Las mujeres de Colombia le hablan a La Habana

Revista FUCSIA, 15/7/2015

Mujeres empoderadas y emblemáticas de la sociedad colombiana se reunieron con la única pretensión de hablar de la situación de las mujeres, la equidad de género y evidenciar la mirada femenina frente a los destinos del país en las negociaciones de paz.

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La mesa estaba dispuesta. Ocho mujeres empoderadas, reconocidas por sus funciones públicas estaban sentadas a la mesa.

—Ya es hora de que hablemos como mujeres, dijo la directora de la revista FUCSIA, Lila Ochoa, anfitriona de la reunión. No puede ser que la única forma de ordenar la vida sea como lo han hecho los hombres.

Por eso, en su aniversario de 15 años, FUCSIA ha querido crear este almuerzo. Cada una de ustedes representa un lugar en esta sociedad y queremos reclamar un espacio para conversar y pensar la situación de la mujer hoy. Queremos darles otros patrones a las mujeres y ustedes encarnan esos otros modelos. Por eso cada una tiene en frente un carrito que ha realizado la joyera Mercedes Salazar, un tanque de guerra dorado que tiene la peculiaridad de disparar corazones. Con él queremos conmemorar este encuentro.

María Jimena Duzán, la periodista a quien FUCSIA le encomendó la dirección de la conversación, hizo también su bienvenida poniendo en evidencia el carácter inédito de este encuentro:

—Queremos reclamar el espacio de conversar, aprovechar este almuerzo para presentar nuestra inquietud sobre cosas que están pasando en el país. Por qué, por ejemplo, las mujeres no hemos estado más presentes en la Mesa de Negociación de La Habana. Queremos utilizar este espacio entonces para discutir y presentar propuestas sobre la participación de las mujeres en los escenarios que están determinando el destino de este país.



La periodista María Jimena Duzán. Foto: Paloma Villamil

Apenas la periodista María Jimena termina, María Emma Wills, una de las pocas mujeres que ha estado en Cuba en las negociaciones con las Farc, anima la conversación:

—He trabajado con mujeres de las regiones y el reclamo que ellas hacen es que la violencia antecede al conflicto. Esta violencia que es anterior se ha empeorado en un contexto de violencia sostenido. Por eso me parece determinante que el tema de género se trate en las negociaciones, ¿vamos a hacer una paz pública sin hablar de violencia de género?, ¿sin que se desmonten los arreglos de género?

María Jimena Duzán replica:

—Lo curioso es que es un tema que se resiste a ser tratado de un lado y otro de la Mesa.

Ana Fernanda Maiguashca, quien ha desafiado los inminentes compromisos que su trabajo en el Banco de la República le suponen y quien parece especialmente animada por conversar con mujeres que conoce, pero con las que no había intercambiado activamente ideas antes, explica:

Los que armaron la Mesa de Negociación fueron hombres, ellos piensan que este país no es machista. Porque la conciencia que se tiene es muy limitada, nosotras mismas crecimos con la idea de que debíamos cumplir estándares masculinos. Yo por ejemplo, hasta muy tarde en mi carrera empecé a decir: "No me parece que se me demande una actitud masculina", y aunque las preocupaciones de género parecían temas muy alejados de mi realidad, comencé a abrazar una cierta causa feminista.


Ana Fernanda Maiguashca, codirectora del Banco de la República. Foto: Paloma Villamil


Ante la confesión, Lila Ochoa evoca episodios de su propia vida:

—A mí, mi papá me dijo que para qué quería estudiar si yo me iba a casar, por eso no pude ser médico, que era lo que añoraba. Aunque lo entiendo, eran cosas de la época…

Sin embargo, Ana Fernanda Maiguashca le replica con gracia:

—Pero la época ya se merece que le metamos una buena sacudida. ¿No?

Con una carcajada colectiva que parece dejar claro el acuerdo ante esta idea. La atención, no obstante, no se disipa y la senadora Claudia López toma la palabra:

Cuanto más hago política, más consciente soy de esto. El tema de género no había sido mi materia de trabajo, pero un día estaba en un foro sobre igualdad, sentada junto a Germán Andrade, y le oí decir que en este país no había desigualdad entre hombres y mujeres; inmediatamente lo increpé: "Tú no sabes que hay discriminación porque eres hombre, heterosexual, blanco y de un partido tradicional. No sabes qué es estar en una condición de minoría y menos de minoría discriminada". ¡Claro!, se lo estaba diciendo yo, que encarno tres minorías: ser mujer, lesbiana y de izquierda.


La periodista y senadora Claudia López. Foto: Paloma Villamil


La confesión desata un brote de camaradería entre las presentes. Claudia continúa:

En realidad, las mujeres de este país somos mayoría en todo, excepto en las posiciones de poder, en la igualdad de ingresos y en la violencia. Yo no era consciente de la magnitud de los problemas de género en Colombia hasta que llegué a una posición pública. Si yo, que soy educada y de una visión progresista, no me sentía capaz de explicar en tres minutos en un auditorio por qué la violencia contra la mujer es una pandemia, no es difícil imaginar el grado de inconsciencia del que se sufre. Hoy creo que hay que usar cualquier posición que uno tenga para ayudarle a entender a la sociedad el desafío que eso significa, y esto no compete solo a las mujeres.

María Emma Wills asiente las afirmaciones de la senadora y con su tono amable y académico añade:

—Claudia está poniendo en evidencia algo real. Los muertos son mayoritariamente hombres, las víctimas son mujeres. Los hombres tienen una profunda carga en esta sociedad. Las mujeres tienen muchas luchas que dar, pero la carga que tienen los hombres por ser hombres también es muy dura. Ellos tienen que ser líderes, no pueden llorar, no pueden acostar a sus hijos. El machismo también lo están padeciendo los hombres.



María Emma Wills, asesora la Dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica. Fue la única mujer en integrar la Comisión Histórica del Conflicto. Foto: Paloma Villamil


La idea genera polémica entre las invitadas y oímos a la más joven de la mesa, la periodista de W Radio Camila Zuluaga sentenciar con convicción:

¡Claro!, pero si uno tuviera que entrar a escoger cuál de los dos roles asumir, uno escogería el de los hombres. Hay privilegios que no podemos negar. Cuando yo era pequeña quería ser niño.

María Emma Wills está de acuerdo con Camila, pero aclara:

—Reconocer esos privilegios también nos permite hacer evidente que sobre ellos hay muchas presiones operando. Las mujeres, como los hombres, somos construcciones históricas y yo sueño con que algún día los hombres puedan llorar y dialogar sobre sus emociones.

Irrumpe en la conversación la abogada Catalina Botero, relatora especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos:

—Hay problemas estructurales que privilegian la condición masculina en cualquier idea que tengamos de éxito. Yo vengo de una familia igualitaria y me estrellé con un mundo patriarcal a los 27 años, cuando me iba a dictarles clases a los jueces y tenía que empezar demostrando que sí sabía. A mí, por ejemplo, me daba vergüenza llorar, y ya no. No solo no me da vergüenza, sino que reivindico que la fuerza que tengo surge de mi sensibilidad femenina.


Catalina Botero, exrelatora especial de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Foto: Paloma Villamil


La mesa recoge con entusiasmo sus experiencias para luego escucharla decir:

—Es que las diferencias que nos definen y que no son visibilizadas se pueden ver a simple vista en los baños... sí en los baños, por ejemplo, un baño de mujeres debería ser más grande que el de los hombres. ¡Es que necesitamos otras cosas!

Entre risas y con el beneplácito de todas las mujeres que están en la mesa ante tan revolucionaria idea, y ante anécdotas que recrean jocosamente cómo todas han padecido las incomodidades de los baños, Ana Fernanda Maiguashca afirma:

A mí todavía me queda la duda de por qué no hay más baños para mujeres si los triplicamos en población.

Catalina Botero le responde con contundencia:

—En Estados Unidos ya hay una ley en curso que dice que si hay solo dos baños, ambos deben ser mixtos. Porque si no, la fila de las mujeres es ridícula. Creo que en esas pequeñas cosas es que los hombres pueden entender de qué estamos hablando.

-Un problema de género-


La conversación sigue su curso. Ana Fernanda Maiguashca increpa:

—Yo, al igual que Claudia López, llegué a esta conciencia del problema de género tarde, hace tan solo dos años, cuando entré a la dirección del Banco de la República, porque, literalmente, cuando los periodistas me preguntaban qué sentía al ser la segunda mujer en esta institución, lo primero que respondí es que no quería hablar de eso.

Claudia López, siempre activa, complementa:

Es que no solo hay discriminación en la relación de las mujeres con el poder, sino que hay que ser más puras, más buenas, más perfectas. La mitad de las mujeres que están en el Senado son las viudas de la mafia, pero esas mujeres son las que van a sacar la paridad en las listas adelante, podrán ser eso y todo lo que quieren, pero son mujeres. Y cuando se trata de temas de género, ellas se juntan y los sacan adelante, sin ser peores o mejores que sus vecinos.

Entonces María Jimena Duzán trae una cuestión a la mesa:

¿Por qué el aparato político no es más eficaz en darles espacio a sus líderes mujeres y en recoger todas su iniciativas, si ellas son las que están movilizando las regiones?

La pregunta la responde contundente Alejandra Barrios, del Movimiento de Observación Electoral:

El problema son las horas en las que se hace política, siempre de noche y tomando whiskey. Basta con observar a qué horas sesiona el Congreso. ¿Qué mujer está dispuesta a llegar todos los días después de las 10 de la noche a su casa? Cada vez que una mujer aplica a un cargo importante, ya sea en el sector público o privado, le dicen: le triplico el sueldo, pero va a viajar todos los días de la semana. Las que son mamás van a decir que no, por supuesto. Tenemos que lograr que las mujeres tengan mayor autonomía económica y disponibilidad de tiempo, porque hoy en día la situación es que tienen más obligaciones y no necesariamente más dinero.


Alejandra Barrios, directora de la Misión de Observación Electoral. Foto: Paloma Villamil


La economista Ana Fernanda Maiguashca, que concuerda con esta idea, despliega sus reflexiones sobre la materia:

—Hay que redistribuir mejor las tareas en el espacio privado. Mientras la provisión de bienes y servicios domésticos no esté simétricamente distribuida entre mujeres y hombres, va a ser muy difícil lograr más conquistas. Mejor dicho, no me pueden seguir diciendo en la casa "yo te ayudo con los platos"… ¿yo te ayudo con qué? si es que también es tu casa y tu obligación.

La mesa suelta una carcajada y se detona un cotilleo bulloso en donde cada quien empieza a dar cuenta de cómo son sus cosas en el hogar. Claudia López interrumpe:

—Necesitamos unos diseños institucionales en los Estados y en los partidos que faciliten esa participación femenina.

Alejandra Barrios asiente:

Necesitamos compañías acopladas a las demandas femeninas, ese es el papel de liderazgo que necesitamos que las mujeres empoderadas encarnen.

Camila Zuluaga lanza en tanto una nueva idea:

—Pero la relevancia de la mujer va más allá de los contextos laborales y políticos. Como hemos sido las víctimas que sobrevivieron en el conflicto, vamos a ser las protagonistas en el contexto de negociación de paz en el que estamos, porque es a las mujeres a las que les va a corresponder perdonar.


La periodista Camila Zuluaga. Foto: Paloma Villamil


Con todo su acervo en materia de cortes internacionales, Catalina Botero suma argumentos al planteamiento de Camila:

—Es muy cierto y relevante este papel que señalas. Las víctimas que han movido la tipificación del derecho internacional han sido históricamente las mujeres. Las madres y abuelas víctimas de las desapariciones del Cono Sur movieron la tipificación del delito de desaparición forzada. Las víctimas de Yugoslavia lograron elevar los crímenes cometidos en esas tierras a nivel de tortura. Así, las mujeres no solo somos víctimas, también somos actores del proceso de reconstrucción.

-Una mirada femenina-

A pesar de que han pasado las horas, ninguna mira acuciosa su reloj, es como si por un momento todas hubieran perdido la prisa y se hubieran entregado al arte de hablar y discutir. Es también como si todas, muy en su interior, sintieran que era urgente hacer este ejercicio, necesario para un país que poco se piensa.

Una vez el café está sobre la mesa, María Jimena Duzán retoma la palabra:

Es importante empoderar a las mujeres, pero también decirles a esas nuevas generaciones que para triunfar no tienen que emular la figura masculina ni sus formas del poder, además hay que demandar un cambio en las instituciones, pero lo cierto es que muchos analistas hablan de un gran retroceso o contragolpe (backlash) en los asuntos de género. El tema empieza a perder preponderancia a pesar de que haya sido una de las reivindicaciones que más avanzó en los últimos cien años.

Claudia López agrega:

—Es muy cierto que después de los grandes avances en materia de reivindicaciones femeninas, las nuevas generaciones no heredaron ese afán, pero también es verdad que las nuevas líderes van a encontrarse a un montón de mujeres infinitamente más empoderadas e influyentes que en otras décadas.

Después de horas de conversación, la atención se disipa un poco, sobre todo porque las asistentes de la mesa son llamadas una a una para hacer un retrato que registrará este encuentro. Es hora de la vanidad. Todas saben que llegar a una única conclusión es difícil, pero convencida de que cada invitada al almuerzo se ha quedado profundamente inquieta, Lila Ochoa concluye:

Lo importante es que cada una de nosotras, desde cualquier ámbito en que nos encontremos, trabajemos en pro de visibilizar esas inequidades de género y sembremos semillas en generaciones venideras. Ya es hora de que hablemos, actuemos y lideremos como lo haríamos las mujeres.


Lila Ochoa, directora de la Revista FUCSIA. Foto: Paloma Villamil