El vestido que liberó a las mujeres

Revista FUCSIA, 30/3/2014

El wrap dress, de Diane von Furstenberg, cumple 40 años. Las décadas de existencia de este ícono son el testimonio de los cambios que tuvieron que ser labrados en la estética femenina para conquistar todos los espacios laborales. Esta es la historia de un vestido que se hizo para vestir la liberación femenina.

Foto: AFP - Foto:

Siete años de cautiverio. El mismo atuendo un día, otro día más. Cien días después, el vestido ajado, hecho harapos. Vestida luego con ropas anónimas que ni siquiera cumplían su función esencial, apenas si cubrirla del frío. Los colores pálidos y enrarecidos por la inclemencia del clima.

Años de no pensar en su cuerpo de mujer, de no vestir ese cuerpo para que su feminidad se pudiera expresar. Después de semanas interminables de cautiverio ¿cómo dignificar ese cuerpo en la libertad?, ¿qué vestido ponerle para que floreciera toda la gracia marchita? Una fotografía de la colombiana Ingrid Betancourt que se exhibe por estos días en el Wilshire May Company Building, de Los Ángeles, en donde se conmemoran los 40 años de un vestido icónico, el wrap dress, de Diane von Furstenberg, parece responder esta pregunta.

La imagen deja ver a la exsenadora Betancourt posando con el vestido que usó unos cuantos días después de su liberación, cuando salió en público ante los medios internacionales, abrazada por un delicado traje que casi parecía ser el que sostenía su humanidad, que ciñendo su cintura lánguida le permitía estar allí en pie. En esos momentos era un atrevimiento siquiera detenerse a pensar en la decisión de moda que Ingrid había tomado, pero con los años es legítimo preguntarse: ¿por qué la secuestrada escogió justo para ese momento, para ese renacimiento, el vestido tantas veces celebrado de Von Furstenberg? “El primer vestido que Ingrid Betancourt compró después de su cautiverio fue un wrap dress, expresó emocionada la diseñadora el día de la inauguración de la muestra Journey of a Dress: “ella eligió una pieza que fue creada para que las mujeres pudieran ser la persona que querían ser, que encarna una verdadera liberación femenina”, dijo la creadora.

El wrap dress, que no es más que un vestido que cruza, en su parte delantera, un lado sobre otro y se amarra a la altura de la cintura, nació en 1974, justamente cuando las mujeres empezaban a conquistar puestos laborales históricamente exclusivos de los hombres. La moda se sacudía para vestir la figura femenina de una manera que en las oficinas se viera como un cuerpo legítimo, que debía ser respetado y tomado en serio. Así, mientras Armani inventaba las hombreras para emular la cuadratura de la espalda de los hombres, la diseñadora belga Diane von Furstenberg delineaba una silueta simple que, en sus propias palabras, “haría posible tener la vida que tenían los hombres, pero con un cuerpo de mujer”.

“El wrap dress inventado por Von Furstenberg con sus características específicas, como si fuese un jersey elástico y sintético, se convirtió en un símbolo de la liberación femenina de los años setenta. Largo hasta la rodilla, con estampados gráficos, ayudó a las trabajadoras modernas a emanciparse de los trajes incómodos, rígidos y muy construidos con los que siempre habían salido a la calle. Así ganaban una especial libertad de movimiento pero sin perder elegancia”, explicó a FUCSIA la catedrática de moda del Instituto Marangoni de Milán, Diana Marian Murek.

“Este vestido disolvía la incertidumbre acerca de cómo las mujeres iban a lidiar con el nuevo mundo corporativo que se abría ante ellas, pero sin perder su feminidad. Fue una época en la que se sostuvieron tremendas discusiones sobre lo que iba a ser la mujer trabajadora, por eso este vestido, que tenía unas líneas sencillas y era fácil de combinar, tuvo un éxito inesperado”, explicó a esta revista, por su parte, Nancy B. Deihl, directora de la Maestría en Estudios del Vestido, de la New York University.

Tras el lanzamiento del vestido que la crítica vio más bien en su momento como algo pasajero y demasiado simple para trascender, la diseñadora recaudaba 25 mil dólares por semana en ventas. Von Furstenberg había creado un vestido inmortal, no solo porque apelaba a los mandatos de utilidad y versatilidad que demandaba la moda de entonces, cuyo árbitro empezaba a ser Estados Unidos, y confirmaba el éxito del prêt à porter frente la endurecida y siempre costosa alta costura, sino porque se convertía también en la encarnación de la apertura sexual que se experimentaba en esas décadas. “Fue creado con el espíritu de permitirle a las mujeres disfrutar de su libertad sexual, una revolución que tenía su epítome en las fiestas de Studio 54, de las que Von Furstenberg era absoluta protagonista”, explica Murek.

Al recorrer algunas salas de la exhibición que engalanan a Los Ángeles con la historia del wrap dress se hacen evidentes las claras traducciones que hacía esta pieza icónica del sentir femenino del momento. “Siempre he dicho y seguiré diciendo que este es un vestido que se puede quitar y poner sin hacer ningún ruido”, confesó entre risas la diseñadora en la rueda de prensa inaugural, “abrir un wrap dress es como abrir un presente. Es justamente lo que encarna este vestido, la promesa de un buen momento”, añadió la creadora que en el instante de darle vida a su gran pieza no tenía más que 26 años, era amiga de Andy Warhol y le daba lecciones a sus contemporáneas sobre cómo parrandear sin perder el glamour.

“Creo que este vestido es un ícono en la industria de la moda porque es un estilo que todo el mundo puede reconocer. Hubo, ciertamente, wrap dress antes de Diane; basta con pensar en el trabajo de Claire McCardell, por ejemplo, pero la diferencia es que Furstenberg hizo que se identificara el vestido con ella y su estilo de vida, pues de alguna manera encarnaba a la mujer para la que estaba diseñando. Era muy glamurosa, activa y trabajadora, con una sexy reputación europea, así que la gente estaba comprando realmente una pieza bajo esa atractiva identidad”, asegura B. Deihl, de la New York University.

Diane, la elegante y bronceada, se casó en 1969 con el príncipe Egon de Furstenberg, quien la introduciría en los más altos círculos sociales europeos y le abriría un escenario en el que ella sabría brillar. Con su manera de concebir la moda y su capacidad de afectar las decisiones de las mujeres de su época se haría una figura muy apetecida por fotógrafos como Barbara Kruger, Chuck Close, Francesco Clemente, Helmut Newton y Annie Leibovitz, que buscaban capturar entre sus rasgos el espíritu de esa época, vibrante para la moda y el arte.

 A principios de los años ochenta, sin embargo, su cuento de hadas parecía desmoronarse. Su matrimonio se iba a pique y el vestido que en 1976 había sido portada de Newsweek como el símbolo de la nueva y poderosa liberación femenina, pronta a conquistar el mundo laboral sin sacrificar su feminidad, empezaba a desaparecer lentamente de las grandes tiendas de moda. “Para ese momento había perdido el control de todo”, dijo la diseñadora.

¡Una silueta simple, un vestido que se quedaría en un pie de página de la historia de la moda!, eso se apresuraron a vaticinar los críticos que vieron a la pieza emblemática de la década del disco desvanecerse. Sin embargo, tras años de silencio, en 1997, el wrap dress sería relanzado para no desaparecer nunca más del clóset de las mujeres en todo el mundo. Von Furstenberg empezó a ver que las jovencitas salían a las calles con vestidos de segunda mano que habían recuperado del armario de sus madres o de tiendas vintage, y esto le hizo pensar que era hora de que su invento sencillo tuviera un segundo chance.

“El éxito del relanzamiento del vestido estuvo importantemente relacionado con la fuerza que había ganado Estados Unidos en la moda de esa década, además, su simpleza y su facilidad para ser usado encajaba perfectamente con el espíritu antimoda de los noventa”, explica Murek, del Instituto Marangoni. Tras ponerlo de nuevo en las vitrinas, el wrap dress se convirtió en un éxito inmediato que se vendió en 1500 tiendas, en 55 países y 85 grandes boutiques. “La reedición de esta pieza a finales de la década del noventa tuvo sentido porque fue un tiempo de una fuerte influencia del estilo de los setenta, con su silueta ajustada y muy consciente del cuerpo. Y como la moda empezó a estar, sobre todo, relacionada con la individualidad y el estilo propio, la idea de un vestido adaptable que se podía transformar con un simple accesorio y pasaba con facilidad de los universos formales a los más callejeros sedujo enormemente a los nuevos compradores. No hay que desconocer además que ofrece una silueta halagadora para casi todas las figuras y ese empezó a ser también un valor determinante en esos años”, añade, por su parte, B. Deihl.

Este año el ícono llega a los 40 años y el mundo está dispuesto a cantarle su cumpleaños porque, si bien no es un acto muy propio para un vestido, sí lo es para una pieza que encarnó importantes transformaciones en la historia de las mujeres. Su celebración es el reconocimiento de un cambio, por eso, las fotografías de Ingrid Betancourt, Madonna y Michelle Obama usando el tradicional wrap dress son una manera de conmemorar esas pequeñas conquistas que un pedazo de tela amarrada a la cintura hizo para que estas mujeres pudieran ser lo que son hoy en día.