Editorial

Belleza por kilos

Lila Ochoa , 28/3/2012

El morbo de los televidentes está llegando a límites inimaginables, ya no se contentan con ver a unos pobres diablos picados por los mosquitos y muertos de hambre en una isla. Eso ya no es suficiente, quieren más.

Hace unos días vi un programa de televisión que me dejó pensativa. Era uno de los llamados realities, esta vez sobre cirugía plástica, uno de los programas más exitosos de la cadena ABC en Estados Unidos. El morbo de los televidentes está llegando a límites inimaginables, ya no se contentan con ver a unos pobres diablos picados por los mosquitos y muertos de hambre en una isla. Eso ya no es suficiente, quieren más. 

Las cámaras de televisión entran a las salas de cirugía como Pedro por su casa, sin importarles la sensibilidad de los televidentes. Todo, por cuenta del rating. Ya no hay lugar para la intimidad, todo está permitido. Pero el asunto que me desvela no ese se; cada cual verá cuáles programas de televisión disfruta.

Lo que me puso a pensar fue el tema de la belleza, y la serie de Kens y Barbies que está surgiendo de manos de los cirujanos. La belleza está dejando de ser cualidad que diferencia, para convertirse en igualdad, pues finalmente la gente se somete al dolor y a los riesgos que conlleva una operación por una obsesión de ser como los artistas, modelos y demás símbolos de belleza del momento. 

Las mujeres quieren tener la cola de Jennifer López, la nariz de Nicole Kidman, los labios de Angelina Jolie y un largo etcétera. La frase de mi abuelo: “la suerte de la fea, la bonita la desea”, ya nos es válida. En el programa vi como un señor viejo y arrugado se transformaba en un galán con la disculpa de que en el colegio de su hija lo confundían con el abuelo. La hija dice ante la cámara que ella está avergonzada y que quiere que su papá se vea lindo.

Después de más de cinco procedimientos quirúrgicos: implante de dientes, liposucción, estiramiento de la cara, bótox y tintura de pelo, el señor regresa a su familia como un actor de cine, luciendo una sonrisa hollywoodense. Querer verse bien no tiene nada de malo. Simplemente, me pregunto ¿qué va a pasar cuando todo el mundo se vea igual? Porque la fórmula de los cirujanos es la misma, y tanto mujeres como hombres terminan pareciéndose unos a otros después de las intervenciones. 

Por otro lado, en la medida en que la cirugía plástica se convierta en un producto masivo, los precios bajarán y estará al alcance de todos. Ya las personas la miran como un bien que se adquiere, como comprar un carro, un viaje en crucero o unas vacaciones en Tahití. Por ahora, como oí decir el otro día, no habrá mujeres feas sino pobres.

El trauma que mecreó la novela Un mundo feliz, de Aldous Huxley, está apunto de volverse realidad. Un mundo perfecto donde todas las personas son iguales, donde todo está en orden, donde la angustia desaparece, la creatividad no es una cualidad, y la desigualdad no existe, o sea, una utopía; ni siquiera Huxley se pudo imaginar que lo que su prodigiosa imaginación inventó se pudiera volver realidad. 

Si Darwin viviera, se sorprendería tanto como la linda mujer que se casa con un hombre muy buen mozo, con una nariz de Apolo, un rostro perfecto, y que cuando nace el bebé de ambos descubre que los genes de su marido son los de un narizón. Al marido se le había olvidado contarle ese pequeño detalle: la operación de su nariz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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