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Cuando el campo le da forma al romance

, 7/11/2013

Esta decoración sabe apropiarse del contexto campestre de un club, le aporta vida a sus jardines entre arreglos florales y velas, y se vale de las inspiradoras referencias de la naturaleza.

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Casarse en un club inmerso en la naturaleza, en medio de un paisaje que invoque el silencio y que no solo sobrecoja los sentidos, sino que celebre con su magnificencia el amor, es algo con lo que muchas parejas sueñan. Sin embargo, crear una decoración para una ceremonia de matrimonio en medio de este entorno demanda ciertos retos, por ejemplo, darle vida a un diseño armónico que se complemente con el lugar, que potencie su paisaje y no intente, por el contrario, ser protagonista a toda costa pasando por alto lo que está alrededor. “Lo ideal es buscar una propuesta decorativa que cree contrastes pero que no luzca disonante. Una buena decoración es aquella que sabe mimetizarse con la imponencia del lugar, y que lo potencia, que haga que todo parezca natural. Conocí muchas novias que eligieron locaciones divinas por su paisaje, pero este no fue tenido en cuenta en la decoración y se desperdició ese encanto“, explica la experta Clemencia de Polidura, quien de la mano de su hija, María Clemencia Polidura, ha dado vida a una empresa que por más de treinta años ha sabido traducir el buen gusto en espacios ensoñadores.
Esta vez, con las montañas de fondo y las gamas de verdes revoloteando frente a las ventanas, la diseñadora optó por crear bloques de color a través de flores variadas, que con sus geometrías juegan a la vez con un contexto bucólico y lo organizan. “Rompiendo con el tradicional centro de mesa que crea una diferencia entre la base y las flores, quisimos intentar que las mismas flores generaran una estructura. Así, le dimos forma a unos cubos compactos, recubiertos de pequeños pompones en blanco, crema y lila, que luego recubrimos con delicados cintillos blancos. Para jugar con los tamaños creamos otros arreglos más grandes, recubiertos de margaritas blancas y amarrados con cintillos color verde botella”.
Los grandes mesones, tan apropiados para un ambiente campestre, fueron recubiertos con manteles blancos y con detalles sutiles como pequeñas coronas de brisa, haciendo las veces de servilletero, de tal manera que la naturaleza pareciera colarse en todos los lugares. Por supuesto, el juego con la madera fue también fundamental, así que Clemencia y su hija quisieron usar este elemento en las bases de unos floreros altos que le dan un carácter único a cada mesa. “Lo más especial de esta decoración es que quisimos recrear en el interior esas maravillas de la naturaleza, así que articulamos a esos floreros altos una especie de enredaderas, que los conectan, como si se tratara de un pequeño cultivo. De los floreros se desprenden pequeñas florecitas, cartuchos miniatura morados y unas bolas de cristal que dejan adivinar en su interior unos delicados cymbidium. En la mesa redonda desplegamos una amplia gama de flores de colores, acorde con el diseño del mantel de organza con rosas bordadas. Elegimos minicalas, godetias, rosas para los dos bouquets altos y follaje de hiedra, como envolviendo un árbol-candelabro de siete velones pequeños”, comenta la diseñadora.
Como la iluminación es tan determinante en el momento de definir un ambiente, cada mesón fue adornado con estilizados velones altos que no solo invocan aires de quietud sino que hacen más vívido el romance. Y como ningún elemento se ha pasado por alto, las tarjetas de marcación de los puestos integran referencias orgánicas y floridas en sus líneas y tipografía. Así, la naturaleza es la protagonista en este matrimonio en un club campestre que repite la exuberancia de la naturaleza adentro.