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“Diana Vreeland después de Diana Vreeland”

, 19/11/2012

El documental sobre Diana Vreeland, la excéntrica editora de moda que redefinió el concepto de belleza en el siglo XX, es un síntoma más de la nostalgia que hoy sentimos por una época en la que las tendencias de la moda las establecían seres humanos excepcionales, y no una industria impersonal, omnipresente y ubicua.

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Su oficina, en las instalaciones de la revista Vogue, era un santuario tapizado de rojo pasión del piso al techo. Era como un hada que transformaba todo lo que tocaba, su estilo, su toque mágico, era llamado “vreelandesque”. Para ella la belleza era Twiggy, era Verushka, era Mick Jagger, para ella la imperfección era lo más interesante de la belleza. Fue ella quien convirtió los defectos en algo sexy, hacía que los fotógrafos enfatizaran los cuellos largos, la delgadez extrema o el espacio entre los dientes. Diana Vreeland fue mucho más que una editora de moda, “yo soy la única y verdadera”, decía. Si no la única, al menos sí fue la primera, la que definió el cliché de las autoritarias, temibles y poderosas editoras de moda tal como lo conocemos hoy. 

Diana convirtió a las modelos en estrellas y a estrellas como Barbara Straisand y Audry Hepburn en modelos. Puso de moda prendas tan extravagantes como los pantalones de harem con camisas de estampados, sus modelos siempre llevaban toneladas de maquillaje y montañas de joyas. “Yo adoro el artificio”, decía, y una de sus célebres citas sentenciaba: “No temas ser vulgar, sino aburrido”. Los sesenta fueron su era dorada, la era barroca y recargada justo antes de que llegara el minimalismo de Calvin Klein y Helmut Lang.

“Yo quería estar donde estaba la acción”, y la acción estaba en las fiestas neoyorkinas del Studio 54, junto a Andy Warhol, y la crema y nata de la cultura pop. Ella puso la moda en el circuito del arte. En esas fiestas Diana florecía, era toda una celebridad, incluso ya muy vieja, y tan fea como era, el diseñador Bill Blass decía: “podías ir a una fiesta y ver a las mujeres más bellas y mejor vestidas del mundo, y todos los hombres atractivos estaban alrededor de una persona: Diana Vreeland”.

Estuvo rodeada de belleza, aunque ella misma nunca lo fue. Su mamá y su hermana menor fueron de renombrada hermosura y su marido era un hombre buenmosísimo a quien ella adoró.  Truman Capote la describió así: “es como un extraordinario tucán —algo salvaje que salió de la selva y nos habla en un lenguaje asombroso”.

Nació y creció en París, vivió el esplendor de la Belle Epoque y murió en Nueva York en 1989. En 1936, recién llegada de Europa a Nueva York, Carmel Snow, la directora de la revista Harper’s Bazaar, quedó prendada de su etilo exótico e irreverente pero absolutamente elegante y de inmediato la reclutó. Desde 1937 Vreeland estuvo en Harper’s Bazaar y revolucionó la revista y el mundo que proyectaba. En 1963 llegó a Vogue, donde estuvo casi diez años hasta que fue despedida sin la más mínima consideración porque su estrafalarios lujos estaban en completa desconexión con los tiempos de crisis que vivía su país en plena recesión de los 70. Desde entonces fue consultora del Instituto del Traje del Museo Metropolitano de Nueva York, donde hizo legendarias exposiciones sobre Balenciaga, el diseño en Hollywood, los vestidos de los ballets rusos, la moda de la era Habsburgo, o de la dinastía china Ch’ing. Sus eventos, apoteósicos e inolvidables, inauguraron una nueva manera de ver la moda en conexión con la historia y con la cultura.

El documental
El documental Diana Vreeland, The eye has to travel (Diana Vreeland: La mirada educada) causó furor en el Festival de Cine de Venecia de 2011. Se trata de la opera prima de Lisa Immordino Vreeland, esposa del nieto de Diana Vreeland. Ellas no llegaron a conocerse, pero Lisa rastreó su vida y leyenda a través sus parientes y amigos. El casting del documental incluye más de 60 entrevistados, figuras tan variadas como Agelica Huston, Oscar de la Renta, Calvin Klein, Verushka o Hubert de Givenchy, personajes que cuentan de qué manera ella les revolucionó la vida y el mundo que habitaban.

Lisa Immordino reconstruye entrevistas enteras que Diana hizo para sus libros de memorias así que el documental recupera la voz llena de fuerza y carácter de una mujer que tenía el don de las palabras, y las acuñaba y lanzaba, luminosas y tintineantes, como una suerte de joyas. 

Diana fue una filosofa de la moda, sus célebres frases son aforismos perfectos que hoy serían el deleite de Twitter. La han llamado la Oscar Wilde de la moda. Su carrera empezó oficialmente con su columna "Why Don't You?", en Harper’s Bazaar, en la que proclamaba preguntas tan revolucionarias y provocativas como: “¿Por qué no pintas el mapa del mundo en las paredes del cuarto de tus hijos para que no crezcan con un punto de vista provinciano?”. O lanzaba frases como: “El bikini es lo más importante desde la bomba atómica”.

“No es solo una película sobre Diana Vreeland”, dice Lisa: “también lo es sobre un sueño hecho realidad y sobre vivir la vida con pasión. Y ese es el mensaje al final de la película, para mí eso es todo lo que era ella”.

La exposición
Además del documental, Lisa  Immordino lanzó un libro con el mismo nombre, y de marzo a junio estuvo en Venecia la exposición “Diana Vreeland After Diana Vreeland,” (“Diana Vreeland después de Diana Vreeland”), una muestra bastante significativa en la medida en que fue ella la primera que estableció un vínculo entre la moda y el arte, entre la moda y los museos, una tendencia que hoy se ha convertido en una de las líneas más lucrativas de estas instituciones. La exposición anual de moda del Museo Metropolitano es su gran legado, hoy a cargo de su ex asistente Harold Koda. 

Todo en la exposición hacía referencia a la teatralidad de las de Vreeland que fueron las primeras en alejarse del historicismo curatorial para llevar la fantasía y el glamour a los museos. Sus exposiciones, que arrastraban masas multitudinarias, eran toda una experiencia sensorial en espacios en los que había música, luces y aromas de esencias exóticas. En los ochenta, Yves Saint Laurent donó seis galones de su perfume Opium para una de sus exposiciones sobre China. Para la de Vreelanad en Venecia, Frédéric Malle creó especialmente un perfume de sándalo. 

La exposición seguía un guión estructurado en la narrativa de las pasiones de Vreeland, que fueron numerosas y poco comunes: para empezar, el verde y Venecia. También la decoración y los atuendos rusos, el ballet y Valentino, las piezas de Chanel, Schiaparelli, Missoni, Pucci, Balenciaga, Yves Saint Laurent y Paco Rabanne. La exposición era un homenaje en todo el sentido de la palabra, pero más que un compendio de las pasiones de Vreeland fue un recorrido por las más simbólicas creaciones del siglo XX, las que su ojo visionario fue coleccionando.

A través de la vida de Diana tanto el documental como la exposición hacen una sola cosa: explicar el poder de la moda en la cultura contemporánea.

Diana en sus palabras

“Unos zapatos sin lustrar son el fin de la civilización.”

“Hay que tener estilo. Eso ayuda a bajar las escaleras, ayuda a levantarse en las mañanas. Es un modo de vida. Sin él, no eres nadie.”

“Un poco de mal gusto es como una buena pizca de páprika. Todos necesitamos una pizca de mal gusto, es cálido, saludable, vital. Lo deberíamos usar más.”

“El estilo —todos los que lo tienen comparten una sola cosa: originalidad.”

“Solo hay una cosa en la vida y es la continua renovación de la inspiración.”

“La moda es parte de la vida diaria y cambia todo el tiempo, con cada acontecimiento. Uno puede ver el advenimiento de una revolución en la ropa. Uno puede ver y sentir todo en la ropa.”

“¿Qué sería de la moda sin la literatura?”

“Toda mi vida he perseguido el rojo perfecto. Pero he logrado que los pintores lo consigan para mí. Es casi como si les dijera: ‘quiero rococó con un poco de gótico y una pizca de templo budista’, ellos no tienen ni idea de eso. El mejor rojo está en color de la capa de un niño en un retrato renacentista.”

“Vogue siempre estuvo detrás de la vida de la gente. Es decir, un vestido nuevo no te lleva a ningún lado; es la vida que vives con ese vestido, y el tipo de vida que has llevado antes y la que vivirás después.”

“La moda tiene que ser el más narcótico alivio de la banalidad de la vida.”

“La imaginación es tu realidad.”