Moda

El club de las modelos raras

, 26/2/2014

Modelos albinas, de caras poco armoniosas, labios abultados y ojos desproporcionados, con separaciones entre los dientes y hasta bizcas. La moda parece aceptar más que nunca un amplísimo rango de bellezas extrañas.

La armonía me aburre, meestanca”, ha repetido en diferentes ocasiones el diseñador Yohji Yamamoto,quien en sus creaciones celebra siempre lo disonante, lo inesperado, loasimétrico, y confirma en cada una de sus piezas que para él no hay belleza sinuna oscuridad, sin una rareza. “Toda mi vida he trabajado contra el cliché dela belleza. No tengo nada en contra de ser guapa y sexi, pero me gusta cuandoes una opción y no un mandato”, expresó por su parte la italiana Miuccia Pradaen esas conversaciones imaginarias que el Museo Metropolitano de Nueva York leincitó a tener con Elsa Schiaparelli. Estos discursos que parecen reivindicarlo diferente, que buscan apartarse de los inamovibles y estrictos mandatos delo bello, fueron siempre ideales más bien marginales en el mundo de la moda,inquietudes propias de esos intelectuales como Yamamoto o Prada, que siempreparecían estar hablan- do de otra cosa que no fuera solo trapos y tendencias.De un tiempo para acá, sin embargo, estas premisas parecen permear cada vez másuna industria que se ha caracterizado por su capacidad de uniformarnos a todosy hacernos desear lo mismo. Con sorpresa, muchos lectores de revistas yasistentes infaltables a los desfiles de modas se han topado con unas modelosde caras extrañas, bocas no tan armónicas como las que se solían ver, dientesseparados, ojos brincones, extremadamente grandes o bizcos (sí, bizcos). CaraDelevingne con sus cejas superpobladas, Georgia May Jagger con sus dientesincisivos notablemente separados, Saskia de Brauw con su cara masculina con laque posa tanto para marcas de hombres como femeninas, empezaron a provocar consus rasgos bruscos. Luego Lily McMenamy, la nueva musa de Marc Jacobs, con suslabios salidos y su nariz grande, Masha Tyelna con su gesto de muñeca asustada,y Moffy, una modelo bizca que ya ha conquistado dos portadas de revistas,parecen inaugurar, en diferentes niveles, el género de las raras.

 Por años fuimos testigos de una avalancha demujeres brasileñas, de pelos frondosos, cuerpos bronceados y perfectos queinundaron las revistas y que a fuerza de estar presentes en todas partes (comerciales,campañas, cine, televisión y desfiles) nos hicieron creer que esa era laexpresión máxima de la belleza. El resto de las mortales, al ver en unapublicidad a Gisele Bundchen o Adriana Lima, deseábamos de alguna manera emularo sentirnos incluidas en esos cánones que el mundo celebraba como perfectos,sin importar cuán distante estuviera nuestra realidad física de esosestándares. Vinieron luego las de Europa del este y las orientales, peroigualmente esa disparidad entre lo convencional y la belleza producida por lamoda seguía siendo enorme. ¿Será entonces que esa fuente inagotable desufrimiento femenino, esa tiranía de aquellas formas de la belleza únicas conla que nos hemos comparado por años podrían estar dándonos una tregua con laincursión de estas extrañas mujeres que conquistan la moda? Tal parece que enlas recientes semanas de la moda ni las lindas brasileñas, ni lasdespampanantes rusas, ostentaran el santo grial de la belleza. “En las pruebaspara los desfiles de Nueva York, más que buscar un prototipo puntual de raza oun fenotipo perteneciente a una región, todos estaban en busca de mujeres conuna especialidad: un toque particular, algo que las diferenciara y las salvarade encarnar el molde de lindas que tanto aburre por estos días a fotógrafos yeditores de moda”, explicó a FUCSIA el brasileño Lucius Villard, quien haacompañado a diferentes creadores de su país a las pasarelas internacionales yha estado involucrado en los procesos de casting. “Puedo entender ese hastío dela industria con las bellezas tan perfectas y tan planas”, explica, por su parte,Alejandra Quintero, fotógrafa colombiana, editora fotográfica de Soho y autorade un sinnúmero de editoriales de moda quien, sin embargo, ha insistido envolver a las personas albinas la verdadera inspiración de su lente. “Mi escuelaen la fotografía ha sido casi siempre trabajar con personas reales, que noposeen los estereotipos de belleza requeridos, por ejemplo, dentro de laindustria de la moda. Con el tiempo me empezaron a gustar otros tipos debelleza y fui formando mi manera de ver linda a la gente que no cumple con esosestándares. Creo que siento a estas personas más vulnerables y más puras; meresultan más fáciles de retratar puesto que, como desconocen su belleza, puedenser mejor dirigidas. He tenido que fotografiar gente canónicamente bella, porsupuesto, pero sus caras han sido tan retratadas que me parece más complicadoaportar algo nuevo a su imagen. Belleza es lo último que están buscando losagentes de moda, quizás están persiguiendo algo que les llame la atención enuna chica por más de un microsegundo”. Justamente ese objetivo, el de capturarla atención por unos instantes en un mundo sobrecargado de estímulos visuales,es lo que la investigadora en temas de cuerpo y belleza de la Universidad delos Andes, Ingrid Bolívar, encuentra tras este fenómeno: “creo que el interéspor esa belleza menos simétrica, por cuerpos que destacan por sus defectos notiene que ver con una mayor democratización sino con la necesidad de volver acrear impacto. Las chicas más ‘hermosas’ se parecen tanto entre sí que esdifícil recordarlas; entonces el recuerdo de la marca, que es uno de losgrandes objetivos de la publicidad, peligra. La gente con algún defecto o algo‘raro’ sirve también para comunicar que como marca se es diferente; creo queese es el valor más exaltado por estos días”. Más allá de los nobles idealesque puedan estar inspirando a la moda a llenar sus campañas fotográficas demujeres extrañas, lo que sí parece poner de manifiesto esta tendencia es quelas ideas sobre la belleza son construidas por la sociedad, no son ningúnmandato natural y biológico, sino más bien un cierto acuerdo cultural que essusceptible de ser replanteado. Basta con analizar la historia y notar que noes la primera vez que características extrañas han sido valoradas como bellas.Durante el mandato de la reina Elizabeth de Inglaterra, en el siglo XVI, lasmujeres bellas eran aquellas que tenían una frente prominente como la que ellatenía, y esto impuso entre las mozuelas la moda de raparse el pelo completamentehasta la mitad de la cabeza para ostentar su bella redondez craneal. Por suparte, las mujeres del siglo XVIII usaban cremas abrasivas solo con el fin deblanquearse la piel. A ellas les hubiera resultado un esperpento ver nuestraspieles bronceadas de hoy en día, porque para entonces la blancura era el valormáximo de una mujer bella, pues indicaba que tenía dinero suficiente como parano salir a trabajar al aire libre. “Varios factores influyen en la determinaciónde los cánones de belleza. Es útil pensar que tales factores varían con eltiempo de acuerdo a cómo se recomponen en la sociedad y en los específicosgrupos sociales las luchas por la supervivencia, las ideas sobre reproducción,sobre la vida que vale la pena vivir, la espiritualidad y lo que da placer. Loscambios de los cánones de la belleza están asociados a transformaciones enotras esferas de nuestra vida y, de manera muy importante, a cómo se ve y sevive el cuerpo”, añade Bolívar. Además, considera que la moda, los concursos debelleza, la televisión son más influyentes y, si se quiere, opresivos, en elmomento de determinar lo que es bello, de influir sobre los grupos y las clasessociales que requieren ser aceptadas, que son aspiracionales. “Entre otrosgrupos como los rurales o los más populares se observan los cánones pero nonecesariamente se reproducen”, sostiene la investigadora. Este club de modelosraras, en las que empiezan a resaltar los defectos como algo valioso que hacealarde de un carácter único, es realmente incipiente, y aunque ha logrado sersuficientemente trasgresor y permear toda la industria, aún habrá que ver si afuerza de familiarizarnos con esas bellezas extrañas que pueblan campañas depublicidad y comerciales y que parecen ampliar el espectro, empezamos a estarmás cómodos con esa belleza más convencional y ordinaria que ostenta lamayoría.