Sonia Lahoz, desafiante

Revista FUCSIA, 12/5/2015

Es de esas mujeres que a donde va atrae las miradas. Es inspiradora de estilos y, sobre todo, una rebelde que ha hecho que el lujo sea más inesperado, y digamos, más divertido.

Foto: Paloma Villamil - Foto:

Es devota del verde y del azul, tanto para la ropa como para los muebles, porque para Sonia Lahoz la habilidad para vestir el cuerpo es parecida a la que se necesita para decorar una casa, por eso navega con tanta libertad entre zapatos y piedras, telas de cortinas y jardines; al final, todo es parte de su compleja, rebelde y desafiante manera de comprender la estética.

“Todos parecemos demasiado preocupados por ser coherentes, por estar al pie de las tendencias. Creo que cada momento de la vida trae sus propias maneras de ser insolente, auténtico, y que esos son los únicos instintos que se deben atender”, dice Sonia mientras camina por la inmensa sala de su casa, que ha dividido en dos: una parte que atiende los caprichos de su marido, otra la deja a ella ser en plena libertad. El yin yang.

Después de años de vivir en Francia y siendo aún una jovencita regresó a Colombia a toparse con un mundo tradicional que señalaba a cualquier señorita que quisiera salirse de la norma. Ella, de falda corta y botas texanas, parecía ser habitante de un planeta lejano que nadie entendía. Quizá quería incomodar, quizá también crear con esa extraña disposición de su vestido un cierto filtro para que solo se le acercaran personas suficientemente interesantes y de mente abierta.



Lejos de lo que se esperaba, la rubia de pelo eterno se hizo reportera gráfica de un periódico, en tiempos cuando el oficio era prioritariamente masculino. Tuvo que legitimarse con su talento, demostrar que una mujer también estaba hecha para retratar las zonas más duras de la vida, y para evitar que la veintena de hombres que la rodeaban se incomodaran se rapó y se armó de gorras para parecer un muchachito más. Libertad.

Luego vino la maternidad y entonces dejó de lado tanta aventura y se concentró en explorar todas las posibilidades para crea una casa. Con su marido se hizo a un viejo casón, que a pesar de que durante años les permitió juegos y revoloteos a sus niños, luego tuvieron que tirarlo abajo porque la ciudad y sus barrios cambiaban. Antes de tumbar esa casa desvencijada que juntos habían convertido en una joya, Sonia le entregó cada cuarto y pared a artistas para que la intervinieran, arrancaran los clósets, pintaran el papel de colgadura y para que en medio del bacanal creativo se pudieran vender exclusivos objetos de diseño. Así, su hogar devino por un tiempo en la primera pop up store de diseño que se insinuaba en Bogotá.



Sobre esa casa se erigió un edificio imponente en donde ahora está su apartamento, que alberga hoy el testimonio de sus viajes, los libros de tesis de grado de arte que ha comprado para convertirse en promotora de nuevos talentos. Allí también ha hecho de cada baño un boudoir, esos espacios mágicos con los que contaban las mujeres de otros siglos en donde se dedicaban a sus más íntimos menesteres sin ser interrumpidas, y está, por supuesto, su clóset, que es como un abismo para cualquier mujer medianamente inquieta por la moda. Las ediciones más emblemáticas de zapatos Prada, YSL y Valentino se mezclan con viejos zapatos heredados de su mamá, con baletas anónimas pero inmensamente cómodas, o con joyas nacionales que ha encontrado en tiendas como Fancaltti. No tiene miedo de mezclar.

Con esa convicción de que no hay una sola razón de peso para que todos tengamos que vestirnos igual y levantando el estandarte de que una casa debe tener más que muebles y objetos, un alma entrañable, Sonia Lahoz, ha creado un estilo que sacude la ciudad y que parece darle una dimensión más divertida e incluso más humana al lujo.