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Su novia me odia

Susana y Elvira Susana y Elvira, 9/10/2008

Por: Elvira
www.susanayelvira.com
 

Últimamente ando muy musical. Por estos días, la música (otros días son las películas) está que me habla. Hoy Annie, una cantante noruega, me ha inspirado y me ha hecho caer en cuenta de algo: su novia me odia.
 
El hecho es que hace poco me reencontré con mi mejor amigo de la universidad con el que siempre tuvimos una energía extraña. Pero nunca pasó nada. Cuando nos graduamos, él se fue a estudiar a Europa y desde entonces no sabía nada de él. Pues hace unos meses volvió, y por esas vueltas extrañas del destino, nos encontramos en un bar.
 
El día que nos encontramos estaba con sus amigos de siempre, que alguna vez también fueron mis amigos. Yo estaba con mis chicas actuando como las viejas de Sex and the City tomando cocteles (qué cliché). Juntamos las mesas y empezamos a tomar como si no hubiera un mañana. Brindis va, brindis viene, y las copas desataron todo lo que Francisco y yo tuvimos represado durante tantos años. Y bueno, ya se imaginarán lo qué pasó: saldamos cuentas y nos echamos el polvo que tanto nos debíamos.
 
En la mañana siguiente, con un guayabo inaudito, la pestañina corrida y la ropa apestando a cigarrillo, me levanté a su lado, me sonrió y sin más ni más me soltó la bomba: tengo novia y vivo con ella hace tres años. Yo, muy comedidamente, recogí mis corotos y me fui a pasar el guayabo sola sintiéndome miserable, aunque nunca esperé que saliera nada de ese polvo inesperado. Obviamente no le mostré mi disgusto y actué como una mujer de hierro, pues como dice la españolita Maria Isabel, “antes muerta que sencilla”.
 
Pues bien. Una semana larguita más tarde me llamó a decirme que fuéramos a almorzar porque me tenía una sorpresa. Yo le dije que sí, que donde nos encontrábamos. Nos pusimos la cita y llegué un poco tarde. Fashionably late. Lo saludé como los amigos que se supone que somos, y me extrañó que hubiera una botella de Coca-Cola Light en la mesa (cosa que siempre había detestado).
 
De repente se acerca una mona espectacular como de tres metros y me saluda como su mejor amiga. Yo, completamente en shock y sintiéndome como una enana inmunda, le devolví el saludo de una manera muchísimo menos efusiva. Era su novia que había llegado hacía dos días y la había invitado porque quería que conociera a su futura esposa. Esa era la sorpresa que me tenía y lo único que quería hacer, era romperle el pescuezo a Francisco por hacerme esto.
 
La vieja, queridísima, decidió que yo sería su mejor amiga en Colombia ya que no conocía a nadie más en este país, salvo obviamente Francisco. Así que decidí seguirle la corriente, además porque me sentía mal de que la vieja no conociera a nadie. Con el tiempo, Anja me empezó a caer lo más de bien y nos volvimos amigas.
 
Hasta que un día empezó a sospechar de la amistad entre Francisco y yo, pues había algo ahí que no le cuadraba muy bien. Me lo preguntó y se lo negué. Se lo preguntó a Francisco y se lo negó. Me volvió a preguntar y se lo volví a negar. Le preguntó una y otra vez a Francisco hasta que el muy boquiflojo este decidió hablar, a pesar de que yo le había hecho jurar que nunca le contaría a Anja.
 
Anja dejó de llamarme y ahora Francisco ni me saluda por Messenger. Sé que decidió contarle nuestra historia porque no quiere tener secretos con la mujer que pronto será su esposa. Me pareció un acto noble de su parte, pero también de enamoramiento estúpido, pues creo que hay cosas que es mejor mantener en secreto y llevárselas para la tumba.
 
Ahora, obviamente Anja me odia y no quiere volver a saber de mí, a pesar de que yo nunca he tenido intenciones serias con Francisco, pues él, ante todo, siempre ha sido mi amigo. Como dice la canción, “lo que pasó, pasó” y estoy segura de que tristemente ni siquiera recibiré participación para el matrimonio del que alguna vez, fue mi amigo del alma.


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