue convocado. “De todos los diseñadores que emergieron en los sesenta, Laurent fue el que hizo todo para poner en jaque los límites de su tiempo, él era de los pocos que estaba verdaderamente al tanto de lo que era la mujer moderna; esto lo llevó a crear atuendos que podían ser usados exitosamente, ya fuera en 1964, ya fuera en 2014”, explica Michelle Guazzone, y añade: “Parte de esta conciencia tenía que ver con los cambios sociales que ocurrían en ese momento, la gente joven por primera vez se convertía en un consumidor actual con una identidad cultural propia y era capaz de marcar los destinos de su propio estilo de vida”. Quizás por ese afán de comulgar con una nueva generación y por hacer de la moda algo más accesible, Yves solía lamentar no haber sido él el inventor del jean: “Hubiera querido darle al mundo la prenda más bella, más práctica, más relajada que además tiene expresión, modestia, simplicidad y sex-appeal”.



“No se equivoca la película en concentrarse más en lo que vino en su vida tras su paso por Dior”, asegura Nancy Deihl, directora del programa de maestría en Costume Studies de la New York University. “Esa experiencia le dio paso a sus grandes transformaciones. Por ejemplo, creó su línea prêt-à-porter Rive Gauche, popularizando esa moda lista para usar en Francia y lanzando un mensaje a la alta costura que parecía obsoleta. Ahí, también descubrió la calle como una fuente legítima de inspiración e influencia, le rindió tributo a los genios de la moda del pasado, algo que nunca se había hecho, y vio en el arte de Picasso y de Mondrian unas nuevas maneras de hacer ropa”, comenta la experta.

Alentado por su amigo, amante y socio, Pierre Bergé, Yves Saint Laurent creó una marca convencido de que la inspiración podía venir de cualquier lugar. De los trabajos utilitarios, por ejemplo, en los que se inspiró para crear la chaqueta safari o el trench coat (gabardina), o de la cultura global de donde salieron sus magníficos vestidos africanos. Toda una transgresión, considerando que todavía eran tiempos en los que la moda era para unos pocos que podían pagarla. “Sin duda, Saint Laurent, como hombre de su tiempo, era consciente de los cambios que estaba experimentando la sociedad y del importante papel de la moda como signo visible de esos cambios. Fue muy significativa, sobre todo, la adaptación que hizo de las prendas del guardarropa masculino al femenino, como el blazer con botones dorados, el traje pantalón, el esmoquin y las bermudas”, recuerda Amalia Descalzo Lorenzo, profesora de Cultura y Moda de ISEM Fashion Business School-Universidad de Navarra en España, quien explica que ese rapto de determinadas prendas masculinas para el clóset de las mujeres da cuenta de ese interés constante que desde mediados del siglo XIX se estaba dando en Occidente por conseguir la paridad entre ambos sexos.

En ese camino como creador solitario, el diseñador logró hacer algo que los expertos han visto como el verdadero vestido de una segunda ola de feminismo, en la que, más que la alborotada quema de brasieres, sale a relucir la popularización del pantalón como la prenda que va a liberar a las mujeres y les dará una nueva posición en el nuevo mundo laboral que querían conquistar. Los pantalones permitirían que, por primera vez, los hombres miraran a las mujeres a los ojos y no a sus piernas.

En 1966, Yves Saint Laurent lanzó una bomba que desestabilizaría los parámetros de la moda hasta entonces conocida, el tradicional esmoquin usado por los hombres en las fiestas más elegantes era ahora llevado a la silueta femenina invocando seguridad, libertad de movimiento y confianza. Altanero, como lo había sido alguna vez Chanel, Lauren apostaba ahora por hacer del pantalón un infaltable femenino en todas las ocasiones del día. Sin pensárselo mucho, estrellas como Catherine Deneuve, Liza Minnelli, Lauren Bacall y Bianca Jagger empezaron a llevarlos, desafío que no fue tan fácil de repetir por las mujeres del común, que eran devueltas de la oficina cuando osaban olvidar la falda en casa.



“Desde el principio de su carrera él pensó en una mujer trabajadora e independiente, que se reusaba a quedarse en la casa esperando salir por cuenta de un matrimonio. Si hoy damos por sentado que un par de pantalones son una parte básica en el guardarropa de cualquier mujer, es gracias a la gran contribución de este creador”, asegura el profesor Guazzone.

Después de desentrañar las batallas estilísticas que obedecían, entre otros, a profundos conflictos emocionales del diseñador, la película avalada por Pierre Bergé, y en la que fue usada una gran parte del acervo de moda que dejó el diseñador, finaliza en un tiempo temprano de su vida, pero absolutamente determinante de la carrera del trasgresor modisto. Una propuesta llamada Rusa, en 1976, lo volvería una verdadera celebridad. Esta iniciativa “es la muestra de alta costura más cara que ha hecho la casa de Yves Saint Laurent hasta ahora. Los ballets rusos y la cultura moscovita habían sido fuente de inspiración antes, pero la exuberancia de esta colección causó un impacto mediático que no era propio de un diseñador de moda en ese momento. Creo que lo más determinante para que la película eligiera a Rusa como cierre, fueron su sentido de lujo y sus siluetas; la grandeza y el volumen de estas piezas maestras impactaron profundamente la moda de los años setenta y de la primera mitad de los ochenta, allí podemos encontrar el germen de muchos de los estilos que se popularizaron”, concluye Guazzone.