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“Ay, es que se me subió el estradiol”

Susana y Elvira Susana y Elvira, 16/6/2009

Por: Susana

www.susanayelvira.com “Ay papi, Willington, no se me delique, hice el amor con su amigo el Fabio porque se me subió el estradiol y sumercé no estaba a la mano”, le dijo Jessica a su esposo después de que éste la atrapara ‘en el acto’. Y Willington, que acababa de leer los resultados del más reciente estudio de la Universidad de Texas, no tuvo una alternativa diferente a darle un abrazo, olvidar lo ocurrido y llevar a Jessica al endocrinólogo. De la que se salvó Jessica. Y todo porque un par de investigadores desocupados con exceso de presupuesto decidieron analizar los niveles de estradiol de las mujeres infieles. Y, para variar, las hormonas salieron perdiendo. “Descubrieron” que las mujeres que tenían una cantidad alta de estradiol tendían a ser infieles. Seguramente dentro del grupo de investigadores había una mujer que acababa de ponerle los cachos al esposo y necesitaba con urgencia que le perdonaran su bajada de calzones. Nunca he estado de acuerdo con echarle la culpa de la infidelidad a las hormonas, de hombres o de mujeres. Es como cuando alguien llega tarde a una reunión y dice como excusa infalible, “Susana, es que había uuuuuún trancooooón!”. “Pues debiste haber salido antes, ¿cuándo no hay trancón en Bogotá?”, respondo siempre, con vehemencia y ceja levantada. Es lo mismo. Por más estradiol elevando que uno tenga, siempre se podrá decir “no, gracias”. Hay muchas viejas y manes dispuestos a darlo por un calado y nos les importa echarse a alguien con novia, novio, esposa, esposo, prometido, prometida, etc. Pero de quién es la culpa, del que lo da por un calado; o del que, a pesar de su compromiso, da el calado. Creo que del segundo. Y creo que sí, hay veces en las que uno está un poco más “vulnerable” que de costumbre. Puede ser por el estradiol. Pero incluso en esos casos es muy fácil decir: “no, gracias guaricha/guaricho, prefiero hacer bien con otro todo eso que haría mal con usted”. Y punto. Eso sí, salga a echarse un baño de agua fría o a bajar el exceso hormonal de alguna forma, con un muñeco inflable, con un Rodolfo’, o con la oficial o el oficial. El problema es cuando en ‘the one and only’ no se encuentra lo debido. Ahí hay un problema que no se resuelve echándose a otro. Pero no soy psicoanalista para dar cátedra sobre este tema. Sí, estoy más trascendental de lo que debería. Pero es que si vieran todo el calado que me tocó dar para llegar a esta sabia conclusión. En este momento ando bien libre, así que puedo repartir calados, pero cuando tenga a un gran galán que me enloquezca, mis niveles altos de estradiol se calmarán con placeres menos nocivos que la infidelidad. Así que señora investigadora de la Universidad de Texas que se inventó un estudio carísimo para que su chico la perdonara, y demás Jessicas, Myriams, Marías, Juanchos y Ramones: tienen dos alternativas, o decir “ay, es que se me subió el estradiol” (si es hombre no importa, dígalo porque pocos saben qué es), con el rabo entre las piernas y esperar a que le crean; o tener los cojones de subirse los calzones a tiempo, antes de “tener que llorar sobre la leche derramada”, como decía mi sabia abuelita. Y creo que mi abuela estaba siendo literal en este caso.