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Amor a control remoto

Por Odette Chahin, 24/8/2011

Cuando la persona que se ama no vive en el mismo código postal, se aprende a vivir con el cuerpo en una ciudad y la cabeza en otra.

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Pensé que el dolor más grande que jamás había sentido, lo había experimentado en una sala de depilación, cuando se me ocurrió hacerme un depilado ‘brasileño’ de esos en los que le arrancan a uno hasta el apellido. Pero me había equivocado, cuando murió mi abuelita y mis dos abuelos, el dolor fue más fuerte que cualquier jalón de cera. Aunque todos esos dolores quedaron en pequeñas ligas cuando experimenté el amor a larga distancia. Si quieren torturar a los condenados a muerte, si quieren que sufran y lloren, sométanlos a una relación a larga distancia para que conozcan el verdadero dolor que se siente como una tusa, pero sin haber terminado.

Nadie se mete en una relación pensando que en cualquier momento, como en un juego de billar, dos bolas que estaban juntas, con un solo golpe pueden terminar en extremos opuestos. El golpe separador puede ser porque a usted o su pareja lo ascendieron y lo quieren trasladar de ciudad, se ganó una beca del otro lado del mundo, se va a hacer un MBA, PHD o un NPI, razones para estar muy felices por esos triunfos, pero algo preocupados por el futuro de la relación.

Y llega el inevitable momento cuando la pareja se pregunta “¿y ahora qué hacemos?”. Los románticos, empeñan todo y hacen maletas para seguir al amor de su vida a donde sea. Los racionales, evalúan todas las alternativas y lo piensan dos veces antes de comprar un tiquete sin viaje de regreso. Los prácticos, terminan con su pareja y se consiguen a alguien con menos ambiciones. Pero siempre quedan algunos cuantos que cuando ven partir a su pareja, se quedan acompañados de la soledad y mil preguntas existenciales como ¿será que jamás encontraré a una persona que me quiera con todo y juanetes? ¿Dejé ir al amor de mi vida? ¿Me moriré sola?

Si el amor a larga distancia es difícil aun en el siglo XXI, no quiero ni imaginarme la tortura que debió ser vivir en una era pre e–mail, cuando los enamorados se escribían cartas de amor que duraban meses en llegar, si es que llegaban, porque si al cartero se le perdía, el barco se hundía o el burro con el correo huía, la otra persona podía interpretar ese silencio como falta de amor. ¿Cuántos amores habrán muerto por culpa de un cartero despistado? Hasta hace algunos años, en las relaciones a larga distancia se arruinaba primero el bolsillo que el amor con las caras llamadas a larga distancia. Afortunadamente, la tecnología ha ayudado a acortar distancias con msn y skype, que seguramente fueron inventados con fines laborales, pero que han propiciado más de un polvo virtual transoceánico.

En teoría, cuando aparece en escena la relación a larga distancia se pueden tomar tres alternativas: seguir juntos a pesar de la distancia y tener una relación virtual o conseguirse a una nueva persona que viva en su misma ciudad. La decisión de qué hacer es cuestión matemática, es decir, depende mucho de cuánto tiempo llevan juntos como pareja y cuánto tiempo se piensa ir la otra persona… Esperar seis meses es posible, hasta un año y dos años se espera, pero cuando el periodo de separación es más largo o indefinido toca pensar en transplantarse donde esté la pareja o separarse del todo para el bien de los dos.

Es cierto que las relaciones a larga distancia tienen más pruebas que un Icfes, y muchas veces uno se deja llevar por las opiniones negativas y los dichos populares de “amor de lejos, amor de pendejos, o felices los cuatro”. O seguramente se le habrá contagiado el pesimismo al escuchar el cuento de una amiga de su amiga cuyo novio de cinco años se fue a hacer un posgrado a Italia y regresó con el posgrado, una bella donna y dos bambinos. Eso no significa que su historia terminará igual. Lo importante es estar seguro del compromiso conjunto, no sea que usted esté pasando hambre mientras su pareja come callada. El secreto para mantener la relación creciendo es regarla todos los días como a las plantas, con detalles como ponerse citas románticas con velas por Internet, mandarse regalitos coquetos por correo, enviarse fotos o videos y planear viajes para verse.

Hay demasiadas viudas y viudos sin muerto que guardan luto por la persona amada que vive lejos. Mi humilde recomendación es sencilla: jalar la cuerda de su cabeza flotante y amarrársela de nuevo a su cuerpo, para que retome su vida y no siga errante por la ausencia de su pareja, además de hacer terapia espontánea en grupo con otros afectados, tipo “enamorados a kilómetros anónimos”. Pero, sobre todo, tener siempre en mente que si dicen que el amor es ciego y no tiene edad, tampoco debe tener fronteras, cuando dos personas se quieren tanto, no hay distancia que las separe, lo importante es qué tan cerca están en el corazón.