Cambios Hormonales

Cuestión de regla

Ana Saladén, 13/3/2012

Comienzan como un juguete, pasan a ser amantes y madres, pero al final se convierte en tiranas: las hormonas rigen, escudan, liberan y enredan la vida sexual de la mujeres en todas sus edades.

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La ventaja de las emociones es que nos pierden. Así reza un aforismo que suena muy masculino, a pesar de que lo haya dicho supuestamente Oscar Wilde, pero que para las mujeres puede resultar en una trágica puesta en escena. Y todo por una muy sexual palabra: hormonas.

Muy sexual por identificación no por emoción, pues aunque tanto mujeres como hombres estemos llenos de hormonas, para ellos la palabrita tiene efecto sensual, mientras que para la mujer es como la lengua materna que no se olvida desde la primera vez que se lamentan.

Pero, además, no se puede hablar de sexo, en cualquiera de susacepciones, emociones o funciones, sin nombrar la testosterona, la progesterona o el estrógeno. Y hormonas hay hasta en las lágrimas o frecuentando la sonrisa. O sea, en la vida de la mujer, el estrógeno comienza como un juguete, pasa a ser un amante y al final se convierte en un tirano. Y eso, también, día tras día, mes tras mes. 

No en vano, parece ser que en las jóvenes es un buen lubricante para el aprendizaje: y para las mayores, la experiencia es una buena amiga dado queel pico de estrógeno apenas alcanzala meseta orgásmica. Sin hormonas no habría una vida emocional y una sexualidad tan complejas (sobre todo, enla femenina). 

Si bien es cierto que las hormonas no obligan a hacer nada, pueden lograr que algo resulte más agradable o más difícil de hacer, dependiendo del propio ciclo vital, que en cada mujer es como un laboratorio químico privado. Desde —y antes—de los 15, en general, el escenario químico suscita el deseo y la sexualidad hormonalmente modulada en el ciclo menstrual.

Después de los 25, las hormonas resultan muy útiles a la hora de comprender cómo convertir una emoción en algo persistente y fuerte, no sólo con el que sea su pareja, sino con la maternidad. A los 40, las hormonas hacen alcanzar el clímax de tu sexualidad, y hasta las libera, incluso superando las pruebas del matrimonio, los hijos y la transición de los bikinis a los vestidos de baño de una pieza y diseño estratégico.

Pero después de los 50, las enreda con la menopausia, que las debate entre el deseo liberado y la incomprensión de una actividad sexual sin el sentido de la reproducción. Y pasan las décadas, sin dejar de tener vitalidad: para algunos científicos la razón de que en los países desarrollados más de 65 por ciento de los mayores de 80 años sean mujeres, tiene que ver con las diferencias hormonales entre géneros.

La hormona de las muñecas 

Al principio, aparecen como una alegría confusa. Apenas se ha dejado de jugar con las muñecas, y en la adolescencia el cuerpo femenino se convierte en el juguete de las hormonas. Viene la menstruación como una visita inesperada, y se queda, por culpa de las hormonas, como lo explican en las clases de biología de octavo.

En esta hermosa etapa de uniforme de colegio o con las primeras pintas para la universidad se piensa solamente en una cosa: en cómo, dónde, a qué horas y a quién dejar recorrer y penetrar esa explosión hormonal del cuerpo insolente que saca pecho y le hallarazón al diseño ergonómico de la silla cóncava del salón de clases. 

La adolescencia es como un paraíso de la hormona, una fiesta en donde las glándulas enloquecen y desmienten que quieren algo queno se sabe ni por qué se desea. Y el deseo nace, crece, aprende a reproducirse y no muere. Algunos se dan cuenta de que no se pueden reproducir tocándose a sí mismos, y entre unos y otros se ensaya la reproducción, se aprende trucos de no reproducción, mientras la inducción hormonal va en alza.

No hay poder humano que combata la fuerza de la hormona que, hasta de pie en la última fila de cualquier concierto, encuentra lugar para que el cuerpo se desfogue a cualquier ritmo, mientras una voz interior desentona con una canción que nadie ha compuesto, porque la palabra preservativo no hay cómo hacerla rimar. Como tampoco el término hormona, que dicen los etimólogos viene del griego ‘horman’ que significa excitar, agitar, inducir, y que el diccionario define como “producto de secreción interna de ciertos órganos que excita, inhibe o regula la actividad de otros órganos”. 

En la adolescencia, las hormonas sexuales prefieren el bajo perfil, que no hagan versos con ellas, pero sí que las llenen de besos. Y en esas, con más bebida que comida en el estómago, el hipervalorado sello de la beatificación virginal se rompe al paso de una pareja que si acaso sabe bailar sin pisar, convirtiendo —según el caso— a la niña en lo opuesto desanta, a veces por no quedar de la última del grupo sin haber “hecho el amor”, justo con el individuo que jamás va a ser el amor de su vida. Pero, en esas condiciones, hay que decirlo, no ha sido por culpa de las hormonas, si no de la turbación de las casi hermanas o muy amigas. Mientras tanto, la masturbación es la cereza del pastel de los adolescentes hombres, y eso sí por culpa de la imberbe testosterona.

La hormana amante y madre 

Las hormonas también tienen su pregrado. En la foto alegre del título universitario, las hormonas aparecen en esa sonrisa de satisfacción y hacen lo debido para aumentar la felicidad. Y no es mentira, está comprobado científicamente que el amor y el afecto pueden incrementar el nivel de oxitocina, una hormona que aumenta el deseo sexual: un alto nivel de oxitocina puede incrementar la frecuencia de encuentros sexuales con la pareja de universidad, esa de la que se dice “la novia del estudiante, no será la esposa del profesional”, pero ahí ya se va pensando en el compromiso matrimonial, que también lo rige, para variar, una hormona: la vasopresina en conjunción con la oxitocina. Y, además, la idea se complementa: el sexo frecuente después de los 25 años es una ventaja,especialmente para las mujeres

Las relaciones sexuales regulares incrementan el nivel de hormonas femeninas, que reducen el riesgo de enfermedades del corazón y del tracto vaginal. O sea, el sexo aumenta la secreción hormonal benéfica. La oxitocina también aparece en el embarazo aumentando en la sangre maternal y tras el amamantamiento desciende el nivel de cortisol lo que hace que los senos se dilaten ofreciendo calor al bebé.

Por su parte, las mujeres que no son gestantes pueden aumentar los niveles de feniletilamina elevando la pasión amorosa y acelerando el flujo de información entre las células nerviosas. La feniletilamina media en la pasión amorosa, pero un desequilibrio o carencia parece inducir la búsqueda de situaciones peligrosas, a la desesperación o a las depresiones súbitas.

Y ahí comienza la confusión: el estrógeno permite que se generen las emociones, pero no piensa en una determinada emoción. En algunas mujeres, y según su ciclo menstrual, está correlacionado con la frecuencia de relaciones sexuales, en otras con el orgasmo, o la autoestimulación o las fantasías sexuales, pero siempre con una alta dosis de testosterona.

El tirano fin de ciclo 

La disminución de estrógenos y el término de la fertilidad se marca en la biografía de las mujeres con otra palabra: menopausia. Las abuelas al pasar por el climaterio se retraían y no disfrutaban más de relaciones con el abuelo. A raíz de esto, se pensaba que la reducción brusca de los niveles de hormona femenina eran la causa de que ellas perdieran el apetito sexual, y de ahí surgió la Terapia de Reemplazo Hormonal.

Sin embargo esa creencia aceptada por la ciencia, apenas está siendo revaluada al encontrar que no hay disparidad en cuanto a frecuencia de relaciones sexuales y número de orgasmos. Las mujeres en menopausia, por lo tanto, no tienen por qué perder su sensibilidad sexual. De hecho, la mediana edad puede ser una de las mejores para gozar del sexo