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La hora de Adriana Tarud

, 23/10/2012

Está más bella que nunca, despierta la envidia de millones por estar casada con uno de los hombres más deseados del país, trabaja sin cesar en sus propios negocios y espera su primera hija. Plenitud total.

Vestido, $2.958.984; de Red Valentino, en Casa Bizancio Colombia. - Foto:

Desde que representó al departamento del Atlántico en el Concurso Nacional de Belleza, en el 2004, con solo 22 años, demostró que la quietud y la mansedumbre no eran características suyas. Su amplia sonrisa, sus sonoras carcajadas, su frescura y su dinamismo, sumados a su encanto y atractivo, hicieron vislumbrar que sería mucho más que una reina de belleza, de esas que lo único que esperan es la primera oportunidad para presentar noticias de entretenimiento y saltar a “la fama”. Su ascendencia sirio-libanesa ha salido a flote en cada momento de su vida. De su padre, el empresario Paul Tarud, heredó la capacidad de trabajo, la vena negociante y la inquietud. Desde muy joven demostró que lo suyo, además de ser linda, era trabajar. “Toda la vida me ha gustado sentir que no tengo que depender de nadie. Me gusta ganarme mis cosas, luchar por ellas y producir”, anota. De su madre, Cecilia Durán, recibió la feminidad, disciplina, dulzura y sofisticación que la distinguen. Una mezcla ganadora desde todo punto de vista.


Se hizo al título de la mujer más hermosa del país, en medio de las críticas de algunas de sus compañeras, quienes llegaron al punto de amotinarse durante el Concurso por supuestas preferencias hacia la barranquillera. “De lejos era la mejor de ese año, era perfecta, era una reina ideal. Y casualmente las que más bochinche armaron fueron las que nada tenían que estar haciendo en un concurso de belleza”, recuerda un periodista que cubría para una revista nacional el certamen novembrino, que pidió preservar su identidad. Durante su año de reinado recorrió el país de norte a sur y de oriente a occidente, casi siempre en apoyo de obras sociales. Viajó a Tailandia a participar en Miss Universo, donde siempre figuró como gran favorita y en un polémico y triste fallo fue excluida del grupo de finalistas. Regresó al país y siguió su vida de reina hasta que le entregó la corona a su sucesora, paisana y prima, Valerie Domínguez Tarud.

Si es ya, es ya
Ingeniera industrial graduada en la Universidad de Miami, Adriana rompió el esquema de las exreinas que usan su título y popularidad como trampolín para saltar a la televisión así lo que menos tengan sea talento. Viajó, descansó, puso su mente en orden y retomó las riendas de la vida que tuvo empeñada durante doce meses en sus compromisos con el Concurso Nacional de Belleza. Se hizo a experiencia, contactos y preparación profesional para empezar su vida laboral. Estableció a Barranquilla y Bogotá como centros de operación. Junto a sus hermanos, Pablo y Daniel, inauguró un restaurante bar en su ciudad natal, mientras que en la capital dedicó un buen tiempo a explorar oportunidades de negocio. Para Citytv dirigió durante cuatro años el reality show Bogotá real, en el que se elegía a la representante capitalina al mismo concurso de Cartagena en el que ella se coronó. Allí mezcló su experiencia de reina con sus habilidades comerciales y no solo logró altos niveles de sintonía, sino sendas ganancias para el canal.

Por esa misma época montó, junto con su amigo Vicente Casas, Rancho Aparte, una empresa de producción de eventos, estrategias creativas, relaciones públicas y activación de marca. “Desde la creación de la compañía nuestro objetivo fue prestarles servicios a empresas grandes que permitieran desarrollar todo el potencial e inventiva que podemos ofrecer”, dice Adriana. Y fue así como conquistaron marcas como la Casa Editorial El Tiempo, Samsung, Comcel, Karibana, Bavaria, Casa Bizancio y otras marcas premium, con las que han logrado grandes eventos y estrategias a lo largo de estos tres años. Con su familia está al frente de los restaurantes barranquilleros Pulpo Paul (el que adivinó los equipos ganadores de la Copa Mundo 2010) y Danny Rockers, del que espera abrir muy pronto una sucursal en la capital. 

Salida del molde
Pero Tarud también rompió el esquema “farandulero” de las reinas lindas e inteligentes y de muchas que no lo son. No ha protagonizado escándalos ni ha cambiado de novio como de camisa. Ni mucho menos se ha pasado la vida detrás de sus amigos periodistas mendigando una portada u ofreciendo las primicias, mucha veces inventadas, de otros personajes públicos. “Respeto a quienes cada que se casan, pelean con su pareja, se separan o se reconcilian le dan la noticia en exclusiva a determinado medio. No es mi estilo ni me gusta estar ventilando mi vida privada a los cuatro vientos”.

De forma discreta llevó su noviazgo con el actor Rafael Novoa, uno de los solteros más apetecidos del Latinoamérica, quien logró llegar invicto de matrimonios a los 40 años, pero que no tuvo más que sucumbir ante la generosa sonrisa y los ojos verdes de la escultural y desparpajada costeña.

En medio de la mayor privacidad posible y rodeados de sus familias y más cercanos amigos, Rafael y Adriana se casaron el 20 de enero del 2012. Vivieron unos meses en Miami, mientras él grababa una telenovela para el público latino. Ahora están en Colombia. En el proceso de producción de esta entrevista y esta portada, supieron que están esperando a su primera hija. Adriana no quiere hacer de esa felicidad un show mediático y entre risas promete que no se desnudará para una portada cuando esté a punto de dar a luz, como lo hizo Demi Moore para Vanity Fair en 1991 y que tantos han tratado de copiar en Colombia. “Como ella solo hay una y como yo también, así que jamás me verán intentando imitar una foto tan bella y mucho menos dando ese papayazo exponiéndome a la burla pública”.