Sexo

Adictos al Viagra

Arnoldo Mutis García, 19/11/2012

El bombardeo de la pornografía en internet y las exigencias de las mujeres en la cama están llevando a los hombres jóvenes a una peligrosa dependencia de la famosa píldora contra la impotencia.

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A sus 32 años Daniel luce atlético y atractivo, de modo que nunca ha tenido problemas para seducir a las mujeres que le gustan. Pero a la hora de consumar esas conquistas en la cama necesita tomarse dos píldoras de Viagra para quedar como un buen amante. Su caso no es aislado, sino solo una pequeña muestra del cada vez más creciente número de jóvenes que acuden a esta droga creada para hombres mayores de 50 años con problemas de disfunción eréctil. Pero las cosas se han salido de su cauce y el uso inadecuado o recreativo de la célebre píldora azul, uno de los descubrimientos más revolucionarios de los últimos años, empieza a preocupar a la comunidad médica de todo el mundo.

Cuando tenía 20 años, Daniel se fue con unos amigos a Ámsterdam, donde uno de ellos le dio su primera pastilla minutos antes de que tuviera relaciones con una joven que acababa de conocer. Nunca había sufrido problemas de erección, pero le impresionó la resistencia que le dio la droga, así que siguió consumiéndola con sus siguientes parejas sexuales. Doce años después de la primera dosis, este promotor de entretenimiento residenciado en Londres se gasta el equivalente a cerca de tres millones de pesos al año en Viagra y está desesperado por su dependencia del medicamento.

“Estos jóvenes no tienen ningún tipo de problema físico que pudiera causarles impotencia, pero aún así sienten que necesitan tomar Viagra porque esperan mucho de sí mismos”, explica el consejero psicosexual inglés Raymond Francis, quien prepara actualmente un libro que destapa este nuevo problema que aqueja a los hombres. Para él, una de las mayores causas del asunto reside en que los jóvenes de hoy están comenzando a ver pornografía en internet desde muy corta edad. “No será raro entonces que se arraiguen profundamente en su mente expectativas poco realistas acerca de lo que las mujeres quieren o de lo que ellos deben ser capaces de lograr en materia sexual”, anota en un abrebocas de su reportaje, dado a conocer recientemente por la prensa de Gran Bretaña.

“Luego de tanta exposición a la pornografía en la red, las imágenes eróticas se convierten en su mayor estímulo, por encima de la mujer con quien estén saliendo. En otras palabras, estas fotos o videos se quedan en sus cabezas y no pueden excitarse con una persona real”, expone el psicólogo.

Sam, otro paciente de Raymond Francis que aceptó darle su testimonio para su libro, cuenta que comenzó a mirar pornografía en la web a los 12 años, mucho antes de su primera relación sexual. “Ver a todos esos sementales teniendo sexo sin parar por horas parecía subrayar lo que yo no podía hacer”, cuenta este paciente que llegó completamente dependiente del Viagra a los 30 años, el cual tomaba desde por la mañana para tener sus asuntos sexuales bajo control. Sin embargo, ocultar esta sujeción a la droga era insoportable. “Nunca me comprometía emocionalmente por completo porque no podía ser honesto acerca de algo tan básico. Mis relaciones jamás despegaban. Estaba tan estresado que empecé a evitar el sexo. Las mujeres que conocía parecían tan seguras, que creía que no podía estar a la altura de lo que ellas deseaban. Me sentía como un fracasado”, recuerda. Finalmente, conoció a Emily, de quien se enamoró profundamente y le confesó la verdad.

Ella lo llevó a The Apex Practice, la clínica de psicoterapia de Londres donde trabaja Raymond Francis. Allí, seis meses de tratamiento bastaron para empezar a tener relaciones sin necesidad del estímulo del Viagra, que es en realidad la marca con que la firma Pfizer comercializa el sildenafilo, el compuesto que mejora el flujo de sangre al pene y por ende contrarresta la impotencia.

Sam tuvo suerte y coraje para salir de su dificultad, pero son muchos los que se resisten a dejar esta adicción, que de acuerdo con Pfizer es mental mas no física, según sus estudios. Daniel, por ejemplo, no ha podido parar aunque cada vez siente más los efectos secundarios del sildenafilo. “Sé que esto es malo para mi salud. Mi corazón palpita fuertemente cada vez que tomo las tabletas, tengo zumbidos en los oídos y me corre un sudor frío por el cuerpo. A veces los latidos son tan fuertes que me parece que me va a dar un infarto”, relata.

Raymond Francis explica en su libro que el auge de la pornografía no es el único motivo del uso arbitrario del Viagra.
Como lo esboza su paciente Sam, desde antes de llegar a los 30, los hombres se están sintiendo intimidados por la seguridad y las exigencias de las mujeres jóvenes modernas. “Ellas están hoy muy ‘empoderadas’. Sienten que tienen tanto derecho como los hombres a marcar el paso en lo que a sexo se refiere (…). Una profesional que ha crecido en la cultura del éxito quiere hacer uso de esa libertad y potenciar su vida sexual. En cuestión de una o dos generaciones, ha habido un cambio radical. Antes, la expectativa era que el hombre fuera el predador. Hoy, la cultura callejera ha puesto eso patas arriba. Frente a esa presión, los hombres jóvenes llevan sus temores a la cama mucho antes de que tanga lugar cualquier contacto sexual”, escribe el especialista.

El trabajo del doctor Francis también recoge las impresiones de Nicola, una de esas mujeres que están poniendo en jaque la sexualidad masculina. Descrita como una “atractiva financista”, ella admite que sus requerimientos sexuales le produjeron impotencia a su novio. “Cuando el sexo no era bueno, yo era franca con él acerca de lo frustrada que me sentía, lo cual empeoraba el problema”, recuerda, y agrega: “Lo intentamos con Viagra, pero me sentía como en un evento planeado, de modo que ahora no quiero que él me diga si se tomó la pastilla o no. Solo quiero pensar que el sexo fue bueno naturalmente”.

Para Francis, otra razón para que una droga hecha supuestamente para señores canosos y con algo de barriga se esté adueñando de los jóvenes es la presión que implica procrear hijos. “Estos hombres también suelen estar en relaciones serias con mujeres que dilataron la maternidad hasta que sus carreras estuvieran bien establecidas y les es difícil quedar embarazadas”, afirma el psicoterapeuta. El resultado de ello es que los aspirantes a papás se sienten apremiados a hacer el amor dentro de un tiempo prefijado por el médico, por lo cual el sexo resulta mecánico, antes que una placentera vivencia del deseo. “La presión resulta horrible y acuden al Viagra como último as bajo la manga”, acota el doctor.

En las parejas casadas, el descubrimiento de que el esposo está tomando secretamente la píldora puede ser devastador, añade Francis. “Sus esposas a menudo sienten que ya no son atractivas para ellos”, puntualiza, y les recuerda tanto a solteros como a casados que el Viagra es muy benéfico, pero si se usa de manera controlada por aquellos que realmente lo necesitan. Y eso solo lo pueden saber los médicos, a quienes siempre hay que recurrir antes de usar este o cualquier otro fármaco.=