Extorsión sexual

Imágenes comprometedoras

Revista Fucsia , 30/8/2011

La extorsión sexual vive un alarmante repunte en Colombia a raíz del auge de la tecnología.

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La tecnología al alcance de todos es un privilegio de la vida moderna que ahora muestra su cara truculenta. Por cuenta de las cámaras digitales, web cams y teléfonos celulares con lentes, a menudo fáciles de ocultar, está creciendo dramáticamente este delito que tiene muy atentas a las autoridades.

La extorsión sexual se detectó por primera vez hace cosa de tres años y se ha vuelto tan amenazante como el llamado ‘paseo millonario’, el atraco, el secuestro y otros delitos. A Patricia, ejecutiva de Ventas de una empresa de televisión por cable, le pasó. Un día la invitaron a una fiesta de solteros en un bar cercano a su trabajo, donde solía ir de rumba los viernes a divertirse luego de las labores de la semana. Ella no niega que la soledad y la falta de sexo que sufría desde hacía varios meses la llevaron a ser la primera en confirmar su asistencia a esta celebración que ya por su solo nombre pintaba muy bien.

La rumba llegó y, efectivamente, había de dónde escoger. Pronto, se vio en la barra, “encarretadísima” con Mauricio, un ‘galán’ con quien tuvo una conexión sorprendente desde el primer momento. Aunque otros invitados igualmente atractivos la sacaron a bailar e intentaron captar su atención, éste fue el que la conquistó. Curiosamente, le gustaba todo lo que a ella le gustaba, tenía sus mismas aspiraciones, había leído los mismo libros y recordaba la mismas películas. El idilio culminó en el apartamento del ferviente enamorado, en su cama, más exactamente.

Patricia descubrió que además de su arrolladora personalidad era un amante excelente, con quien pudo desatar todas y cada una de esas inconfesables fantasías sexuales que no había podido hacer realidad con su novio, Ernesto, próximo a llegar luego de estudiar algunos meses en el exterior.

La pareja siguió viéndose, pero, apenas Ernesto llegó, Patricia resolvió deshacerse de su amante. Ahí comenzó su calvario. El fino seductor le salió un día con todo un álbum de fotografías de sus intimidades, que había tomado sin que ella se diera cuenta. Su intención no era precisamente conservar un bello recuerdo, sino que la amenazaba con mostrárselas a Ernesto, su familia, su jefe y todas aquellas personas que quisieran “ver realmente quién era ella”, según le dijo.

Patricia, quien para ese momento ya se había comprometido en matrimonio con su novio, empezó a apartar cada mes una generosa tajada de su sueldo para mantener en secreto las imágenes de su aventura. Primero fueron 500 mil pesos, luego 700, más adelante un millón. Llegó un punto en que tuvo que acudir a agiotistas para sostener la dura carga, que además minó su salud física y mental. Perdió el sueño, el apetito y hasta el deseo sexual. Finalmente, su angustia estalló y tuvo que confesar lo que le estaba pasando. Pasada la vergüenza, acudió a las autoridades y su extorsionador terminó en la cárcel. Patricia fue una de las pocas afectadas por este nuevo delito a las que se les ha hecho justicia.

Muchos y muchas no se atreven a hablar porque la imaginación de los delincuentes es tan apabullante, que se cuidan muy bien de aprovecharse de los temores de sus víctimas, ya que una sola imagen de este calibre puede arruinar el resto de sus vidas. En España, donde también se ha vuelto muy frecuente este flagelo, se presentó el caso de una banda de delincuentes que secuestraba por unas horas a hombres casados y los obligaba a posar con ellos en actitudes sexuales. Por supuesto, ningún padre de familia de bien quiere que su mujer, sus hijos y sus amigos lo vean desnudo con otros hombres, cuando realmente no es gay y a base de ese resquemor los extorsionadores hacían su agosto.

Otra sofisticada modalidad de extorsión sexual es la que se vale de prostitutas como señuelo. Detrás de ellas están estafadores que graban a los clientes sosteniendo relaciones sexuales con supuestas menores de edad. Acto seguido, amenazan a las víctimas diciéndoles que si no sucumben ante sus caras exigencias de dinero los denunciarán ante las autoridades.

La verdad es que quien paga una vez porque no lo vean en situaciones sexuales seguirá haciéndolo hasta quedar en bancarrota. También se tiene la idea de que haber entregado una pequeña suma para cubrir un chantaje no amerita una denuncia. Para la justicia es lo mismo ser extorsionado con un millón de pesos que con 100 mil. De tal manera que en esta aberrante situación se cumple al pie de la letra aquello de que “mejor colorado una vez y no morado el resto de la vida”. En otras palabras, es preferible confesar esa canita al aire prohibida y no dejarle el sueldo a un ladrón pervertido.