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Sexo sin patrones

Por Arnoldo Mutis García, 28/4/2011

Las mujeres de hoy son menos inhibidas y más consumadas sexualmente, pero no lo están disfrutando tanto, a causa de tanto manual que ha hecho del sexo... algo convencional, preconcebido y sin ninguna motivación interior.

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Cuando se escriba la historia de la sexualidad de las mujeres de Occidente, habrá que mencionar al ‘efecto Cosmopolitan’, por el cual esa famosa revista puso a hablar por primera vez a las mujeres abiertamente de sexo, desde finales de los años 60. Reflejo de la revolución de la época y de la liberación femenina, Cosmo impuso en el mundo sus célebres tips o consejos para que ellas abordaran su líbido mejor informadas. Hoy, el magazín sigue fiel a ese estilo que le valió millones de lectoras, pues en su Web los primeros titulares que se leen son: “77 posiciones en 77 días”, “33 retos sexuales que jamás imaginó”, “Siete cosas que no sabe sobre pornografía”, etc., al lado de sus imprescindibles tests: “¿Cuánto sex-appeal tiene usted?”. Estas listas causaron tal aceptación, que no sólo fueron imitadas por otras publicaciones, sino que marcaron el arranque de tantos manuales sobre la vida íntima que pululan en librerías y en Internet.

Casi medio siglo después de la aparición de estos métodos supuestamente encaminados a hacer pedagogía sexual, la ganancia para las mujeres resulta dudosa. En teoría, las féminas de hoy, en especial las jóvenes, son menos inhibidas y más consumadas sexualmente, pero no lo están disfrutando tanto. Así lo describió recientemente en un artículo para Elle, edición Reino Unido, la periodista Hephzibah Anderson, autora del libro Chastened: The Unexpected Story of my Year Without Sex, en que narra cómo se impuso un año de castidad, decepcionada de los hombres. Una de sus pruebas para mostrar que las mujeres han sido mal encaminadas en su liberación sexual, es una reciente encuesta de las universidades inglesas de Leeds y Lancashire, según la cual 92 por ciento de las británicas finge sus orgasmos. En Francia, por su parte, más de una de cada tres mujeres, en promedio, han usado disculpas para sacarle el cuerpo a las relaciones. Y en Estados Unidos, 50 por ciento de las consultadas por un sondeo aseguraron que preferirían todo un verano sin sexo a ganar cinco kilos. “Si nosotras sabemos todo lo que hay que saber de sexo, entonces, ¿por qué no estamos gozándolo más?”, fue la pregunta que se hizo Anderson, y la respuesta la encontró, curiosamente, no teniendo sexo. Su experimento, de todos modos, no excluía salir con hombres con los cuales un beso se convirtió en el fin y no en el comienzo del camino hacia el coito. Así, la abstención llegó a ser un poderoso estimulante, porque el mínimo roce resultaba “estremecedor”. “A cambio de tener sexo, hablábamos sobre ello y esos intercambios resultaban liberadores”, cuenta la autora, quien descubrió que los hombres, quién lo creyera, reciben bien la propuesta de llevar las relaciones despacio y explorar. También concluyó que ellos se sienten presionados cuando ellas llevan las cosas por la vía rápida, lo que les exige mostrarse muy expertos en cuestiones amatorias.

“Aunque vivimos en un mundo ‘hipersexualizado’, dice Anderson, las imágenes, la publicidad y la información que nos rodean, son parte del problema”. En otras palabras, el auge de los ‘tips’ y listas impuestos por Cosmo se ha vuelto en contra de las mujeres, dado que tanta permisividad se volvió restrictiva. “Estamos saturadas de imágenes de cómo debe ser y ocurrir el sexo”, comenta, y agrega que, si bien la liberación femenina les dio el poder de decir qué quieren en su vida laboral, en sus amistades y en sus relaciones, ellas no son capaces de expresar lo que quieren en la cama. “La impactante verdad reside, no en lo que nos gustaría decir, sino en lo que no decimos”, concluye. Y lo callado queda así por temor a ser vistas como mojigatas, dada la presión de tanta “sabiduría” que circula sobre el deseo.

Anderson les recuerda a sus congéneres que muchas revistas, manuales y sitios Web son engañosos e inútiles, además de un mero negocio. “El sexo, ese eterno pasatiempo, se ha convertido en otra área de nuestras vidas gobernada por la moda pasajera”, explica.

Al respecto, la sicóloga inglesa Petra Boynton, especialista en salud sexual y articulista de The Guardian y de Daily Mail, expone que desde los emocionantes años 70, cuando las mujeres comenzaron a hablar de sexo como un acto de rebelde feminismo, una sola idea ha dominado la discusión, y es la de que existe algo denominado “el mejor sexo”. “El sexo se ha convertido en algo perfectible, ‘aspiracional’, un palo para batirnos a nosotras mismas. Hay en el ambiente una sensación de que todos están teniendo más y mejor sexo, y eso fomenta la ansiedad”, señala Boynton.

Detrás de tanto tip, por ejemplo, no está sino la conservadora –y equívoca por demás– convicción de que hay una manera correcta de hacer el amor. Así, la calentura obligatoria que se proclama a los cuatro vientos, resulta ser del todo convencional. Esas soluciones express al estilo de Cosmo, suponen que todos responden igual a los estímulos carnales, de modo que despersonalizan el sexo y lo convierten en una especie de intercambio comercial; usted debe dar para recibir.

Anderson insiste en que las mujeres están experimentando el sexo como algo en lo que hay que actuar. “Es una mercancía que tienen que surtir todo el tiempo, hay que lucir bien para los demás”, agrega la sicoanalista Susie Orbach, columnista de The Guardian y autora de libros como The Impossibility of Sex. “Todas dicen ser liberadas y frescas, pero viven muy tensas con sus cuerpos”. En efecto, Anderson critica cómo las mujeres interpretan el papel de amantes deseosas y cómplices, al estilo de las heroínas del cine, que no sólo son bellas, sino “buenas” en la cama. Lo malo es que este papel no admite pudores, reservas o dudas que no necesariamente son gazmoñería, pero puede ser interpretado como tal por los hombres. Así, muchas son capaces de hacer un strip tease o acostarse con otra mujer para complacer a sus hombres, pero no de pedirle que use un condón. “Es como si cierto machismo hubiera invadido sigilosamente la sexualidad femenina”, advierte Orbach. En síntesis, las mujeres están perfeccionando trucos y técnicas de alcoba que, a la larga, no tienen como objetivo el placer, sino retener a los hombres o demostrar cuán liberadas son.Otro problema que aleja cada vez más a las mujeres de una verdadera vida sexual es el auge de la pornografía on line, con la cual se está formando la nueva generación. Los hombres tienen una versión de “lo que las mujeres quieren”, según directores hombres, que se lo inventan pensando en una audiencia masculina, la cual luego trata de ponerlo en práctica con sus perplejas parejas, explica Anderson. Y no son sólo ellos los que les creen a estos materiales, sino que las jovencitas de 20 se han vuelto muy aficionadas, en especial en el asunto de las acrobáticas posiciones, dado que en el parloteo vulgar que caracteriza nuestra cultura, el sexo se ha reducido a una cuestión mecánica.

“No es que estemos teniendo mal sexo –manifiesta Boynton– sino que nos lo estamos perdiendo”. Ello debido a que tanto manual y tanto consejo ha obviado lo que es más importante para las mujeres y que halló Anderson en su año de castidad: conexión emocional antes de ir a la cama, la cual brinda un relax sin el cual no hay posibilidad de explorar y de pedir lo que prodiga placer.

Una terapia en tal sentido, aclara la especialista, consistiría en ayudar a la mujer a sentirse como en casa con su propio cuerpo, objetivo difícil cuando su sexualidad ha sido proyectada por la visión de los otros y no desde su interior.

Y habrá que seguir con atención, éstos sí, los consejos de una experta como Sam Roddick, dueña del emporio erótico Coco de Mer: “Todos sabemos lo que queremos, pero lo comunicamos mal. A veces ni siquiera podemos expresarlo apropiadamente a nosotros mismos. Usted no necesita que la exciten, ni una pareja para comenzar a explorar. Intente cosas que nunca haya hecho antes. Un manera realmente brillante para comenzar es leyendo. La mente es la gran inhibidora, pero la gran liberadora también. Encienda su imaginación. En pocas palabras: póngase usted misma en el papel central”.
 
Por Arnoldo Mutis García