"No necesito ser flaca para verme bien" : Scarlett Johansson

Revista FUCSIA, 16/10/2014

A Scarlett Johansson la comparan con Marilyn Monroe, ha sido señalada como la musa de Woody Allen, acaba de estrenarse como mamá y tan solo en el último año ha aparecido en media docena de películas.

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Es habitual que las diosas del cine hablen de un pasado de patitos feos antes de convertirse en cisnes. No sucede lo mismo con Scarlett Johansson, quien no sufre de falsa modestia. “Me siento muy cómoda como la mujer joven que soy (…). Se rumoró que había perdido 7 kilos y no era verdad. Nunca voy a lucir como alguien que mida 1,80 y pese 50 kilos. No necesito ser flaca para verme bien”, expresó alguna vez.

De hecho, el año pasado aceptó sin remilgos el título de “la mujer más sexy” del mundo, que le otorgó la revista Esquire, que ya en 2006 la había coronado como tal: “Soy la única que ha ganado dos veces, ¿cierto? Y es que tengo prisa”, dijo refiriéndose a lo que significa su edad en la industria cinematográfica. “Dentro de poco solo recibiré ofertas para papeles de mamá y luego estas pararán. Tengo que protegerme trabajando en teatro, produciendo o con estos nombramientos”, afirmó con cierta ironía.

Tiempo atrás In Touch aseguró que a partir de una evidencia científica, la actriz neoyorquina tenía los mejores pechos de Hollywood. Una encuesta nominó sus labios entre los más besables, y su cola ocupó el primer lugar en un sondeo británico. A pesar de que no reniega de sus atributos, con el humor que adereza su apariencia dejó saber que su mamá estaría orgullosa de que después de una larga carrera sus senos llevaran la delantera: “¿Qué hay de mi corazón, riñones y vesícula?”.

La enigmática sensualidad de sus despampanantes curvas suele recordar a clásicos símbolos sexuales como Rita Hayworth y Marilyn Monroe. Es probable que ese poder erótico que emana sobre las alfombras rojas sea uno de los tantos roles “que le gusta interpretar”, de acuerdo con The Sunday Times. Porque lo de su vida cotidiana son las colas de caballo, los jeans, las gafas oscuras y la ausencia de maquillaje, que le conceden el descanso del anonimato. “Claro que a veces me siento como un objeto, pero tanto como cualquier otra mujer. Todo lo que tienes que hacer es ir a un bar para notar que los hombres no siempre están tratando de desvestir cerebros primero”. Lo cierto es que su mayor cualidad en ocasiones amenaza con encasillarla.

Ella reconoce que tiene predilección por los papeles de heroínas poderosas y valientes, aunque advierte que no está en busca de la oportunidad de “posar en un traje a lo Gatúbela”. Curiosamente, es imposible no relacionarla con su personaje de la Viuda Negra, en las taquilleras Iron Man, The Avengers y Captain America, además de que ya se anunció una cinta dedicada exclusivamente a esta diva con apariencia de dominatriz. En Don Jon no le fue difícil ser la ardiente y manipuladora pareja de un adicto al porno. No escapa a su sensualidad ni siquiera cuando su cuerpo es invisible, como en la nominada al Óscar Her, en la que se roba el show con su voz, al interpretar a un sistema operativo.

En el thriller Lucy se volvió invencible gracias a una droga y en Under the Skin, una de sus más recientes películas, en la que exhibe su cuerpo desnudo, se transformó en una alienígena que seduce a transeúntes desprevenidos mientras maneja una van por rutas escocesas con el fin de convertirlos en sus presas. Lo inusual de este proyecto de Jonathan Glazer, que desató tanto aplausos como rechiflas en su presentación en el Festival de Venecia, es que se filmó en forma semejante a un documental en el que Johansson, con una peluca oscura, sin ser reconocida e improvisando, debía conquistar a algunos tipos comunes y corrientes que no eran actores.

“Si prestas atención a sus últimos roles, las historias parecen diferentes pero esencialmente ella hace lo mismo: es la Brigitte Bardot de la era de Internet, y necesita hacer algo más si espera tener una carrera longeva”, reseñó la especialista en cine Camilla Long. Sin embargo, Arturo Aguilar, crítico mexicano, manifestó a FUCSIA: “Lo particular es que no ha dejado que sea esa la única característica que defina su trabajo, sino que ha sido una herramienta más, si bien hasta ahora la más usada, que le ha permitido explorar, crecer actoralmente y trabajar con directores de la talla de Woody Allen, Luc Besson o Sofia Coppola”.

Lo que no puede negarse es que Johansson se ha posicionado como una de las estrellas más cotizadas, con ganancias de 17 millones de dólares en el último año, según Forbes; apenas va a cumplir 30 años y parece haber tenido más de una vida. Quizá ese efecto se debe a que como dijo Robert Redford cuando la dirigió siendo niña, “de 13 va a 30”, en razón de una precocidad que le permitió hacer papeles destinados a mujeres más maduras. “Creo que todos nos sentíamos intimidados por Scarlett”, comentó Joel Coen al trabajar con ella en 2001 en The Man Who Wasn’t There.

Si además da la impresión de ser omnipresente es precisamente porque incursionó desde los 7 años en el medio, lleva más de 40 películas, pasando por todos los géneros, de comedia a terror, contando filmes independientes, éxitos comerciales, hits infantiles como Bob Esponja, y uno que otro descalabro. El tiempo le ha alcanzado para brillar en Broadway haciéndose merecedora al premio Tony a mejor actuación, apoyar causas humanitarias, incursionar en el mundo de la música y ser imagen de marcas como Dolce & Gabbana, Moët & Chandon, L’Oréal, Reebok, Calvin Klein y Louis Vuitton. La política tampoco le es ajena y se entregó de lleno en la campaña de Obama. Contaría en su lista de romances a Sean Penn, Jared Leto, Benicio del Toro, Josh Hartnett, un matrimonio fallido con Ryan Reynolds y su actual pareja, el publicista francés Romain Dauric, con quien acaba de tener su primera hija llamada Rose. Y la ñapa: ha inspirado calendarios y hasta un artista italiano la convirtió en la reina de espadas de un original tarot. Ahora la actriz está interesada en conseguir respeto como directora.

Cuida con tanto celo su privacidad que en una ocasión no tuvo reparo en colgarse un cartel en el que se leía: “La persona que me tomó esta foto está acosándome”. De hecho, pese a su larga trayectoria no ha protagonizado muchos escándalos. El más sonado fue responsabilidad de un hacker que publicó fotos de ella desnuda. Hasta a ese episodio respondió con gracia. “Conozco mis mejores ángulos”, dijo después de aclarar que se había tomado esas imágenes para enviárselas a Reynolds cuando estaban juntos. Y en días pasados desató polémica su retiro como embajadora de la organización internacional de activismo Oxfam porque aceptó representar a la empresa de bebidas SodaStream, cuya planta está ubicada en un asentamiento israelí en Cisjordania. “No hablo sobre mi vida íntima, pero leo muchas cosas sobre mí en los tabloides y pienso, ‘¡uy!, esa chica suena muy descarada’”. Por eso le huye a Facebook y Twitter.

Lo más que ha dejado escapar es que es amante del queso, que comparte su casa con dos perros llamados Maggie y Pancake; años atrás confesó que cada seis meses se hacía el examen de VIH, que obsesivamente se arreglaba las uñas a las tres de la madrugada y que es algo hipocondríaca. Este último rasgo habría forjado su amistad con Woody Allen, pues ella le hacía diagnósticos y compartía con él su jabón antibacterial durante las grabaciones.

Según la actriz, la mejor manera de conocer quién es ella es a través de sus filmes, “porque se pone un poco de uno mismo en cada personaje, aunque debas interpretar a una psicótica”. La mejor expresión que ha encontrado para definirse es “adicta al trabajo”. No puede decirse lo contrario de alguien que parecía destinada a ser estrella desde pequeña: creció viendo cintas clásicas en el hogar formado por un arquitecto danés y una productora fílmica de origen judío, junto a sus tres hermanos, incluido uno gemelo. Su nombre fue inspirado en Scarlett O’Hara, protagonista de Lo que el viento se llevó. Tomó clases de baile, canto y actuación e ingresó al prestigioso Lee Strasberg Institute. Intentó destacarse en comerciales pero era rechazada debido a su voz ronca y melancólica que actualmente tanto encanta: “A los 9 años sonaba como una alcohólica fumadora”.

“En su primera película famosa hizo de una niña tierna (The Horse Whisperer) y para la segunda (The Man Who Wasn’t There) ya era una adolescente capaz de seducir a los hombres. Tal vez ese paso, sin intermedios, sin series de televisión juveniles, sin papeles que ayudaran a la transición (como sí los tuvieron Natalie Portman o Emma Watson) fue lo que la marcó con esa imagen provocadora”, opinó para esta publicación Samuel Castro, miembro de la Online Film Critics Society. “Ella se preocupó por elegir papeles que primero la consolidaran como una buena intérprete, con un rango amplio de personajes”.

Fue a los 18 años, en Lost in Translation, de la mano de Sofia Coppola, que los ojos del público y la crítica se enfocaron en esa jovencita que tiene un semirromance con un veterano actor, y que la hizo merecedora de un premio Bafta. Ese mismo año también fue aclamada en Girl with a Pearl Earring. Para Castro, a partir de Match Point “y la tremenda sensualidad que Woody Allen le sacó a su personaje”, se consolidó como una mujer fatal. El maestro la tildó de “abrumadoramente sexy” y convertida en su musa haría Scoop y Vicky Cristina Barcelona, de la que todo el mundo recuerda su beso con Penélope Cruz.

“Con tanto tiempo en el negocio sabe que es ahora, antes de los 40, que tiene que utilizar el poder de su belleza para pedir los mejores salarios y tener una participación destacada en las franquicias de superhéroes, donde está el dinero hoy, lo que le permite seguir ayudando a proyectos más independientes como Under the Skin o Her. Es consciente de que Hollywood es cruel con las mujeres y ha sabido enfocar su carrera para sacarle el mayor provecho, pero haciendo siempre lo suficiente para que no olvidemos que, además, es una gran actriz”.

Así ha logrado lo que ha querido: como no encajaba en la figura alta, pelirroja y en extremo esbelta que los realizadores estaban buscando para encarnar a la Viuda Negra, se tiñó el pelo y los persiguió hasta convencerlos de que era la indicada. Su colega Billy Bob Thornton alabó esa seguridad tiempo atrás cuando compartieron set: “Todas las personas dudan de sí mismas en algún momento. Eso no sucede con ella”. Porque en lo que más cree Scarlett Johansson es en su intuición, que funciona bajo una simple máxima: “Nunca aceptaría formar parte de una película si yo no pagaría por ir a verla”.