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Adiós a las plataformas, bienvenidos los tiempos de estabilidad

Fucsia.co, 4/6/2013

En las recientes pasarelas de Nueva York y París vimos el retorno de unos zapatos de tacón de ocho centímetros que parece despedir a las empoderadas plataformas. Los expertos ven este cambio como un adiós a la inestabilidad económica y un retorno a tiempo más seguros.

Fotos: Verónica Morales Angulo - Foto:

Desconcierto. En el centro de la pasarela, zapatos de tímidos tacones de ocho centímetros aparecieron uno tras otro. Se vieron no solo en Nueva York, sino también en París y en Londres. Muchas de las asistentes a los desfiles más esperados fruncían el ceño. ¿Debían acaso olvidarse de alcanzar la altura que los zapatos de los últimos años les habían permitido? La irracionalidad de las plataformas, que llevaron a que estos se convirtieran en una máquina de redefinir la distancia entre los marcos de las puertas y la cabeza de las mujeres, parecía salir del registro de muchos diseñadores que las amaron por años.

Miu Miu, Marc Jacobs y Nina Ricci le decían “¡no más!” a la locura de treparse 15 centímetros sobre el suelo. En las recientes pasarelas primavera-verano 2013-2014, la moda le dio así la bienvenida y un abrazo de retorno a unos tacones no lo suficientemente delgados como para bautizarlos de stilettos, tampoco lo bastante robustos ni altos; unos tacones, digamos, estándar.

¿Era esta una decisión caprichosa de desafiar esas plataformas que Christian Louboutin confesó crear solo para que las celebridades fueran fotografiadas, pero que se convirtieron en los zapatos de uso diario de las mujeres en bares y oficinas? Sí, dirían muchos que están convencidos de que los vaivenes de la moda no son más que veleidades.

No, responderían tajantes algunos analistas que, por el contrario, ven en las transformaciones que impulsa la moda señales claras de lo que pasa en la sociedad que las ve nacer. ¿Qué ha pasado con una sociedad que de repente deja atrás unos zapatos dementes en sus proporciones, en sus tamaños, en sus diseños, y apuesta por unos más sutiles? ¿Qué pasa con las compradoras que se alarman ante el retorno de lo estándar y normal?

Cada par de zapatos es hecho con la intención de que encaje en las necesidades de una persona situada en una sociedad particular, en un momento específico, por eso estoy convencida de que ellos sirven como un interesante pulso para identificar los cambios culturales, políticos y hasta económicos”, sentencia Elizabeth Semmelhack, curadora del Museo del Calzado Bata, en Toronto, una mujer que después de coleccionar ejemplares de todos los siglos parece tener evidencias suficientes para reconocer que la altura de unos zapatos o las formas de sus tacones suelen estar en consonancia con los tiempos en los que fueron usados.

En el siglo XVI, por ejemplo, los chapines venecianos alcanzaron 50 centímetros de altura. Fueron creados para la clase adinerada de Venecia y Florencia, centros de poder en los cuales la industria textil era muy importante, así, cuanto más alto el zapato, más tela se empleaba para vestir a una damisela y más ricas debían ser las familias. Usar zapatos de alturas estrafalarias tenía entonces un fin económico: movilizar la industria esencial de estas ciudades. “Como las mujeres no podían caminar, siempre necesitaban que un hombre les prestara su brazo para desplazarse, una costumbre que sobrevive hoy, cada vez que un hombre nos ofrece su brazo para caminar”, explica jocosamente Semmelhack.

Podría ser que, como lo sugiere la experta curadora, hubiese algo subyacente que esté transmitiendo estos aires tranquilos y cautos que acogen y perfilan los tacones de esta temporada. Según una investigación publicada recientemente por el Journal of Personality and Social Psychology, la aparición de las plataformas en la moda ha estado sospechosamente ligada a las décadas acechadas por problemas económicos. En los años 70, la crisis del petróleo; en los 90, la caída de las empresas de internet, y a finales de la década del 2000, la burbuja inmobiliaria que afectó a Estados Unidos e hizo desplomar en picada muchas otras economías dependientes.

“Las mujeres tratan de parecer radicalmente más atractivas y más altas durante las épocas de crisis, con la intención de atraer más fácilmente un compañero amoroso estable”, dice el informe, el cual agrega que el mismo criterio se puede extrapolar al aumento en la compra de maquillaje durante los momentos de mayor inestabilidad económica. Mientras que la mayoría de la industria de bienes en Norteamérica decayó en su consumo durante el 2008, marcas como L’Oréal experimentaron un crecimiento del 5,3% debido al “Efecto labial”, como fue bautizado este fenómeno en el informe Boosting Beauty in an Economic Decline: Mating, Spending, and the Lipstick Effect.

Este estudio asegura que en épocas de recesión las mujeres invierten más dinero en elementos que las hagan más atractivas ante sus parejas. “A través de la historia, la gente que ha vivido en ambientes económicos complicados y escasos tiende a gastar más tiempo encontrando una pareja y buscando reproducirse”, sentencia la investigación, en la cual participaron académicos de varias universidades.

Esta tendencia ha sido registrada también por historiadores como James Laver, quien asegura que durante la guerra todos los insumos de la moda fueron confiscados por el Estado y destinados a la producción de uniformes, con excepción del maquillaje, que mantuvo sus estándares de fabricación y consumo porque se consideró que era la única manera de mantener en alto la moral de las mujeres.

En términos generales, el informe estaría sugiriendo que este regreso a zapatos más razonables, como los que vimos acompañando los desfiles de Balmain, Balenciaga y Louis Vuitton a principios de este año, se pueden entender como un sacudón de libertad. Ahora que hemos superado el hoyo fiscal y las economías empiezan a levantar cabeza, las mujeres se sienten menos presionadas por conseguir un macho poderoso que las cuide en medio de la escasez. Estos zapatos parecen gritar que la moda femenina puede caminar tranquila hacia la estabilidad, como la de los años 50.

El ruedo de la falda,  ¿otro asunto económico?

La moda parece hilar así más finamente los avatares económicos y políticos en sus tendencias y apuestas de lo que los consumidores siquiera podríamos sospechar. No solo los zapatos y el maquillaje han sido objeto de estudio para entender a la mujer de una determinada década; el ruedo de la falda aparentemente es, de hecho, uno de los indicadores más interesantes para los economistas.

En 1929, durante pleno caos de la Bolsa de Nueva York, George Taylor, un economista de la Wharton School of Business, se aventuró a lanzar una hipótesis que ha trascendido en el tiempo como la Teoría del Ruedo. Después de hacer algunos análisis y observaciones, Taylor sostuvo que los tiempos económicos son fielmente traducidos en el largo de la falda que las mujeres pavonean en la calle. En tiempos de bonanza ellas llevan faldas que trepan sobre la rodilla, como en los años 20, ya que la buena situación de la economía les permitía a casi todas costear un par de medias, que para entonces era un adminículo casi de lujo. Por el contrario, a finales de los 20, con la caída de la Bolsa de Nueva York y luego con el ascenso de Hitler al poder, las economías mundiales se recogieron y las mujeres tuvieron que volver a usar ropa austera y faldas largas que las taparon hasta los tobillos.

La prevalencia de esta teoría ha hecho que incluso grandes conocedoras de la moda, como la periodista Susy Menkes, acepten su actualidad, al ver la coincidencia de la aparición de faldas más cortas en los años 20 y 60, y de las faldas largas sobre la pasarela, como las mostró John Galliano en el invierno del 2007, cuando se conoció la caída inminente de la economía norteamericana por la crisis de las hipotecas (Subprime Mortgage).

Sin embargo, en un artículo publicado por esta gurú de la moda en The New York Times se pone en duda la infalibilidad de esta teoría que busca relacionar los avatares del ruedo y los del bolsillo. En él, Menkes entrevista a Harold Koda, el curador encargado del Instituto del Vestido del Museo Metropolitano de Nueva York, quien se aventuró a hacer una investigación junto a la Harvard Business School para definir si esto de la teoría del ruedo es verdad o más bien un mito. “Encontramos muchas excepciones, la regla no siempre aplica”, dice el curador, quien aclara: “Lo que sí se puede decir es que los diseñadores suelen ser muy sensibles a los cambios y se mantienen al día con lo que sucede en cada momento, por lo que no es extraño encontrar estas coincidencias”.

El debate no se acaba y si el retorno de estos tacones de ocho centímetros no es más que una muestra de optimismo, pues bienvenidos sean, aunque no hay que desconocer que algunos diseñadores como Prada y Chanel aún les coquetean a las plataformas. Quizá la estabilidad económica y financiera aún no es completa.