Editorial

No basta con ser mujer 10

Lila Ochoa , 22/3/2012

No basta con ser bonita o popular, además hay que ser la más inteligente y exitosa. Entérate aquí.

Se supone que una de las mejores etapas de la vida son los años en la universidad, pero para las mujeres parece ser lo contrario. La realidad es que el cambio en la vida de las mujeres en el siglo XXI no ha contribuido a mejorar su calidad de vida, sino acomplicarla. No basta con ser bonita o popular, además hay que ser la más inteligente y exitosa.

Por cuenta de una hija universitaria he tenido la oportunidad de conversar con sus amigas y, desde luego, reflexionar y aprender de sus vivencias. Hablamos de sus sueños, de sus planes de vida y, muchas veces, de lo estresante que es la vida universitaria

Nunca había pensado que pudiera haber un problema, pues me parecía lo más normal esforzarse para sacar buenas notas. Pero al terminar este semestre, quedé tan agotada como mi hija al oírle lo mucho que tiene que trabajar para obtener las notas que espera. No es que ella sea una nerd, como les dicen ahora a las estudiosas, es que la competencia por sacar buenas notas no es sólo un fenómeno bastante corriente, sino que está de moda.

El hecho de querer ser reconocidas como personas y no como objetos propiedad de alguien, de no ser simplemente amas de casa de las que sólo saben hacer galleticas, les ha puesto una presión a las niñas que los padres no sabemos bien cómo manejar.

La actitud en general de esta generación de mujeres ante las notas, ante su desempeño académico, me tiene entre asombrada y preocupada, pues, para poner un ejemplo, sacar un 4.0 en un examen no es suficiente, aun más, significa una desilusión. Se trata de sacar 5.0 en todo. Se pasan las semanas previas a los exámenes sin dormir, comiendo mal y tomando café.

Me doy cuenta de que esta preocupación es más generalizada de lo que pensaba, pues por casualidad me encontré en un periódico inglés una nota sobre un estudio hecho por la universidad de Glasgow. Compararon el equilibrio emocional de las jóvenes de hoy en día con el de las de los 80 y encontraron que ahora las universitarias tienen unos niveles de estrés altísimos, sienten que su vida es miserable y, en muchos casos, pierden el control sobre su mundo. 

Por consiguiente, ha aumentado el índice de suicidios, los desórdenes alimenticios y el consumo de alcohol y de drogas. En el estudio midieron los niveles de ansiedad y éstos han subido la increíble cifra de 38 por ciento en los últimos 16 años. Las enfermedades mentales que requieren hospitalización como la personalidad bipolar, se han triplicado.

Pero la presión no solamente proviene de la parte académica. No basta con ser inteligente y estudiosa, popular y exitosa, también hay que ser linda y,s obre todo, flaca. Esto curiosamente coincide con el momento en que las mujeres empezaron a superar académicamente a los hombres. En Inglaterra, donde hay estadísticas para todo, las cifras indican que 53 por ciento de las niñas sacan ‘A’ comparado con 43 por ciento de los muchachos. 

En Latinoamérica las cifras son muy parecidas. Según analiza el estudio, el problema está en que para ellas el hecho de alcanzar tan buen desempeño académico tiene un gran costo emocional, al contrario de lo que sucede con los hombres. Cuando yo era universitaria, estudiábamos mucho, pero crecimos creyendo que el 5.0 era para el libro, el 4.0 para el profesor y de ahí para abajo para los alumnos. Claro que en ese momento, sólo 17 por ciento de la población universitaria estaba constituida por mujeres y no teníamos muy desarrollado el espíritu de competencia. 

¿Estaremos presionando demasiado a nuestras hijas? ¿Perdimos el sentido del equilibrio entre cuerpo y alma? Parecería que súbitamente los padres de hijas entramos en una obsesión por el perfeccionismo y esperamos de ellas unos estándares imposibles de alcanzar.

A propósito del tema, una amiga me envió un correo electrónico con uncomentario acerca de nuestra generación; este es un extracto: “Algunos estudiantes no eran tan brillantes como otros y cuando perdían un año lo repetían. Nadie iba al sicólogo, al sicopedagogo, nadie tenía dislexia, simplemente repetía y tenía una segunda oportunidad. Teníamos libertad, fracasos, éxitos, responsabilidades...y aprendimos a manejarlos”.

No siempre más es mejor, una vida floreciente no se consigue con técnicas, tampoco sacando 5.0 en todo. Depende más de un carácter bien formado y de unos valores sólidos. Sobrevaluar el dinero, el estatus social y la competitividad, envenenan las relaciones sociales. 

La meta de cualquier mujer no se alcanza si no ejercemos un control sobre nuestros deseos, y vemos cómo al final de cuentas esos deseos suelen ser cosas superficiales.

 

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